María Garralón: "Cada vez estamos más crispados"
La actriz regresa al teatro con 'Las suplicantes', una obra escrita hace 25 siglos, pero que, "desgraciadamente, sigue de actualidad"
19 junio, 2022 00:00María Garralón (Madrid, 1953) es un icono para varias generaciones de este país. Cada una tiene a su María particular: Julia de Verano azul, María de la Encarción de Farmacia de guardia, Rocío de Compañeros... o la actriz de teatro que realmente se siente.
La actriz ahora está sobre los escenarios de vuelta y con un clásico, Las suplicantes. Una versión fusionada de las piezas de Eurípides y Esquilo que lleva a cabo Silvia Zarco y dirige Eva Romero y que, 25 siglos después, parece más de actualidad que nunca.
Tragedia actual
Garralón está encantada con su papel, pese a la dureza de lo que vive y lo actual que es. Antes de volver de gira por los teatros romanos de Extremadura estrena la versión redux para teatros tradicionales. El pistoletazo de salida que espera recorrer más espacios de España arranca este 22 de junio en el Teatro Reina Victoria de Madrid.
La intérprete habla con Crónica Directo sobre este nuevo periplo y la esperanza de no detenerse, ya sea en las tablas o en televisión. Solo pone una condición, que el personaje merezca la pena.
--Pregunta: Aterriza en Madrid con 'Las suplicantes' tras estrenarse hace un año, ¿cómo se vive esta entrada en la capital?
--Respuesta: Empezamos la gira ahora, realmente. La obra se hizo para el festival de Mérida del año pasado y fue una experiencia que no te puedes ni imaginar.
--¿Sí?
--Sí, porque el espectáculo es muy duro y terrible. Lo que se cuenta desgraciadamente sigue de actualidad aunque lo escribieran Esquilo y Eurípides. No hemos aprendido casi nada. Pero es muy bonito. Nos hace reflexionar sobre tantas cosas que hacemos mal los seres humanos... Fue una experiencia preciosa. Y ahora Madrid es el arranque a lo que se le llama las extensiones del romano que son Medellín, Regina y Cáparra. Pero aprovechando eso, hemos hecho una versión más pequeña, con Silvia Zarco, que ya reunió las suplicantes de ambos autores, y lo ha reducido para teatros normales, porque si no no se cabe. Esto es lo que se muestra en Madrid y a partir de allí hacer gira, que ya tenemos algunos sitios y a mí me encanta. Amo la función, porque a pesar de que mi personaje es terriblemente duro, me gusta mucho hacerlo y que lo pueda ver la gente, para ver si podemos poner nuestro grado de arena para que las cosas no sean así.
--Precisamente, para quien no ha visto o conoce la obra, cuéntenos un poco su personaje y cómo es posible que una obra escrita hace 25 siglos siga siendo, tristemente, de actualidad.
--Muy fácil. Por un lado, están las danaides, que son unas jóvenes que vienen de Egipto a pedir ayuda, asilo y auxilio, porque no son respetadas: las quieren casar por contrato con sus primos y demás, no valen nada... ¡Un horror! Y lo que está pasando ahora, hace nada mataron a dos muchachas por eso mismo. Ellas llegan a pedir ese socorro con dolor, tras un largo viaje para que se las deje vivir en libertad y con respeto. Por otro, están las madres, donde estoy yo, que pedimos los cadáveres de nuestros hijos muertos en las guerras, que sigue habiéndolas por desgracia, para poderlos enterrar y darles un último beso, que también pasa. Y pienso ¡qué tremendo! Me encanta hacerlo porque es una maravilla, un desgarro que me quita muchísima energía cada vez que subo a escena, pero pienso: a ver si tomamos conciencia de que estas cosas no pueden pasar. El ser humano va para atrás, nos estamos cargando la madre tierra, una convivencia que podría ser fácil y basada en el amor. En cambio, cada vez estamos más crispados y nos queremos menos y no puede ser, no podemos seguir así. Al menos no es el mundo que le quiero dejar a mis hijos.
--Muy triste que se haya evolucionado en cuanto a civilización y no en las relaciones humanas. ¿Si ya es duro interpretar un personaje como el suyo, es más doloroso cuando ve que refleja la realidad?
--Sí. Porque para estudiar no he tenido que hacer grandes esfuerzos más allá de los memorísticos, porque por desgracia tenemos la guerra de Ucrania, con unas imágenes tremendas, donde se ven las luchas de las mujeres por salvar a sus hijos y a sus nietos, gente que sale de su país sin nada y que puede que no vuelvan a ver a sus hijos en vida... Esto pasa ahí, pero la humanidad lleva años con guerras incesantes. ¿De verdad? ¿Todavía ahora? ¿Dónde se ha quedado la palabra, el mirarnos a los ojos y solucionar las cosas de otra manera? Me llena de rabia, de miedo y de pena.
--Y la parte de enterrar dignamente a los hijos, es una reivindicación muy cercana, lamentablemente, para muchos españoles.
--¡Memoria histórica! Hay gente que todavía trata de encontrar a sus padres, maridos, abuelos. Conozco gente que no han encontrado a los suyos y otras personas que sí y sienten una mezcla de todo... Me parece tan terrorífico... Y es así, parece que no puede ser real y existe.
--De hecho, hay quien cree que hablar de ello es remover la historia.
--Afortunadamente esto no me ha pasado, pero a mí que piensen eso me da lo mismo. Si yo tuviera un caso así, me da igual lo que piensen, quiero enterrar a mis seres queridos. Me parece de una crueldad que se diga eso.
--La obra no solo habla de eso. Sino de la situación de las mujeres, violadas, forzadas a casarse...
--En la función se ve y se demuestra también la fuerza de las mujeres que, cuando nos unimos, somos imparables. Y lo que nadie puede negar es que nosotras os parimos y eso nos da una fuerza que nadie sabe...
--¿Se considera una persona feminista?
--Feminista no sé si soy, creo en la fuerza de la mujer y me siento identificada al 100% con ello. Muchas veces se minusvalora a las mujeres, aunque afortunadamente las cosas van a mejor en España. Por suerte, yo empecé de muy joven en esta profesión que tiene mucha libertad. Nunca he sentido que me hayan hecho de menos. Al vivir todo eso, lo he sentido de otra manera a la que sí se han tenido que enfrentar otras compañeras de colegio o ajenas a la profesión. A mí no me ha importado casarme, no casarme... Yo he hecho lo que me ha ofrecido la vida, cosas que me han gustado y otras que no, pero reconozco que no es la generalidad que han vivido muchas mujeres.
--Y durante estos años en esta profesión, usted se ha convertido en un icono de distintas generaciones de españoles. Julia de 'Verano azul', María de la Encarnación de 'Farmacia de guardia', Rocío de 'Compañeros'... ¿Cómo lo vive?
--Yo divinamente, no sé ellos (ríe). Dependiendo de la canción que me canten ya ubico la serie y sé que edad tienen más o menos (bromea). Más allá de la libertad que me ha dado la profesión, lo que debo agradecerle a la vida es el cariño que he recibido de la gente y que sigo recibiendo. Ya me vale, no pido más. Que salgas a la calle y la gente te mire o se te acerque con cariño, te abrace y demás no le pasa a mucha gente y debo agradecerle esto a la vida.
--¿Se esperaba todo esto cuando empezó?
--¿Cómo me lo iba a esperar? Tú esperas trabajar y que te den trabajo. La vida me lo ha puesto un poco en bandeja y he tenido suerte, porque las series que has nombrado allí quedan y están. Que luego me lo he currado. También he hecho muchísimo teatro, que forma parte de mi ser, aparte de hacer series de televisión. También influye la suerte, porque puedes ser muy bueno y que no te den trabajo. Así que no voy a decir nada no sea que me la quiten (bromea).
--¿Pero siempre quiso dedicarse a esto desde pequeña?
--¡Qué va! Si en mi casa no había nadie en este mundo del teatro. La primera vez que fui a un teatro fue la primera vez que yo trabajé en uno. Lo cierto, por eso, es que desde pequeñita apuntaba maneras: me gustaba bailar, cantar, participar en los actos de fin de curso... ya en el bachiller las profesoras de literatura me empujaron a hacer cursos, pero yo pensaba que eran cosas que se hacían en América. Me apunté a la carrera de Turismo y el director era director artístico de teatro que hacía clases, me apunté y, como te puedes imaginar, no acabé la carrera. Él tenía un pequeño grupo de teatro en el que entré e hice algunas cosas, inmediatamente entré con Tamayo en el Teatro Bellas Artes donde me hizo la carta de meritoriaje, la llevé al sindicato de actores y me dieron el carnet de profesional y de allí, para adelante, con lo que iba surgiendo. He hecho desde muy poco, con dos o cinco frases, a ir creciendo a base de disfrutar muchísimo, querer hacerlo bien y aprender de mis mayores. La generación de actores anterior a la mía es irrepetible, de hecho. En eso también tuve suerte (sonríe).
--¿Y cómo vive esta evolución, por ejemplo, en las series con la llegada de plataformas y demás?
--Las cosas tienen que cambiar. Si cambia la técnica, la forma de trabajar y todo, pues adelante. Se hacen series buenísimas en España, se trabaja muy bien porque tenemos actores y técnicos muy profesionales y es un orgullo. Cada vez que me dicen que una serie española está en plataformas y la reconocen en todo el mundo yo lo aplaudo. ¡Es estupendo! Si llevamos toda la vida esperando que se reconozca nuestro talento más allá de nuestras fronteras. Incluso hay gente que se va a buscar la vida a otro país, que en mi época era impensable.
--¿Le hubiera gustado?
--No lo sé, porque yo soy muy de aquí (ríe). A lo mejor sí. Tampoco es lo mismo que te lo digan a los 19-20 años que cuando tienes una familia y unos hijos. Como no lo hice, por qué no.
--Aún puede llegar.
--¿Ahora? Me duele la espalda, la rodilla... ¿Dónde vas María? (ríe).
--Las series, el cine, el teatro han cambiado y reflejan la sociedad. Usted misma ha dicho antes que estamos más crispados. ¿Cómo ve la situación del país y de la cultura nacional? Hay menos asistencia a cines y teatro tras el boom inicial de la pandemia.
--Tenemos un país maravilloso y a veces improvisamos mucho las cosas. No es que ahora esté bajando el público, es que la gente lo está pasando mal. No hay alegría de vivir. Yo me imagino a familias con niños pequeños, sus gastos y lo están pasando mal. Yo no sé si es que la gente que dirige ha perdido los papeles o qué. No creo que haya voluntad por parte de nadie, pero las cosas se han dado así. Ha habido una crisis, una pandemia, se ha muerto mucha gente, la economía no va bien, la guerra... Todo eso hace que la gente esté sin alegría. Vivimos con mal humor, sinceramente. Me parece una pena, pero también lo entiendo. A mi modo de ver, por eso, es algo global. El planeta nos avisa constantemente de que vamos mal. Espero que las cabezas que tienen que pensar y el poder de cambiar las cosas tengan esa voluntad y no vaya todo de mal en peor.
--Más allá de esta situación... ¿tiene algún proyecto más?
--Me llaman para cosas, pero estoy muy tranquilita con esto. Está bien con la gira de Los suplicantes, tiene que ser algo que me apetezca mucho, que me guste el personaje, que disfrute, que pueda interpretar algo... por ejemplo, el personaje de Servir y proteger, que eran seis capítulos, pero era un personaje bonito, fuerte y no me importaba levantarme a las cinco de la madrugada. No me importa si es algo grande o pequeño, me ha de gustar.
--De hecho, recientemente participó en un corto.
--Sí, porque me pareció precioso y además es de una compañera de Compañeros. Le dije que me lo mandara y me pareció una historia tan bonita que dije: lo hago, me va a gustar hacerlo. Si hay personajes que son telita, me quedo en mi casa.
--El poder escoger es fruto del trabajo bien hecho, ¿no?
--Ahora sí. Siempre he hecho lo que me han ofrecido, pero ahora quiero hacer solo cosas que me gusten.
--¿El teatro tiene más puntos, por eso?
--Pues sí. Pero es tristísimo lo que ofrecen (bromea), o estoy enferma o tengo problemas con un hijo o con Alzheimer me voy a morir pasado mañana. Pero me da igual si es tele o teatro, porque la televisión es como mi casa. Cine sí he hecho un poco menos. Me da igual que sea teatro o televisión, pero que sienta que pueda disfrutar de ese personaje. Y ojalá también me llegue algún trabajo de hacer reír o tragicómico, que es lo que más me gusta hacer y poder ofrecer un poco de todo a la gente. ¡Y que la gente vaya al teatro! Que al fin y al cabo, aunque en esta obra por ejemplo se sufre, te hace pensar y sales cambiado. Eso es lo importante del teatro, que salgas, primero, intentado entender lo que has visto y te han querido decir, y luego, sentirnos identificados y que nos haga pensar. Todo ese rato que estamos allí dejamos de pensar en todo lo que nos pasa en el día a día y merece la pena.