Nueva victoria del Barça en Copa. Otra vez, no sin cierto sufrimiento. Un poco in extremis. Pero mejorando sensaciones. La Copa del Rey es ahora el gran objetivo del conjunto de Koeman y jugadores como De Jong ya lo reconocen abiertamente. No es mala idea. Un primer reto más pequeño, menos ambicioso si se quiere, pero suficiente para ir sumando, para ir creciendo. Como se debió hacer con la Supercopa. Aquella derrota fue un punto de inflexión, pero no ha mermado la moral de un equipo capaz de sobreponerse al tour malet de los ocho partidos a domicilio con siete victorias (dos en la prórroga, una por penaltis) y solo una derrota (también en la prórroga).
A este Barça aún le queda mucho para aspirar a la Champions League, pero muestra una evolución progresiva. Ha pasado de ser un equipo de pardillos a un conjunto que empieza a tener oficio, como se vio en Elche. En los últimos partidos vemos a un equipo que no se ahoga pese a jugar tres prórrogas seguidas. Un equipo que domina los partidos a través del control del juego y la posesión del balón. Un equipo que empieza a mostrar criterio en la elaboración de los ataques y que da síntomas de recuperar el famoso equilibrio que tanto obsesionaba al Txingurri Valverde. En los últimos encuentros ya no vemos a un Barça que recibe decenas de ocasiones, el repliegue se hace mejor y la consolidación del 4-3-3 con un De Jong estelar está dando consistencia al EQUIPO.
Hay cosas por mejorar. Falta cerrar los partidos antes, queda pendiente evitar sufrimiento y, sobre todo, afinar la puntería. Contra el Rayo se volvió a perdonar. Como contra el Cornellà o el Athletic. Hizo falta el gol de los vallecanos y la entrada de Jordi Alba para revolucionar el juego y fraguar la victoria con los goles de Messi y De Jong. Falta pegada, pero las sensaciones van claramente in crescendo. Y el papel de los centrocampistas llegando desde atrás es una de las claves de la mejoría.