“Te quiero, pero tengo que dejarte”. Durante mucho tiempo el barcelonismo ha vivido un romance en el que ha restregado al resto de clubes del mundo que su marca diferencial eran sus valores. Pero a la hora de la verdad, y más precisamente en este momento, aquellas esencias han sido sustituidas por la pasta.

El nuevo Barça se define como un “club familiar”, y ya se sabe que muchas veces las familias se quiebran por desamor y en otras por dinero. El primer divorcio de la segunda era Laporta fue con Leo Messi. La excusa de hipotecar al club convenció a muchos socios al principio, pero el tiempo ha demostrado que fue otro subterfugio muy hábil del presidente.

El segundo está por confirmarse. “Estoy muy feliz en el Barça y quiero quedarme muchos años aquí”. La frase es de Frenkie de Jong, al que de regalo de 25 cumpleaños –el pasado 12 de mayo- se le ha cantado la canción de “te quiero pero no puedo seguir contigo”. Hasta Xavi Hernández, que adora al jugador holandés y del que dijo que era fundamental en su equipo y podía marcar una época en el club, ha acabado aceptando la ley de la situación económica de la entidad.

Cada vez que el Barça desnuda su cuenta bancaria, comete un grave error. Si de lo que se trata es de dar pena, la da. Pero lo que logra es que sus futbolistas más valorados reciban mejores ofertas de otros clubes. Y que los buenos que juegan en otras ligas tengan dudas de fichar por el Barça. Prefieren otros aires. No un club en bancarrota como cada día expone el Barça.

De Jong dijo en una de sus primeras entrevistas que desde pequeño había querido llegar al Barça. Puede que en las ganas de la directiva de traspasarlo pese también que el holandés fue valiente aquel día que refutó una afirmación de Laporta tras la derrota con el Madrid en la Supercopa: “Me da pena que hubiera orgullo tras perder con el Madrid. No debe ser así. Somos el Barça y cuando pierdes debes estar decepcionado”. Ojalá este no sea el motivo de su puesta en venta.