Decía el periodista perico Francesc Vía tras el descenso confirmado del Espanyol que para volver a nacer hay que morir. No les queda otra que rescatar un atisbo de ilusión ante semejante desdicha, pero no cabe duda de que morir a manos del Barça duele más.
Los azulgranas pusieron la puntilla, en un nuevo episodio que servirá para alimentar la rivalidad entre los dos equipos históricos de Barcelona y que simbolizó la venganza del Tamudazo 13 años después. Precisamente, la mitad de tiempo del último descenso del club periquito, hace 27 años.
Sin embargo, y aunque finalmente el Barça mató al Espanyol para mandarlo a Segunda, la realidad es que durante el partido el equipo de Quique Setién dio mucha vida al de Rufete.
El Barça, decidido a repetir las buenas sensaciones del pasado domingo en Villarreal, apostó por el mismo esquema de ataque central con un 4-3-1-2. Messi y Griezmann volvieron a intercambiar posiciones y lo cierto es que los primeros minutos de partido vimos a un Barça fresco y ambicioso, cimentado en una veloz circulación de balón y en solventes posesiones que paulatinamente se fueron haciendo más estériles.
El que avisa no es traidor, y Setién ya dijo que El Madrigal podía ser un espejismo porque no es lo mismo jugar contra un equipo abierto, que apuesta por el fútbol de toque, ofensivo y de calidad, que jugar contra un equipo encerrado atrás, como lo fue el Espanyol. Por este motivo, en sala de prensa algún periodista le recriminó la obcecación de atacar por el medio.
Rufete, consciente de que la temporada ya estaba perdida, veía en sacar un buen resultado contra el Barça el camino para construir el regreso a Primera. Una última satisfacción que pusiera el broche a una temporada para el olvido.
No consiguió el resultado, pero con esa línea de tres centrales y dos carrileros consiguió contener al cuadro azulgrana. Además, las mejores ocasiones en la primera mitad llegaron en peligrosas contras del cuadro perico, que penalizó la lentitud de Piqué, Busquets y Lenglet para recular con mucho campo por detrás.
Setién detectó el problema y apostó por reordenar el equipo en la segunda mitad. Semedo fue el sacrificado y Roberto regresó al lateral derecho para que Ansu Fati abriese las bandas en ataque con un 4-2-3-1. Sin embargo, el joven canterano no tuvo su día y en un arrebato de ganas se llevó por delante la pierna de calero y vio la roja directa.
La expulsión de Ansu fastidiaba por completo los planes de Setién, que perdía a su principal revulsivo, pero otra imprudencia de un canterano, en este caso el espanyolista Pol Lozano, equilibró las tornas solo cuatro minutos después. Y, con un jugador menos por equipo, el Barça pudo encontrar esos espacios que se le negaban.
Fue una acción del tridente con la inestimable colaboración de Jordi Alba, siendo Griezmann el ejecutor del desmarque y del taconazo que habilitaron a Messi para tratar de batir a Diego López. Chocó el astro argentino contra la defensa y apareció su socio Luis Suárez para recoger el esférico y enviarlo al fondo de las mallas sin perdón.
No hubo más ocasiones, aunque Messi estuvo a punto de hacer otro golazo antológico. No llegó, pero sí que llegaron algunas oportunidades de peligro para el Espanyol que pudieron costar el empate.
Setién echó en falta ser más conservadores y la realidad es que los azulgranas no supieron aguantar de manera suficiente el balón para evitar conceder ocasiones y terminaron pidiendo la hora. Dieron vida a unos periquitos que intentaron volar, pero acabaron muriendo.