Zinedine Zidane es el Guardiola del madridismo. En su primera etapa fue el entrenador que llevó al Real Madrid a ganar tres Champions consecutivas, además de otros muchos títulos. En la temporada 2017-18, en la que consiguió la décimo tercera y fue designado por la FIFA como mejor entrenador, decidió dejar el banquillo blanco. Tras su marcha se produjo una inestabilidad deportiva con Lopetegui y Solari como técnicos que no acabaron ni su temporada. Florentino volvió a acudir a Zidane y a la hora de la verdad ni le ha apoyado ni le ha dado los fichajes, que pidió abocándole a su dimisión. ¿Se imaginan cómo hubiera reaccionado la prensa y el entorno culé si eso se lo hubiera hecho cualquier presidente al técnico que consiguió tres champions consecutivas? A Florentino nunca le salpica la crítica.
Guardiola, Txiqui y Soriano se fueron al Manchester City para trasladar el modelo de éxito del Barça. Tras 1.250 millones invertidos no han ganado ninguna Champions pero porque es muy difícil ganarla y solo la gana uno cada año. Pese a eso es indiscutible que Guardiola es un magnífico entrenador y eso es compatible con decir que en la final tuvo un ataque de entrenador y se equivocó en el planteamiento jugando sin mediocentro (ni Fernandinho ni Rodri). En cambio, en el Barça, que ha ganado dos Champions en los últimos 10 años y 14 títulos en las últimas 7 temporadas, cada año que no gana el máximo título europeo es un fracaso y porque no hay proyecto, incluso el año en el que se gana la liga con autoridad, se llega a la final de Copa y se alcanzan las semifinales de Champions ganando 3-0 en la ida. Por cierto, que en el City, Txiqui y Soriano iban a basar su modelo de club en la cantera y 9 años después solo juega Foden y muchos jóvenes han preferido marcharse por falta de oportunidades como Jadon Sancho, Brahim Díaz o ahora Éric García. Nada es fácil. El doble rasero también pasa en función de quién haga los fichajes. Si las incorporaciones de Wijnaldum, sin ADN Barça según los enfermizos radicales del estilo, y el del Kun Agüero con 33 años los hubiesen hecho otros dirigentes los hubieran matado pero ahora son grandes incorporaciones.
Igual que ahora, el presidente del Barça va presentando fichajes sin haber designado antes un director deportivo ni haber decidido o confirmado el entrenador de la próxima temporada. De toda la vida, los proyectos deportivos coherentes se construían por los cimientos, y ahora se ve que no, que las casas deben empezarse por los tejados. Y los presidentes en lugar de demostrar plena confianza en el entrenador contratado debe dar la sensación de que no es su opción preferida. De siempre el presidente no se metía en el dibujo táctico ni en los métodos del entrenador, ahora se ve que sí, que el presidente debe vanagloriarse de que el entrenador obedece las instrucciones técnico-tácticas y acepta los fichajes que le marcan desde el palco. Y no se puede criticar, porque ahora la crítica es solo de resentidos. El doble rasero.