La verdad es que ya no da ni vergüenza. Son tan flojos, llevan tanto tiempo haciéndolo tan mal, que ya ni siquiera generan cabreo. Los momentos de enfado los hemos pasado hace tiempo. La sensación de ridículo es permanente, ya vive asentada entre nosotros; tanto, que ni siquiera nos sorprende. La humillación ha dejado ser noticia para convertirse en el pan de cada día. La sensación real es de pena. De tristeza consolidada. El Barça de hoy, el de Laporta y Xavi, es un equipo triste y decadente. Un equipo que perdió la motivación, que ya no encuentra la alegría. Que a la mínima, se hunde. Que desconoce la ilusión. 

Ilusión es, precisamente, la palabra que reclamaba esta semana el expresidente Joan Gaspart en un audiomensaje para Xavi que envió desde Culemanía. "Xavi, devuelve la ilusión", pedía el casi octogenario empresario. Pero no se puede. Se fue y no hay manera de que vuelva. El desgaste es tan grande que ya no da signos de posible solución. Adiós definitivo a la Liga y ahora a pelear por acceder a Champions. 

La verdad es que cuando juega el Barça, te pones a mirar y puedes ver muchas cosas, pero muy pocas que valgan la pena. Básicamente, una panda de pardillos que van como cabestros arriba y abajo. Descoordinados. Vagando como almas en pena directas al crematorio, rumbo al Hades de la antigua Grecia. Y son capaces de sacar el orgullo, y de encontrar su coraje, para remontar porque tienen cuatro jugadores que se salvan de la quema. Pero solamente cuatro en una plantilla de 23. Cinco, si contásemos al lesionado Gavi. Los otros cuatro, que hoy se salvan, son Pedri, Gundogan, Ferran Torres y Lamine Yamal. 

Pedri es la luz en la oscuridad. El oasis en el seco desierto. El patito feo que acaba siendo un cisne. El único que da clarividencia al juego. El que hace lo que esperas cuando ves el partido desde la televisión. Da gusto verlo. Lo hace casi todo bien. Y lo que no hace bien es porque está tan solo, tiene que solventar tantos errores de sus compañeros, que es imposible que llegue a todo. Es una pena porque Pedri es realmente bueno. Siempre con nosotros. 

Gundogan y Pedri, celebrando el gol del empate

Gundogan y Pedri, celebrando el gol del empate EFE

El otro genio se llama Lamine Yamal y tiene solo 16 años. Lleva varios partidos siendo el mejor, el más desequilibrante. Es el único que se acerca a Pedri en comprensión del juego. En entendimiento de lo que toca, de los tiempos. Es una maravilla verlo. Pero es un gravísimo problema que el FC Barcelona se tenga que encomendar a un niño de 16 años...

Lamine Yamal, lamentándose por una ocasión fallada ante el Villarreal

Lamine Yamal, lamentándose por una ocasión fallada ante el Villarreal EFE

Lamine es una muestra inequívoca del desmoronamiento de este equipo. Xavi supo aguantarlo el año pasado, pero con dos líderes de gran fortaleza mental en el vestuario como eran Busquets y Jordi Alba. Este año, los más jóvenes los echan de menos, porque aprendían de ellos. Y los que ahora tienen que tirar del carro no son capaces porque son una panda de pardillos encomendados a un teenager. Ya no hay liderazgo. Ni en el campo, ni en el banco. Lo mismo que pasa con el dinero.