Belén Macías (Tarragona, 1970) ha vuelto al cine. Lo hace con Verano en rojo, un thriller en toda regla basado en la novela homónima de Berna González Harbour, que le ha dado la oportunidad de seguir abordando los temas que le interesan, en especial la denuncia social.
La realizadora tiene claro que el material con el que partía era de calidad. La investigación de un caso de pederastia que salpica a la Iglesia y que es investigado por prensa y policía. El rol del periodista lo juega José Coronado, que se siente desplazado y fuera de su trabajo con la llegada de las nuevas tecnologías. Él apuesta por ir a las fuentes, salir a la calle y tener contactos, no quedarse en redacción. Por el otro, está la agente que interpreta Marta Nieto, una psicóloga que, por razones varias, ha acabado inmiscuida en este caso y que le va a llevar a empuñar un arma.
Hasta aquí todo normal. Un thriller más. ¿Dónde está la novedad, el aliciente? La realizadora lo tuvo claro al leer la novela y cuando le llegó la propuesta de llevarla a la gran pantalla. “Me interesaba porque utilizaba el paraguas del thriller para detenerme en un lugar social que me parecía muy interesante”, indica en una entrevista con Crónica Directo.
Lo cierto es que es así. A medida que avanza la trama, descubrimos que el periodista tiene una vida laboral en precario, mientras que la policía no puede conciliar la vida laboral con el cuidado de su hija adolescente. Ese es el trasfondo que le interesa a la directora catalana, pero que en realidad es tocado con tanta delicadeza, tan en segundo plano, que parece que sólo esboza la silueta de la problemática. A lápiz y sin apretar mucho.
Insiste en que usar el thriller es lo que más la motivaba. Y confía antes de su estreno en el poder de atraer a los espectadores a la sala. Para ella, usar el suspenso puede ayudar a “llegar a un gran público. Por el ritmo, por la forma, por el interés que crea un thriller”. Una vez captada la atención, entra de lleno en lo que llama “denuncia social”.
En el caso del periodismo le resultaba “interesante mostrar qué significó en el año 2010 la aparición de lo digital, que los periódicos dejasen el papel y la transformación digital”. Una situación incipiente hace más de una década y que “les causó un shock” a los profesionales, pero que ya es una realidad. Aunque no guste.
Sobre este tema no hubo problema. Más delicado resulta en este país abordar el tema de la periodista, sobre todo, en el ámbito de la Iglesia. Como muestra Verano en rojo, hay varios estamentos implicados y no siempre es fácil abordarlo si no se actúa con pies de plomo.
En el caso de Macías, ella fue a por todas. Todo lo que narra la película está ya en el libro así que, superado el “nerviosismo” inicial, y con la confianza absoluta de su productor, Gerardo Herrero, “tiraron hacia adelante”.
“Nos planteamos cómo íbamos a publicitar esta película y va a crear controversia y, al final, hemos llegado a la conclusión de que en la película está tan equilibrado la forma de contarlo, que no hiere a nadie”, defiende. “Nuestro héroe es el padre Damián, un hombre de Iglesia, limpio, que cree en la institución” y que incluso colabora con la investigación.
Macías no quiere poner el foco ahí. “Deseo que nadie se ofenda, porque no es la pretensión, la pretensión es reflexionar acerca de ese velo de la Iglesia”, añade. Ella misma admite que la decisión de ocultar los casos de pederastia en el seno de la institución eclesiástica no la entiende. “Creo que les perjudica más que les beneficia y sobre todo porque el mundo de los abusos en la Iglesia es equiparable al mundo de los abusos en la sociedad civil. Pero en la sociedad civil se castiga y en la sociedad religiosa se esconde. Entonces no entiendo que hacen las nuevas generaciones”, remata.
“Desde fuera veo que su estrategia no les funciona, porque lo único que crea es un halo de ocultamiento que no les beneficia”, prosigue. Eso y “malestar social”, sentencia para zanjar el tema.
Claro que, tal y como se ve en la cinta, la Iglesia no está ayuda. Cuenta con el apoyo de algunos sectores policiales. Eso no lleva implícita una acusación de consentimiento por parte de la policía a estos casos, “sino un acercamiento a la Iglesia, porque a la policía no le interesa que la Iglesia esté de uñas, no le interesa estar mal porque son dos estamentos que van de la mano o iban de la mano en ese momento en el año 2010”.
En cualquier caso, policía e Iglesia, como la misma realizadora reconoce, es que son dos estamentos del poder y “no le interesa que se investiguen mucho sus problemas”. Al menos, aclara, en su película.
Una cinta que no ha sido fácil de rodar. Han pasado tres años desde que se pusiera en marcha, pero ha conseguido un reparto de lujo. “A mí es que me encanta Marta, me gusta mucho su trabajo. Tiene un equilibrio entre lo delicado y la fortaleza que me parece que para el personaje le va muy bien”, afirma.
De hecho, es así. La agente María Ruíz tiene esa determinación de querer hacer su trabajo, pero también tiene que hacerse cargo de su propia hija. "A mí como cineasta y mujer con un hijo, me ha resultado muy complicado conciliar y me parecía muy interesante que una mujer de sus características, con esa brillantez pudiese también mostrar que eso es complicado", señala la directora.
Esa es su manera de aportar cosas a la novela y al thriller. Porque si algo tiene Verano en rojo es que van apareciendo temas sociales, a medida que avanza la trama. La propia Macías confiesa que de la novela he cogido todo lo que le interesaba "y luego me he detenido para ahondar en eso".
- En cualquier caso, se refugia en el cine para hablar de cine social. ¿Tan denostado está?
- Yo no creo que no esté denostado, yo creo que una gran película hable del tema del que hable siempre va a trascender. Y ahora he tenido la oportunidad de hacer un thriller y lo he hecho, me ha parecido un ejercicio muy bonito.
- Que supone además su regreso al cine. ¿Por qué tanto tiempo alejada, además de para dirigir series?
- Lo que he hecho es televisión, pero es que yo trabajo, vivo de la televisión. Desde que empecé hice televisión, fueron mis dos primeros cortometrajes en cine, los que me abrieron la puerta de la dirección cinematográfica. Ya antes de hacer El patio de mi cárcel, hice mucha tele. Me da mucho pulso cinematográfico y narrativo porque me meto en historias de otros, de diferentes géneros… me gusta mucho. Lo que pasa es que he tenido proyectos chulos que me han impedido a lo mejor tener más continuidad en el cine. A mí la televisión me ha dado todo el oficio y tengo tres películas.
- Antes, por eso, hacer tele estaba mal visto y cine bien. ¿Cree que ha dado la vuelta?
- Afortunadamente, desde el desembarco de las plataformas, todo eso ha cambiado, todos los directores, por suerte, hemos tenido la opción de poder hacer cosas de autoría en la televisión. Lo de la que hacer televisión era una losa es prejuicio, porque yo nunca he pensado que hacer televisión era mejor que el cine, ni tampoco a la inversa.
- Pero lo cierto es que ahora el cine está falto de espectadores y las series triunfan.
- La experiencia cinematográfica es única. La comunión de una sala llena es muy difícil que la consigas en medio del salón de tu casa, porque estás atento al móvil, a la comida… A mí, me gustaría que la gente hiciese el ejercicio de ver Verano en rojo en el cine. Es muy visual, he procurado tener una fotografía muy cuidada, unos planos-secuencia muy orquestados, así como la puesta en escena.
- Y, tras el cine, ¿hay más proyectos?
- Estoy con una serie de televisión para Atresplayer con José Corbacho, protagonizada por Yolanda Ramos. Una comedia absoluta.
- ¿Ha cambiado mucho la televisión desde que empezó? Porque en sus inicios, trabajaba para la televisión en abierto, ahora son todo plataformas.
- Las plataformas nos han dado la oportunidad de tener otros campos de trabajo. Eso siempre es muy bueno para nosotros.
- ¿Pero se emiten pocas series en abierto?
- El espectador ahora tiene otra forma de ver televisión. El espectador joven se refugia en internet y en los contenidos de plataformas digitales. Entonces, claro, el abierto ahora tiene que volver a buscar una manera de atraer al público y en ello están. La diferencia está en la forma de narrar que, afortunadamente, es mucho más breve, hay una manera más libre de contar lo que se quiere. Yo misma en Atresplayer me estoy permitiendo ser más gamberra de lo que sería para una televisión en abierto.