Dicen en TV3: “Si Messi prioriza el dinero se irá a Arabia”. La voz que comenta la noticia del encuentro entre Jorge Messi y Joan Laporta añade que si lo que manda es el corazón entonces Leo volverá al Barça.

Tengo claro desde hace muchos años que para Messi el club de sus amores no es otro que el Barça. Su corazón es argentino. Pero también palpita con sangre azulgrana. Él no habría marchado nunca de la entidad que lo crió y lo convirtió en ídolo mundial. Laporta le abrió las puertas cuando él estaba dispuesto a firmar un contrato definitivo para toda la vida, y después que el presidente prometiera que Messi continuaría de azulgrana si él recuperaba el poder en el Barça. Ganó y lo echó alegando que ni Messi ni nadie podía hipotecar el club, que la entidad está por encima de cualquier jugador, entrenador o presidente. 

Escribe Charly Rexach en Mundo Deportivo: “Si yo fuera Messi no volvería ahora al Barça”. Y este otro barcelonista de corazón explica que con Leo, la actual directiva pasó del “no podemos pagarle” a darse cuenta ahora que “genera recursos”. La reflexión de Charly, con la que estoy de acuerdo totalmente, es más profunda. Habla del riesgo que corre un jugador que lo fue todo y que pese a seguir dando alegrías puede acabar siendo pitado como ha pasado en París. Un jugador por el que los culés sienten un cariño especial, y por el que todos hemos sentido una gran nostalgia, tanta que nos costará olvidarlo, porque la mayoría de los recuerdos que se tienen de él son maravillosos.

Tengo claro también que Jan Laporta no quiere pasar a la historia como el presidente que mandó a la calle al futbolista que contribuyó a engrandecer la historia del Barça. De ahí los intentos de recuperarlo. O de hacer ver frente al barcelonismo que él ha querido su vuelta, que él ha buscado subsanar el error de hace dos años.

Jorge Messi, que para esto de los negocios es un lince, y al que probablemente se puede engañar una vez, pero no dos, sabe cómo juega el presidente del Barça. Hace dos años picó en el anzuelo y se lo comieron. Tuvo que ver a su hijo llorando porque lo despedían sin más. Y su hijo quizás no derramaba una lágrima desde que de muy niño abandonó su Rosario para instalarse en Barcelona. Esta vez el padre y agente del jugador no picará. No es una cuestión de corazón. Ni de bonitas y dulces palabras. No. Es una cuestión de seriedad y de respeto a alguien que lo merece más que nadie.