Hay quien lo quiere tal como es. Hay quien desearía que se estrellara porque no están los suyos. Hay quien desea que gane siempre, pero que lo haga jugando bonito, y hay quien solo ansía verlo ganar. Hay quien no admite más doctrina que la cruyffista, y por ende la guardiolista, y hay quien avala el entierro de algo que fue bonito, pasó y ahora ya no funciona. Estos dicen: avancemos, evolucionemos. Y argumentan que tampoco Pep sigue jugando a lo mismo que lo convirtió en una estrella técnica del fútbol. Hay quien aplaude a Joan Laporta cuando quiere identificar todos los males con dos palabras, "madridismo sociológico", y a lo mejor son los mismos que hicieron la ola cuando vieron una pancarta cerca del Bernabéu con la imagen del actual presidente y la frase "ganas de volver a veros".
Los mismos que celebraron aquella pancarta puede que hoy en día critiquen a los tuiteros o bots que escriben #XaviOut, pero nunca se les oyó decir algo en contra de los #BartomeuOut o #ValverdeOut quizás porque, entonces, el ideólogo era prácticamente un desconocido y después de la pancarta de Madrid alcanzó un nivel que lo ha convertido en tertuliano de numersoso medios de comunicación. Todo va en función del resultado. Eso es el Barça. Nadie se puede engañar. Si gana, todo es bonito, maravilloso. Si pierde o no transmite emociones positivas, todos tiran de la cadena sus emociones.
El entorno del Barça es eso. Un bar. O un restaurante, como El Marino de Cambrils, donde la comida es exquisita, y a veces te encuentras personas que te la indigestan cuando hablan del Barça. También les entra un celo porque oyen hablar al padre del chef Jordi de que el Barça es puro sentimiento, y a él le da igual que gane jugando bonito o no. Todo nos lleva a los ismos. Si eres de Laporta, defiendes a Laporta, si hoy estás en contra de Xavi, no eres barcelonista. Eso nunca cambiará. Es así. Es el Barça.