En sus tiempos de jugador, Xavi Hernández siempre fue un jugador sin complejos, hacía lo que quería con el balón, rebajaba y subía las revoluciones cuando era necesario. Fue un futbolista modelo para todos los entrenadores, un referente con autoridad para todo el vestuario. Que se recuerde nunca tuvo problemas con los compañeros ni con los técnicos. Si alguna vez se quejó de algo fue de cómo Ronaldinho se perdió en la mejor fase de su carrera y, al mismo tiempo, eso acabó influyendo en el rendimiento del equipo.

Xavi deseaba volver al Barça y era consciente de las dificultades que encontraría no solo por la situación económica del club –que a lo mejor hasta desconocía- sino también porque sabía que tendría que dirigir a ex compañeros de vestuario, amigos suyos, con los que gastaba bromas y ahora tendría que aplicar seriedad, orden y respeto. O dejarlos en el banquillo como hizo este domingo en el partido contra la Real Sociedad con la mayoría de capitanes (Piqué, Alba, Sergi Roberto).

Xavi tiene que actuar de forma valiente porque para eso ha sido contratado. Siempre ha sido una persona más conciliadora que intolerante. Y seguro que sus ex compañeros, el domingo en segundo plano, entenderán las razones del entrenador, que también pasó por esa etapa en la que tuvo que aceptar ser suplente y entender que la titularidad no es un puesto vitalicio.

No es fácil ser entrenador del Barça, especialmente por el entorno que rodea al club, porque cada tres días hay una rueda de prensa y porque en la directiva hay personas que creen saber tanto como él.