La familia de Víctor Nuño está destrozada. Él tenía 18 años, era su primer trabajo, estaba emocionado por ello y días después murió .
El joven estaba muy feliz, además la empresa estaba a cinco o diez minutos de su casa. Tenía poca experiencia y trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) lo que le hacía pensar que lo tendría muy difícil para entrar al mercado laboral y no fue así. Su familia estaba exultante.
Mal inicio
Doce días después de empezar en Ferros Sabadell Nuño fallecía. "Le hicieron un contrato de un año. Supongo que por la discapacidad la empresa tenía beneficios", deduce la madre, Noelia Salvador.
Lo dice recelosa. Antes del terrible suceso, había cosas que no le cuadraban mucho. Ni siquiera le dieron ropa de trabajo, un hecho que su madre le exigía que reclamara. Ella misma escuchó como enviaba un audio de WhatsApp a sus jefes para reclamarla.
Sin formación
"No recibió formación reglada, más allá de las explicaciones de sus compañeros", añade su tío José Antonio Nuño. Esto también fue central en el caso de su muerte.
El 27 de noviembre de 2020, Víctor, que era solo un ayudante en la empresa, vio que “no había faena en su puesto”. “Le dijeron que se pusiera en otra máquina”, relata su progenitora. Un aparato que acabaría con su vida.
Fallecimiento
Se trataba de una planchadora industrial. "La sacaron ese día. Algunos empleados pensaron que era nueva. Pero no lo era, es que no la usaban desde hace por lo menos diez años", subraya Noelia.
El joven obedeció las órdenes que le dieron. "A las siete de la mañana empezó y a las siete y cuarto ya se quedó enganchado". Un compañero escuchó lo que pasaba, varios de ellos se movilizaron para rescatarlo, pero fueron los bomberos quienes lo lograron. "Ya estaba muerto", confirma su tío.
Problemas con la máquina
La madre, trabajadora de una empresa de riesgos laborales, tiene claro que "las negligencias fueron sangrantes". "Tenía el sistema de seguridad quitado, el botón de parada de emergencia deshabilitado, el de encendido y apagado no funcionaba. Solo se encendía y apagaba tirando del cable. Cuando intentaron sacar a Víctor no pudieron apagarla, tuvieron que ir a la pared y desenchufarla", añade Víctor.
"Son rodillos que cuando cogen una chapa de hierro grande o te la aplana o la encorva. A mi hijo lo pusieron ahí sin formación y, encima, estaba solo. La empresa está formada por tres o cuatro naves colindantes y él estaba solo en una nave. Cuando uno de los compañeros empezó a escuchar un ruido raro, fue y mi hijo ya estaba atrapado", detalla Noelia.
Condicionantes
Está convencida de que "Si hubieran cumplido con una sola cosa… A lo mejor si hubiera llevado un mono de trabajo, ya no le hubiera cogido del pecho; o si hubiera tenido sensor de movimiento, al cogerle la ropa se hubiera parado; si hubiera tenido una seta de seguridad, pues mi hijo le hubiera podido dar. Con que hubiera habido solo una cosa en condiciones a lo mejor Víctor estaría vivo". No fue así.
“Lo llaman accidente laboral, pero es un homicidio, ni siquiera digo imprudente, digo homicidio. No tenía revisiones, no tenía protecciones, lo tenía todo anulado. Lo que no, lo tenía puenteado", matiza.
Valoración oficial
La familia tiene claro que las negligencias fueron la causa de su muerte y denunciaron el caso. "Le tenían que haber hecho una evaluación para ver qué puesto de trabajo podía desarrollar. Una persona con discapacidad no puede llevar maquinaría, sin embargo, le pusieron en una".
Inspección de Trabajo les dio la razón, en parte. En cuatro meses tenía el informe listo: se trataba de una infracción grave. Ni tan sólo muy grave. Un hecho que dolió aún más a los suyos. “Consideran una muerte algo ‘grave’, y lo han castigado con una sanción ridícula", lamenta José Antonio.
Sanción con rebaja
La resolución dictaminó que todo se quedaba en una multa de 40.100 euros. Se quedó en mucho menos. "Por pronto pago le hicieron un descuento de un 20%, más otro 20% por reconocer los hechos, y se le ha quedado en una sanción de 24.960 euros. Sale más a cuenta pagar una sanción, aunque se muera una persona, que tener al día las revisiones", condenan.
José Antonio y Noelia tienen claro que esto no se va a quedar aquí. "Ya partiendo de la base de que es un fallecimiento, de que hubo negligencias --reconocidas por la empresa-- tendría que considerarse algo muy grave. Soy yo la que perdió a mi hijo. Es mi familia la que está rota", sentencia. Su lucha continúa. "El dinero no es para nosotros, es para la inspección, pero la muerte de Víctor no puede salirle tan barata", concluyen.