El próximo presidente del Barça se enfrenta a retos muy complicados. Deberá reforzar enseguida el proyecto deportivo y enderezar la situación económica tan perjudicada por la pandemia. Acertar en las primeras grandes decisiones será clave. En la historia del club hay ejemplos de errores históricos que cambiaron el destino de la entidad.
Vender a Luis Suárez (el gallego) porque el entorno le enfrentaba a Kubala. Fichar a Steve Archibald en lugar de a Hugo Sánchez. Malbaratar los millones pagados por el Real Madrid por Figo. Traer a Dembélé y no a Mbappé. Cuando tienes poco dinero en el bolsillo debes ser extremadamente certero.
Pero lo que también debe recuperar el nuevo presidente del Barça es la autoridad moral para exigir el debido respeto institucional que se le ha perdido al cargo. Y la autoridad no se gana con imposiciones dictatoriales sino con actuaciones inteligentes y bien argumentadas. Hay que empezar por bajar a los jugadores de la cima del triángulo de la jerarquía. Tomar decisiones impopulares siempre que sea en beneficio del club.
Y para ello, el nuevo presidente debe ser independiente, llegar al cargo sin hipotecas ni dependencias externas y con la fortaleza suficiente para plantar cara a los furibundos ataques que recibirá. Debe rodearse de directivos críticos pero leales. No olvidemos que 2 de los últimos 4 presidentes del Barça han pasado por la cárcel y todos han debido enfrentarse a demandas judiciales. Ese respeto se gana predicando con el ejemplo, siendo inflexible con aquellos que se han portado mal con la institución, como por ejemplo Neymar.
Los dirigentes del Barça deben recuperar la honorabilidad que, recientemente, ha sido amenazada por algunos políticos, por las federaciones y organismos futbolísticos que miden al club azulgrana con una vara diferente, y de algunos medios de comunicación que no paran de inventar patrañas porque meterse con el Barça se ha convertido en el deporte nacional. Para frenar a estos batallones de presión, el nuevo presidente debe ser dialogante y conciliador pero riguroso e inflexible con aquellos que quiera meter sus pezuñas en el pastel azulgrana con el fin de arreglar sus desaguisados políticos y/o empresariales.