Hay que asumir sin ningún rubor que ahora mismo el Girona de Michel es el equipo español que mejor fútbol practica, el que más se acerca a los postulados futbolísticos de equipo con hambre y ambicioso, en el que sus jugadores corren como si les persiguiera el diablo, que sabe sufrir cuando hace falta, que no regala ningún balón y que está en lo más alto de la tabla con merecimiento, aspirando a todo y sin renunciar a nada.
A menos de cien kilómetros de distancia hay otro club que mira con suspicacia y sorpresa el liderato del Girona. Suspicacia porque no está acostumbrado a que nadie le haga sombra en su territorio y sorpresa porque cada día que pasa se consolidan las aspiraciones del club gerundense en el campeonato.
El Barcelona de Xavi lleva cuatro meses dando bandazos. Cuando no es el juego, son los resultados, y cuando no es lo uno ni lo otro, es la mala fortuna. Pero lo cierto es que las decepciones se están acumulando de manera peligrosa en el cajón de sastre, con una afición que ha empezado a dar síntomas de hartazgo y que ha dejado solo al equipo en Montjuïc.
El de Terrassa aterrizó en Barcelona hace poco más de dos años con el objetivo de recuperar el orgullo perdido y la idiosincrasia del juego blaugrana, que se había echado a la basura, en busca únicamente del resultadismo más inmediato. Tras coger un equipo diezmado en noviembre, Xavi supo armar al vestuario de confianza y autoestima suficiente para salir del pozo y devolver la alegría a la afición. La siguiente temporada sirvió para demostrar que Xavi no iba de farol: avalado por unos fichajes top y apoyado por un proyecto ilusionante, consiguió la proeza de ganar la Liga y la Supercopa de España.
Todo apuntaba que el tercer año iba a ser el de la consolidación del proyecto, pero lo cierto es que los cimientos han empezado a desajustarse de manera muy peligrosa. Nadie sabe a ciencia cierta qué está pasando, pero el equipo adolece de una falta de regularidad alarmante en su juego, agravada por carencias de actitud. Las broncas de Xavi delatan que no le está gustando nada lo que está viendo. Y lo peor de todo es que el juego sigue estancado desde hace mucho tiempo, con pocos brotes verdes a destacar.
Ahora mismo, Xavi sigue vendiendo un mensaje optimista, con el argumento que aún no hay nada perdido, que el equipo sigue vivo en las cuatro competiciones y que están mejor que el año pasado ya que se han clasificado para los octavos de la Champions. Pero una cosa son las palabras y otras las sensaciones. Y es que el equipo transmite cualquier cosa menos buenas vibraciones...