Decía el escritor Eduardo Galeano que el fútbol es la cosa más importante entre las cosas sin importancia. Pues vea por donde, hoy el Barça es lo más trascendental que existe para toda la familia barcelonista. Ha recibido un tiro al corazón de su imagen, una herida que sangra porque siempre había defendido unos valores que hoy están bajo sospecha. Entretenido como estaba el barcelonismo dirigente con encontrar palancas y subsistir económicamente en un mundo de especulación diaria, vislumbrando la escapada de un túnel deportivo que parecía no tenía salida con el liderato incuestionable en la Liga, se ha encontrado con una acusación impregnada de puro veneno, y con campos como los de San Mamés en los que se le cataloga como club mafioso. 

La imputación de haber pagado a un vicepresidente del Comité Técnico de Árbitros durante diecisiete temporadas ha pillado al Barça en pelota picada. Desnudo ante una revelación inesperada. La denuncia ha cogido a la masa social azulgrana pidiendo prisión para alguno de sus expresidentes, con querellas casi diarias y entretenido en guerras intestinas. El enemigo ha lanzado el soplo, o su misil, en un momento tan ideal como imprevisto.

Todos estamos a favor de conocer la verdad, pero de nada está sirviendo sacar ahora los trapos sucios del club más beneficiado en el mundo por favores arbitrales. Lo que se podía haber hecho no se hizo nunca. Se dijo por encima, pero nunca con la profundidad y la inquina con la que está actuando todo el fútbol español en este momento. Nada hay probado, pero el silencio de los dirigentes, amparados en que el caso está en manos de la justicia y no han recibido toda la información, contribuye a aumentar las sospechas.

Voces importantes del barcelonismo esperaban que todos los presidentes citados hoy por la Fiscalía Anticorrupción hubiesen tomado la decisión de unirse en esta lucha en la que el Barça, como entidad, como club prestigioso, está siendo vilipendiado. Desunido como está hoy el barcelonismo será fácil presa de todos aquellos que hoy lo llevarían al paredón sin presentar pruebas de que verdaderamente fue beneficiado por los árbitros a cambio de dinero.