Cuando Xavi Hernández insiste en cada rueda de prensa sobre la necesidad de cuidar a Lamine Yamal no lo hace de forma baladí, sino con conocimiento de causa. Y no sólo porque él mejor que nadie conoce la ansiedad que supone soportar la presión de jugar en el primer equipo a una edad temprana y con todas las miradas en el cogote, sino porque estamos hablando de un chaval de apenas 16 años.
La mayoría de jóvenes de su edad soportan otro tipo de inquietudes en su vida diaria: sacar notas que no desentonen mucho en el bachillerato pero que tampoco sean muy altas para que no te etiqueten de empollón, conseguir una cita con esa chica que cuando te mira sonríe tímidamente, convencer a tus padres para obtener el carnet de moto, deslumbrar a tus colegas por tus hazañas en Fortnite, soñar con algún viaje y poderlo exhibir en Instagram, ir a un concierto de Bizarrap con tus colegas, buscar el sitio para hacer el botellón del fin de semana…
Pues bien, para Yamal todo eso es una entelequia. Ha entrado en la vida adulta derribando puertas a patadas y ahora se le exige además que sea un número uno en todo: el jugador más desequilibrante, el más regateador, el más asistente, el más goleador… Todos sus movimientos son observados con lupa: si juega porque juega y si no juega porque no juega.
En su estreno como titular en la Champions ante el Oporto, el cuerpo de Lamine no aguantó. Tras varios apretones seguidos, el chaval se vio obligado a salir disparado al vestuario, en medio del partido, ante la incredulidad de sus compañeros. Su estómago llevaba tiempo avisando y al final dijo ¡basta!
Ahora llegarán los que se romperán las vestiduras asegurando que hay que proteger a Lamine, que aún es muy joven, y que está entrando en la edad adulta como un elefante en una cristalería. Otros lo dejarán como una simple anécdota divertida, que además no acabó teniendo ninguna repercusión en el resultado final.
Pero lo cierto es que Yamal es un niño todavía, jugando en un deporte de hombres de máxima exigencia física y mental. Y eso se acaba pagando. Por eso Xavi quiere ir poco a poco con Lamine, frenando las expectativas y haciéndole entrar poco a poco. La sobreexposición en su caso acabaría siendo más dañina que beneficiosa. Y de ahí que Xavi insista, hasta la saciedad, en la necesidad de cuidar a Yamal.
Con 16 años, Lamine está reescribiendo los libros de historia, pero lo ha de hacer de una forma natural, sin excesos ni boatos. No puede echarse a la borda todo el futuro que tiene por delante por querer ir demasiado rápido.
Los periodistas somos los primeros que hemos de aprender la lección. Vende muchos diarios e invitan a un alud de clickbaits comparar a Lamine con Leo Messi, pero le estamos haciendo un flaco favor al chaval. Lamine es Lamine y ha de escribir su historia, y si puede ser sin renglones torcidos. Porque desgraciadamente en el Barcelona muchos se salieron del guion demasiado pronto y ya no supieron encontrar su sitio.