Joan Laporta, presidente del Barça, comparecerá, por fin, para dar explicaciones de los pagos del club a José María Enríquez Negreira, exvicepresidente del Comité Técnico de Árbitros, entre 2001 y 2018. El máximo dirigente se juega mucho. También la entidad. Los socios necesitan explicaciones convincentes de un asunto turbio que ha salpicado a cuatro presidentes: Joan Gaspart, el mismo Laporta, Sandro Rosell y Josep Maria Bartomeu.
El Barçagate de Negreira estalló hace dos meses. Las primeras reacciones de Laporta no estuvieron en sintonía con la historia y la grandeza de la entidad. El presidente del Barça habló de una campaña de desprestigio y aseguró que el club era inocente. También amenazó con emprender acciones legales contra quienes desprestigiaran la imagen del Barcelona. Y, en las últimas semanas, ha intentado diluir el caso filtrando el posible regreso regreso al Barcelona.
Laporta atacó pero no explicó nada de unos pagos sobradamente probados que comenzaron con las reclamaciones de la Agencia Tributaria al club y a Enríquez Negreira.
La amistad peligrosa y de conveniencia entre el Barça y Negreira comenzó con Gaspart en la presidencia. Laporta, que amenazó con levantar las alfombras en la campaña electoral de 2003, no solo silenció el caso, sino que multiplicó por cuatro los pagos al excolegiado catalán. Y la bola creció y creció, hasta que Bartomeu liquidó el asunto en 2018. Tres años después de ser elegido en las urnas por la masa social barcelonista.
Laporta deberá dar muchas explicaciones. Sorprende que en un club que pasa tantas auditorias y controles económicos se sucedieran los pagos a una persona de dudosa reputación, aunque el destino de los 7,3 millones de euros no está del todo claro. Al contrario.
El Barça, un club que presume de valores, vive la peor crisis reputacional de su historia. Crisis ha superado muchas, tanto deportias como económicas e institucionales, pero el nombre de la entidad nunca había estado manchado como en este caso. Un caso que pasa factura día tras día, que molesta a los socios y aficionados, y aleja a muchos patrocinadores. Porque la marca Barça ha pasado de ser la más admirada del mundo a estar bajo sospecha. Por todo ello, Laporta deberá ser convincente en unas explicaciones para las que ha tenido dos meses para recopilar argumentos. Su futuro y sobre todo el del Barça está en juego.