Solo unos pocos llevamos tiempo denunciando que la errática gestión de Laporta está conduciendo el club a la quiebra. Se ha llegado a esta situación porque se ha equivocado en todas las grandes decisiones. Fue un disparate no firmar el acuerdo de CVC, que suponía un ingreso inmediato de 270 millones, y no renovar a Messi en 2021, incumpliendo una promesa electoral, cuando había que recuperar los 550 millones de ingresos perdidos en la pandemia. 

Dos años después de aquello, ahora en 2023, Laporta ha intentado recuperar a Messi y ha retirado la demanda contra la Liga y el resto de club por el acuerdo con CVC. Todo muy coherente. Jan pasará a la historia no solo por ser el presidente que echó a Leo, sino también por haberle engañado en dos veranos diferentes.

Otro despropósito que todavía se está pagando es haber cerrado ese primer ejercicio económico 2020-21 inflando las pérdidas a 450 millones en lugar de reducirlas para que no afectara tan negativamente al límite salarial que sigue ahogando deportivamente al club. Menospreciar y desautorizar públicamente a Koeman en junio para ratificarlo en agosto y destituirlo en noviembre fue otra atrocidad.

Otro desatino ha sido hipotecar el club con las malditas palancas, vendiendo 840 millones de ingresos futuros para pagar fichajes discretos, como Ferran Torres o Raphinha, y tapar las pérdidas operativas anuales provocadas por su mala gestión e incapacidad de recuperar los ingresos prepandémicos cuando lo que debía hacer era destinar una parte a reducir la asfixiante deuda.

Aumentar la masa salarial, incluso 30 millones por encima de la que dejó Bartomeu, o incrementar el gasto no deportivo, son medidas totalmente opuestas a los recortes y la austeridad que precisaba la situación. Colocar a familiares, amiguetes o viejos ejecutivos que hundieron al Reus y prescindir de gente con criterio, como Ferran Reverter, Jaume Giró, Jaume Llopis o Jordi Llauradó es otro dislate.

Otro grave error estratégico que costará muy caro ha sido no ejecutar la reforma del Camp Nou que en noviembre de 2020 tenía un proyecto desarrollado por un reputado arquitecto, Nikken Sekei, con un coste de 825 millones para todo el Espai Barça, incluido el Palau, con la licencia de obras concedida y un acuerdo de financiación a punto de firmar cuando los tipos de interés estaban muy bajos, y las obras eran compatibles con seguir acogiendo los partidos.

Tiró todo eso a la basura y modificó todo el proyecto. Todavía no se sabe qué despacho de arquitectura es el que ha decidido derribar todo la tercera gradería, que no tenía ningún problema de visibilidad ni estructural, para volver a levantarla con el fin de colocar los palcos en el “gallinero”. Eso lo ha retrasado todo dos años, con una adjudicación por la puerta de atrás a una constructora turca que no está ni entre las 50 mejores del mundo y la firma de un préstamo de 1.450 millones a un interés medio del 7,11% en el que no se incluye ni el Palau, ni las oficinas ni el hotel cuando prometieron ante la asamblea que estarían incluidos.

El Real Madrid financió el Nuevo Bernabéu al 2%, con un préstamo total de 800 millones. Solo en gastos financieros el Barça pagará 60 millones de euros más cada año. Incluso Laporta y los suyos se plantean pedir otro préstamo, porque ya saben que el que han firmado es imposible de devolver. Ahora mucha gente empieza a darse cuenta del calibre del estropicio. Un poco tarde. Porque el enfermo no solo no ha salido de la UCI sino que está moribundo.

Víctor Font, que considera que con una rueda de prensa al año es suficiente, aseguró que, con Laporta al frente del club durante estos dos años y cuatro meses, el Barça está ahora peor que con Bartomeu: con más gastos, una masa salarial incrementada, menos ingresos y mucho más endeudado. Y esto viene de esa moción de censura desleal que montaron en plena pandemia, provocando la paralización del club durante casi un año cuando más medidas debían tomarse para paliar los efectos del virus. Los más de 1.000 días que llevan Laporta y su junta han sido suficientes para conseguir el hundimiento del club. Ya es imposible darle la vuelta.

Ayer, otra decepción en balonmano. Si se recorta o no en las secciones es irrelevante, lo trascendental es la mediocridad de la gestión. Es muy triste pero el panorama actual es este. Laporta ha destrozado a Messi, a Mirotic, al Camp Nou, las secciones, que son un rasgo identitario del “més que un club”, la economía y la reputación de la entidad, porque no deja de ser uno de los causantes del caso Negreira, los derechos del socio, saltándose el mandato de la asamblea, la transparencia, la confederación de peñas, Barça TV que emitía en catalán, el palacio de hielo…

Mientras el Barça va camino de la SA, Laporta está en Qatar, país al que calificaba de corrupto para criticar a los anteriores presidentes. Todo muy coherente. El plan para los próximos años es que el Barça juegue de blanco (así será la tercera camiseta) en el frío Montjuïc, sin Messi, sin secciones competitivas y sin estadio. Ni en la peor de las pesadillas. ¿No hay nadie que todavía quiera un poco al Barça y tenga ganas de movilizarse?