¿Qué cara tendría el bueno de Joaquim Hernández si lo hubieran grabado cuando Xavi debutó en el primer equipo? ¿Y la de Jorge Messi viendo cómo Leo triunfa al otro lado del charco? Por suerte, con el auge de las cámaras de móvil y este Gran Hermano en lo que se ha convertido nuestro mundo, ya podemos poner rostro a las caras de felicidad de estos padres. El pasado domingo, en paralelo al gol del juvenil de 17 años, Marc Guiu, ante el poderoso portero del Athletic Club de Bilbao, Unai Simón, pudimos captar la imagen de los padres y su hermana, felizmente emocionados. Manel, el padre, después tenía una doble misión: hablar del hijo, pero también de la emoción que desprendieron con su momento registrado.
Y si volvemos a los paralelismos, la historia se repite. Con perfiles más o menos diferenciados, hay algunos que cumplen a la perfección los cánones que siempre han sido establecidos. En el caso de Guiu, su entorno apuesta por llevarlo desde unas normas profesionales y de rectitud a través de Interfootball Management. Juntamente con otra perla de La Masia, Pau Prim, es una apuesta de un equipo de management que quiere ir más allá de los clásicos servicios de representación. Con el olfato de Amadeo Rangel al frente, quieren controlar toda la maquinaria de un jugador del siglo XXI: marketing, área jurídica, control médico, entre otros. Este sería un perfil por el que apuesta, en este caso, el padre de Marc para pensar que, para el futuro de su hijo, lo mejor es saber rodearse de un buen plan juntamente con Xavi que sabe muy bien lo que se juegan a esta edad siendo tan jóvenes.
En paralelo, en este mundo del management, hay otro perfil que convive perfectamente con el anteriormente citado: familiares que toman las riendas de la representatividad, con una escasa o nula experiencia, pero con el valor emocional y de confianza en el que se deja sustentar el jugador en cuestión. Para entender mejor la diferencia, tengo un ejemplo: Alejandro Balde, que recientemente ha cumplido 20 años. Balde viene de una familia humilde del distrito de Sant Martí de Provençals de Barcelona y es su hermano Edi Balde quien le lleva la gestión y el control de todo. De momento, parece que mantienen una relación idílica y el propio Alejandro confiesa que para él, “es como un padre porque siempre lo ha protegido desde pequeño”. Aunque el entorno del jugador es bueno, tampoco es menos cierto que las pretensiones y la actitud de su hermano, incluso en un detalle insignificante como puede ser una sesión de maquillaje, tiene un punto de soberbia para todos los que lo han tratado. Quizás es el rol que debe seguir por aquello del poli bueno y poli malo, pero no es menos cierto que de hermanos y padres chulos, el fútbol está lleno.
Para llegar al primer equipo del Barcelona y quedarse hacen falta muchos factores: suerte, talento propio y un buen entorno. Veremos qué modelo logra consolidarse o si, ojalá, los dos son compatibles para que triunfen.