Una importante cantidad de socios y una buena parte de la prensa deportiva catalana continúan ensimismados en el pasado triunfal y en un juego que cautivó al mundo entero. Los socios eligieron a Joan Laporta porque no querían conocer lo que podía ofrecer el nuevo candidato Víctor Font. Votaron por el pasado, apostaron por la nostalgia, creyeron en lo que habían vivido. Y así está el equipo. En lo que fue. Es un error. Ustedes perdonen porque lo he escrito en varias ocasiones. Aquello es irrepetible, como tampoco es posible hoy el Brasil o el Santos de Pelé, la Holanda o el Ajax de Cruyff. 

El fútbol ha evolucionado y cada día hay métodos de entrenamiento nuevos y estrategias de juego más estudiadas, perfeccionadas. De nada sirve tener más posesión que el contrario (52% a 48%), hacer más pases (501 por 470), si no tiras una vez a puerta y acabas derrotado 0-3. Durante la primera parte del Barça-Bayern los alemanes no tuvieron reparos para emplearse con dureza, paraban las incursiones locales con faltas. Y acabaron con tres amarillas por una del Barça. Y no solo utilizaban a un jugador para ello. En el Barça no hay un solo futbolista que recurra de forma intencionada a la infracción. Si pudiera hasta pediría permiso al rival para quitarle el balón. 

Hasta en eso busca este equipo la finura. Pretende seguir jugando con smoking y hay partidos en los que es necesario jugar con el chándal, a pecho descubierto, haciendo que el rival te respete, que sepa que está en tu casa, en tu territorio, que esto no es la casa de la caridad. Que ningún rival crea que porque se ha vendido el nombre del campo a Spotify, aquí el visitante pone su música. No. Y estoy de acuerdo con el tuitero Joan Miró, que escribió: “No hace demasiados años equipos como el Bayern venían a Can Barça acojonados y con muy pocas posibilidades de puntuar. Ahora es al revés”. 

Pero hasta la afición ha cambiado, parece otra. Su equipo pierde 0-3, es eliminado de la Champions por segundo año consecutivo y pide al final que salgan los jugadores para aplaudirlos, cuando tendría que ser al revés. Como si el recital que acaban de dar sea merecedor de “otra, otra, otra”. No, señoras y señores. Esto es fútbol y el Camp Nou. No estamos hablando del Liceu ni el espectáculo es una ópera. Y en Spotify no solo se escucha Monotonía de Shakira, también hay rock duro, heavy metal. 

Aceptemos que la división impera en la masa social del Barça como lo demuestran las redes sociales, y que una parte sea más dura con la otra. Eso sí que es ADN de este club. Merecen un aplauso esos jóvenes que no dejan de apoyar al equipo. Y puede que hasta les importe poco la derrota, porque es posible que esta afición se esté acostumbrando a perder, a los batacazos, que dice Xavi, que se haya vuelto conformista y paciente como no se había manifestado nunca. Y que el Camp Nou se esté casando con la derrota y el conformismo. Una pena sí es así. Pero hay momentos en que los equipos se levantan con exigencias no con benevolencia ni siendo indulgentes.