Cuando llega el verano, aparte del mítico anuncio de Estrella Damm -este año menos mítico que nunca, todo hay que decirlo-, aparece en escena una nueva entrega del culebrón: “¡Qué vienen los cedidos!”. En esta temporada, hay un total de siete capítulos, con menos novedades que nunca y los mismos nombres de siempre. Cada capítulo es una historia de terror -ríete tú de ‘Black Mirror’- en el que el protagonista, habitualmente ninguneado, y hasta menospreciado, se ve obligado a vivir lejos de casa, pero cobrando una morterada y engordando su cuenta corriente. De esta nueva temporada, sólo se salva el episodio dedicado a Ezra Abde, un marroquí habilidoso, con una ambición y talento desmedidos, que ha convertido Pamplona en su San Fermín habitual, donde brilla en cada encierro. Tan airoso ha salido del envite que en el Barcelona se están frotando las manos, ya sea porque van a sacar una buena tajada del cantero o porque va a regresar a su casa convertido en un extremo consagrado y de un potencial inabarcable.
El resto de capítulos ya son mucho más previsibles y con finales tan abiertos como desoladores. Pongámonos, por ejemplo, en el que aborda el caso de Samuel Umtiti. Un francés que llegó a ser campeón del Mundo, pero que sus malas decisiones acabaron tirando por la borda su carrera. Tras casi tres años viviendo a cuenta del Barcelona -con una ficha estratosférica pagada por Bartomeu con alevosía y casi nocturnidad-, el central puso rumbo al Calcio, donde ha hecho una temporada más que aceptable en el Lecce. Sin embargo, ahora llega el momento de seguir en Italia o regresar a Barcelona, y aquí es cuando la realidad se pega de bruces con el sueldo, porque nadie es capaz de hacer frente a los 20 millones de euros que tiene de ficha.
El episodio de Sergiño Dest también invita a la reflexión. El Barcelona busca un lateral derecho como si no hubiera mañana, tocando las puertas de media Europa, cuando en sus filas tiene al internacional estadounidense, que por cierto, no cobra precisamente poco: más de 10 millones brutos. Sin embargo, Dest es prácticamente un proscrito para Xavi. Un jugador con pocas luces en el juego colectivo y con problemas a la hora de leer los partidos. Con semejante curriculum, el ex lateral del Ajax se ha convertido en un auténtico trotamundos, donde no deja huella en ninguno de los lugares que recorre. Su último paso por Milán ha sido tan decepcionante como fulgurante. De hecho, ni su estancia en la capital de la moda europea le ha servido para mejorar en su vestimenta.
Un capítulo aparte merece Nico González, con uno de los finales más abiertos que se recuerdan. El centrocampista ha tenido suficiente talento y agallas para ganarse un hueco en el once de Mestalla, con un Valencia en plena ebullición. Su temporada, pese a una lesión que le dejó tres meses en fuera de juego, se puede considerar más que satisfactoria, pero en el Barcelona no acaban de hacerle un hueco. Xavi no le ve como pivote defensivo y, como interior, la llegada de Gündogan es un auténtico tapón para el resto. Con este panorama, todo apunta que será de nuevo cedido. El Valencia y el Betis se presentan a la puja con opciones, pero tampoco se descarta que se acabe traspasando si llega una oferta poderosa a última hora.
El resto de capítulos son totalmente prescindibles y algunos hasta rozando lo vulgar y esperpéntico, como el caso del brasileño Gustavo Maia, que produce hasta vergüenza ajena, tanto por la corta duración como por la falta de empatía con el personaje.
Es el ‘extraño’ mundo de los cedidos, donde sólo unos pocos vuelven y la mayoría recorren su vida en un extraño limbo, con el quiero y no puedo como blasón en su escudo.