Xavi Hernández se marchó de San Mamés con pocas ganas de celebrar su cumpleaños. De hecho, unos minutos después de quedar eliminados en la Copa, el técnico cumplía 44 años. Una forma un tanto anómala de celebrar un aniversario, con una nueva derrota a sus espaldas, que pone su proyecto, ahora sí, claramente en la picota. Y eso que no fue una eliminación humillante ni bochornosa como la que vivió hace diez días en la Supercopa de España, sino que, en esta ocasión, el equipo murió con las botas puestas, compitiendo hasta el último suspiro, y con tres 'yogurines' al frente: Lamine Yamal, Héctor Fort y Pau Cubarsí. Tres chavales, por cierto, que dejaron en evidencia a más de un veterano, tanto en el compromiso como en el talento.
Para Xavi, la eliminación en Copa supone un revés importante de cara a su continuidad. El egarense es el primero en reconocer que sin títulos será difícil mantenerse en el cargo. Tras echar por la borda dos prácticamente de una tacada, las opciones de ganar la Liga o la Champions se presentan harto complicadas. El campeonato doméstico parece 'condenado' a llevárselo el Real Madrid, sobre todo tras lo acontecido ante el Almería, mientras que Europa es ahora mismo una entelequia, porque la realidad del Barcelona es otra por culpa de su nefasta gestión económica.
Con estos nubarrones negros en el horizonte, a Xavi sólo le resta acabar estos meses que restan con dignidad, es decir, compitiendo hasta las últimas consecuencias. Seguramente no le dará para llevarse ningún título, pero podrá hacer las maletas este verano con la cara bien alta, sabiendo que lo ha dado todo y que no ha podido hacer más.
Su gran mérito fue aceptar el reto de coger un equipo en descomposición y revitalizarlo hasta el punto de devolverle el orgullo. Ganar la Supercopa y la Liga el año pasado fue un milagro, y más ahora viéndolo en perspectiva, con el club totalmente arruinado. Los aciertos en los fichajes permitieron dar un salto adelante, sobre todo con un Lewandowski estelar en el primer tramo de la temporada y un Koundé sobrado como lateral derecho.
Pero el tercer año, el que tendría que ser de consolidación del proyecto, empezó con mal pie, con el adiós inesperado de Sergio Busquets y Ousmane Dembélé, al que siguió la llegada de jugadores impuestos desde la planta noble, como Joao Félix. Después, una serie de errores en cadena a la hora de acabar de configurar su proyecto y algún mal nuevo compañero de viaje ha acabado de torcer definitivamente los renglones del guion.
Se esperan unos meses complicados para Xavi. Una lástima porque seguramente no hay nadie más culé que él y que ame tanto el club, pero él sabe perfectamente que en un mundo tan profesionalizado los errores se pagan, y desgraciadamente, queriendo o no, ahora mismo está inmerso en un buen lodazal.