Mucho se ha hablado en los últimos días acerca del lamentable espectáculo que protagonizaron unos cuantos ultras del Espanyol tras el derbi de Cornellà-El Prat (2-4), partido que certificó el título de Liga del Barça y dejó con un pie en Segunda a los periquitos. Penoso se mire por donde se mire. Pero no es la primera vez que el club blanquiazul, su afición o su entorno boicotean (e incluso quitan) un campeonato a la entidad azulgrana.
La rivalidad entre el Barça y el Espanyol existe desde siempre. Desde siempre que existen estos clubes, se entiende. Comentarios, chascarrillos, bofetones en el campo y otras triquiñuelas se han sucedido temporada tras temporada. Y una de esas veces nos lleva al 1916 con el llamado caso Garchitorena. El club blanquiazul denunció al Barcelona por alineación indebida de uno de sus jugadores, Juan Garchitorena de Carvajal (que años después triunfó en Hollywood como Juan Torena), por lo que la Federación le retiró al equipo azulgrana los puntos de los partidos del extinto Campeonato de Cataluña en los que hubiere participado este muchacho y le invitó a repetirlos sin él. Los blaugranas se negaron y perdieron un título que tenían en el bolsillo. Pero ¿qué ocurrió exactamente?
Garchitorena, hijo de vasco y andaluza, nació en Filipinas, donde su familia tenía grandes negocios, pocos meses antes de que España perdiera esta colonia a favor de Estados Unidos. Por lo tanto, la teoría sugiere que era español. Pero cuando años después el clan se trasladó a Barcelona él entró en la Ciudad Condal con un pasaporte falso. Se decía que tenía papeles argentinos, aunque nadie de su entorno pisó jamás aquella tierra. Nadie es nadie, aunque el protagonista de esta historia incluso llegó a alimentar esta teoría. La única certeza es que carecía de documentación española y alguien le ayudó a obtener el salvoconducto. Era una familia bien relacionada.
Nadie hubiera caído en ello si no fuera porque a Garchi le dio por el fútbol y se unió al ya por entonces potente Barcelona en un momento en el que estaba prohibida la participación de extranjeros en campeonatos oficiales. Los azulgranas, hay que decirlo, desconocían la situación del jugador, no así el Espanyol, que recibió un chivatazo y denunció al Barça poco después de caer derrotado ante los azulgranas por un doloroso 3-0 en el mencionado torneo. Se armó la de Dios es Cristo, el caso terminó en la Federación, que optó por una decisión salomónica que los azulgranas no acataron, y se apartó al futbolista del primer equipo barcelonista durante una temporada, hasta que obtuvo la bula y pudo, igual que otros, jugar pese a ser extranjero.
Mucho se habló también entonces de este caso. Para algunos entendidos, Garchi era yanqui, pues –y esto es una suposición propia– nadie solicitó para él, un bebé, la nacionalidad española cuando Filipinas pasó a manos de Estados Unidos. Bastante tenía la familia, primero, con la muerte de la madre del chico y, después, con la inestabilidad que genera un proceso de este tipo en los negocios. Se les debió pasar o ni siquiera repararon en ello. Lo del pasaporte argentino nunca se ha sabido explicar. Pero la verdad es que aquel año el Espanyol le quitó de forma torticera un título al Barça.