Que el árbitro se equivocó, sí. Que el gol de Pedri, anulado por mano de Ansu, tenía que significar el empate, también. Que luego hubo un penalti en el área del Inter que el árbitro rechazó ver en el VAR, también. Que Xavi tiene derecho a indignarse por la derrota, también. Fue tan fundamental la actuación del árbitro que hasta La Gazzetta dello Sport lo agradecía: “Grazie VAR”, se podía leer en un párrafo del partido de San Siro. Que las redes sociales que visten con los colores azulgrana escupan palabras como “robo” y “atraco”, pues también vale.

Pero que los errores arbitrales no nos tapen los ojos y nos conduzcan a ocultar los fallos del juego del Barça, que también han contribuido a sumar su segunda derrota en Europa. Que esas graves pifias del colegiado no escondan la falta de intensidad mostrada en el primer tiempo. No cubran la falta de recursos ofensivos de un equipo que está montado solo para atacar, para hacer daño al adversario, para marcar muchos goles, nunca para volver de cero como ha vuelto de Múnich y Milán, y menos ante un Inter tocado, contra las cuerdas y a punto de despedir a su entrenador. Con el Barça y el VAR encontraron su punto de inflexión.

Este Barça parece estar acostumbrándose a vivir del goleador Lewandowski. Si él no marca, aquí nadie tira a puerta. Ayer era de esperar que el Inter montara su particular catenaccio para controlar al jugador polaco. Lo encerró y lo anuló. Los italianos, en cambio, estaban preparados para regalar el balón al Barça, renunciaban a discutir la posesión de la pelota, eso que tanto gusta a muchos periodistas locales. El Inter solo hizo dos disparos a la portería de Ter Stegen. Ambos desde fuera del área. La primera la desvió el portero alemán, la segunda resultó imparable. Fue el único gol válido del partido por un portento de jugador turco --Çalhanoglu-- que tiene un disparo a puerta envenenado y certero.

Las dos derrotas en Europa están demostrando que el Barça todavía tiene que mejorar mucho, que carece del carácter de un ganador nato, le falta agresividad, no parece tener nunca rabia, esa que demuestra su entrenador vociferando y reclamando constantes jugadas a los árbitros, y que particularmente creo que Xavi debería tener más calma. No me gusta verlo así. Como tampoco me gusta que este equipo parezca un llorón, como subtitulaba la misma Gazzetta. Toca esperar que el Camp Nou dicte sentencia porque otra eliminación de la Champions no es de recibo.