Joan Laporta se ha animado en los últimos días. Sabe perfectamente que está obligado a vender ilusión al barcelonismo. Y está sacando pecho. Ya ha fichado a dos jugadores para el proyecto de Xavi Hernández, que le han servido para intentar encender la euforia. Christensen y Kessié no son futbolistas que se puedan considerar estrellas de primera magnitud. Tampoco pertenecen a ese tipo de jugadores que provocan excitación entre los aficionados. Son peloteros en los que seguramente Xavi ha visto que son fáciles de adaptar a un sistema de juego como el del Barça.
El danés Christensen reforzará la defensa y algunos técnicos aseguran que es el hombre ideal para presionar a Gerard Piqué, cuestión de la que dudo porque realmente no creo que en esta vida haya alguien que pueda ejercer semejante influencia sobre el futbolista catalán. Tampoco Christensen tiene pinta de ser un Carles Puyol, y es que del fútbol danés yo solo me quedo con las exquisiteces de Allan Simonsen y Michael Laudrup.
El marfileño Kessié es un centrocampista todoterreno que hace un año juraba que se quería quedar en el Milán toda su vida, pero que a la hora de la verdad ha decidido apostar por el Barça y dejar sentimentalismos aparte. Ojalá ofrezca el rendimiento que dio Yayá Touré en los tiempos de Pep Guardiola.
Los dos refuerzos y la esperanza de poder sacar adelante otra palanca han motivado al presidente del Barça a hablar ya de conquistar otro sextete de títulos y a conducir nuevamente al club a la cima del fútbol mundial. Puede que también el toque de atención que lanzó hace una
semana Víctor Font sirviera para animar al presidente a lanzar discursos motivadores.
Bienvenidos sean los sueños en esta entidad que parece, en este momento, adormecida y abatida. Cuando faltan recursos y están agotadas las posibilidades de contratar a grandes cracks, que vivan las palabras y las buenas intenciones.