Efeméride en el Barça. Paulino Alcántara, el máximo goleador de la historia blaugrana hasta la irrupción de un tal Leo Messi, debutó con el primer equipo azulgrana el 25 de febrero de 1912; es decir, hace 110 años. Pero ¿quién era este mozo que dio tantas tardes de gloria a la afición?, ¿y por qué ha estado tantos años medio oculto, como si no existiera?
Paulino nació en Iloílo, Filipinas, en un ya lejano 7 de octubre de 1896. Era hijo de Eduardo Alcántara Garchitorena, militar, y de Victoriana Riestra Cauilán, que le dieron seis hermanos: Fernando, que jugó algunos encuentros amistosos con el Barcelona; María de la Paz, Eduardo, Diego, Victoria y Josefa. Sin embargo, solo él dejó una notable huella en la historia, aunque su participación en la Guerra Civil como médico en el bando franquista lo condenó al ostracismo histórico hasta que Messi batió sus increíbles registros, lo sacó a la luz y le hizo recuperar el lugar que se merece en el ámbito deportivo. Aun así, hay que destacar que los Alcántara no fueron los únicos miembros de la familia que defendieron la camiseta del Barça. Dos primos lejanos por parte de padre, José y Juan de Garchitorena y Carvajal, también lo hicieron, bien que de forma discreta. El segundo, de hecho, terminó en Hollywood actuando bajo el nombre de Juan Torena, pero esto es otra historia.
Casi un gol por partido: 395 en 399
La familia Alcántara llegó a Barcelona cuando Paulino contaba apenas 3 años, momento en el que las fuerzas revolucionarias filipinas recién habían declarado la independencia de España. Ya asentados en la capital catalana, los hermanos estudiaron en los Jesuitas de la calle Caspe y, aunque pudiera parecer este un dato banal o de menor importancia es capital en el devenir de la historia. Fue una tarde de 1908 cuando Paulino descubrió el fútbol junto a dos compañeros de clase; presenciaron un partido entre el Barcelona y la tripulación de un barco inglés y quedó prendado de este deporte. Se apoderó de él una obsesión casi enfermiza, hasta el punto de desear un balón con toda su alma. Lo compró con la paga que le daban sus padres y se inició en esto del balompié en la calle con otros muchachos de su edad. Sin embargo, tuvo un susto de salud, una púrpura hemorrágica después de una pachanga entre niños, que a punto estuvo de terminar con su sueño.
Hay que puntualizar que Paulino era un mozo enjuto que bordeaba el raquitismo y, además, el culto al cuerpo en aquellos tiempos era una novedad poco recomendada en su estado. Aun así, persistió y, tras un breve paso por el Galeno y el Universitari, ingresó en el infantil del club barcelonista (1910), categoría que él mismo impulsó porque no existía dentro de la entidad que Joan Gamper había fundado una década atrás. Las buenas actuaciones pronto le llevaron al tercer equipo, al segundo… y al primero en cuestión de meses. Con los mayores jugó 399 partidos y anotó 395 goles –entre ellos, el primero del campo de Les Corts, el 20 de mayo de 1922—. Huelga decir que era delantero, y de los que no perdonan. Por algo le llamaban Romperredes. Bueno, por eso y porque, en una ocasión, perforó la malla rival de un disparo. En todo caso, hay que explicar que su leyenda podría ser mayor, pero priorizó los estudios: se marchó dos años –de mayo de 1916 a abril de 1918— a estudiar Medicina a Filipinas, en la Universidad de Santo Tomás, antes de regresar al Barça. En su país natal también practicó el fútbol durante ese periodo, que se le hizo eterno; formó parte del Bohemian Manila, con el que fue campeón (1916-17). Y se le hizo eterno porque, en 1917, recibió correspondencia del Barcelona en la que se le suplicaba el regreso para enderezar los malos resultados y, hasta que logró el beneplácito de sus padres para volver, pasó una temporada con indicios de neurastenia: dejó de comer, se duchaba varias veces al día y no se medicaba pese a su delicado estado de salud.
Finalista de un campeonato de ping-pong
Su estancia en el sudeste asiático, no obstante, dio para bastante más. Representó a Filipinas con la selección de fútbol en los III Juegos del Lejano Oriente celebrados en Tokio (1917) e, incluso, le dio por el ping-pong, modalidad en la que fue finalista del Campeonato de Filipinas. Pero todo tiene una explicación. En este caso, las fuertes lluvias de la zona en los últimos meses del año imposibilitaban la práctica balompédica, por lo que probó con la raqueta y descubrió que se le daba bastante bien.
Finalmente, el hombre del pañuelo blanco en la cintura deshizo el camino para instalarse en su casa y agrandar su figura como blaugrana, equipo con el que levantó 15 trofeos (10 Campeonatos de Cataluña y 5 Copas) y cuyas actuaciones le llevaron también a la selección española y al combinado regional de Cataluña. Su grandeza se demuestra en que el Barça le organizó al menos tres homenajes o partidos en su honor: 1916, 1920 y 1927 (su último año). Por si fuera poco, la FIFA lo nombró en 2007 el mejor futbolista asiático de todos los tiempos, aunque faltaba mucho para ello cuando escribió sus memorias (1924), una faceta, la de escritor, en la que también fue pionero en su ámbito.
Un médico polifacético
Fuera de los terrenos de juego, Paulino también fue directivo del Barcelona (1933-34), seleccionador español durante tres partidos junto a Félix Quesada y Luis Iceta (1951), y hasta presidió la Agrupación de Veteranos (1959). Por cierto, se licenció en Medicina en 1923, y se casó con Blanca López Nieto en la iglesia parroquial de Jesús, en Gracia, el mismo lugar elegido por su amigo Emili Sagi y, después, por José Samitier. El matrimonio tuvo dos hijos: Eduardo, médico como el padre, y Manuel, reportero gráfico.
Paulino Alcántara falleció en Barcelona el 13 de febrero de 1964 y, con él, se llevó la primera etapa gloriosa del FC Barcelona.