En los últimos tiempos nos hemos dedicado a convertir una virtud en un defecto. Me explico: lo que antes se caracterizaba como un aspecto positivo, como sacar a jóvenes de la Masia para que triunfaran en el primer equipo, se ha acabado convirtiendo en el túnel del terror de todos ellos. La subida siempre ha sido dura y muy pocos lo han conseguido. Véase el documental de Leo Messi donde lo recordaban aquellos chicos que lo acompañaron en sus etapas formativas y la vida hacia donde los ha traído. Pero esto es inevitable, se trata de una especie de selección natural que escoge a uno entre los mejores.
Ahora bien, cuando el factor humano externo interviene de forma excesiva, el tema ya se distorsiona. Me refiero a la prácticamente obsesión mental de club y entorno en ver debutar a chavales en el primer equipo. Me acuerdo que uno de los primeros en abrir la caja de pandora fue Munir. Incluso quiero subrayar cómo intentaban vendernos que acabaría siendo muy disputado entre la selección marroquí y la española, e incluso las portadas que acaparó. Nada de esto, acabó siendo un auténtico bluf para el Barcelona. Y un caso más reciente, el de Ansu Fati: tienen la jeta de darle el dorsal número 10 para reemplazar a Leo Messi en una operación de maquillaje donde lo utilizaron como un monigote. Por aquél entonces, el pobre Ansu ya tenía una lesión que le imposibilitaba, para siempre, ser un diez en el fútbol...
Pero la cosa ha ido a más en los últimos tiempos y me sabe mal que uno de los que lidera esta manera de hacer sea Xavi. No lo culpo, en parte. La crisis económica obliga a mirar hacia abajo. Pero se puede mirar de muchas maneras. Y hacerlo con debuts de pocos minutos para después no volver en mucho tiempo o con la falta de respeto que vivió el pobre Héctor Fort en el último encuentro con la mirada desafiante que le hizo el jetas de Ferran Torres en una jugada no tienen nombre.
Me pregunto si prevalece más la necesidad futbolística de contar con ellos que la necesidad económica y de marketing. Vender que el club es una fuente inagotable de sacar nombres, como quien colecciona cromos, sin importar el trato que se les dé a ellos, la sobreexposición que puedan sufrir en momentos que todavía no toca o el romperles una proyección óptima cuando justo están a punto de caramelo y una piedra en el camino les puede desgraciar. No hace falta tirar de datos, minutos y número de jugadores que han debutado en los últimos tiempos porque, más allá de las cifras que todos conocemos, en lo que debemos poner especial atención es en el cómo se están haciendo las cosas.
¿Se deben sacar a los jóvenes? Sin duda, Marc Guiu es un ejemplo claro. Pero el quién y, especialmente, el cómo y el cuándo son importantísimos. Lamentablemente, el fútbol cada vez más es un espectáculo, un grandioso juego de intereses en el que, incluso, el mejor del mundo puede acabar siendo una pura marioneta.