Natalia de Molina es una actriz todoterreno. Quien tenga dudas, que se acerque a una sala de cine y entre a ver Asedio, la última película del sevillano Miguel Ángel Vivas y que retrata la realidad de una policía antidisturbios que no va a dejar a nadie indiferente.

La actriz prefiere que no se hagan destripes sobre una determinada escena de la película que va a provocar todo tipo de reacciones en el espectador. Tantas como su personaje, que en la obra empieza como una agente más encargada de realizar un desalojo y que, tras huir incluso de sus propios compañeros, acaba de manera muy distinta a como empezó.

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Este arco del personaje, que la actriz transita de forma magistral, fue una de las cosas que más la atraparon a la hora de elegir el papel, reconoce a Crónica Directo. Claro que, al margen de lo que le sucede a ella, la cinta retrata una sociedad que, cómo mínimo, da que pensar.

Cuando se encienden las luces de la sala, el espectador empieza a pensar si el título, Asedio, hace referencia a lo que vive el personaje interpretado por De Molina o tal vez se refiera a este mismo asedio constante que impone el sistema a los más desfavorecidos --ya sean migrantes o no-- y cómo se aprovecha de algunos para infligir cierta violencia entre semejantes. Lo mejor es ir a verla y escuchar a la actriz cómo la define.

--Su personaje pasa por todos los estados y el espectador pasa de odiarla a quererla cada dos por tres. ¿Cómo lo defiende?

--Es una anti-heroína. Es el viaje de una anti-heroína. De una persona que empieza en un lugar y acaba en otro totalmente opuesto. Literalmente. Y era una de las obsesiones que tenía yo cuando construía el personaje, aparte de no ser complaciente en la construcción. Es una persona con sus cosas buenas y malas. No intenté dulcificarla o blanquearla en algunos momentos, intenté mostrarla tal cual es. Y sobre todo me obsesioné mucho con la idea de que, si coges una imagen de Dani al inicio de la película y una al final, ves dos personas totalmente diferentes siendo la misma. Intenté construir en medio todo ese arco, de empezar en un lugar y acabar en algo mucho más salvaje.

--¿Cree que la película va a hacer que salten ampollas?

--Bueno, eso nunca se sabe. Es una película arriesgada en todos los sentidos. Quizás, como vivimos en un momento en que la sensibilidad está a flor de piel, puede haber gente que le moleste, pero es ficción. Es una película que desde que empieza hasta que acaba te mantiene en tensión y no sales de ella en ningún momento. Y yo creo que es muy entretenida y que además tiene un mensaje que... ahí está.

--Vamos a ello, porque la película aborda muchos temas. Uno de ellos son los desalojos y cómo los llevan a cabo las autoridades.

--Hay un desahucio y un desalojo.

La actriz Natalia de Molina / ÁLEX ZEA

--¿Claro que se pueden y saben diferenciar? ¿Se puede decir que algunos son justificados?

--Esto es un terreno complejo. Fíjate que yo hice Techo y Comida, cuyo personaje es la antítesis de este. Hay muchas cosas en el sistema que no funcionan. Lo sabemos y es injusto. Hay una parte del sistema que es muy deshumanizante, trata a las personas como si fuéramos robots. Al final, Dani es una persona que está cumpliendo unas órdenes. Yo no la juzgo a ella. Igual hay que juzgar no a quien acata las normas, sino a quien las ordena. ¿Quién toma la decisión de que estas personas tienen que quedarse sin hogar o quién es español y quién no? Hay muchas preguntas en el aire.

--Además, en esta película se muestra cierta corrupción policial. ¿Cómo cree que se va a encajar?

--Eso es ficción, es fantasía. En España no hay corrupción [ríe]. Esta es la parte que no está basada en hechos reales [bromea sarcásticamente]. Los desahucios existen y hay mucha gente que se ha suicidado en muchos casos. El germen de la película surgió a raíz de una noticia de un señor que se suicidó en un desahucio y hay muchísimas estrellas así. Y de la corrupción no sé qué decirte [bromea de nuevo].

--Otro asunto es el trato que se le da a la inmigración. ¿Se le da siempre el trato adecuado?

--En general vivimos todos muy peleados los unos con los otros. Hay un problema de empatía tremendo y creo que Dani en parte también tiene eso. Es una persona que está luchando todo el rato contra la empatía, porque si no, no podría dedicarse a lo que se dedica. Al final, acaba viendo a las personas que tiene delante y hablándoles de tú a tú, en igualdad. El tema de la inmigración también está muy presente ahora con las guerras. Es supervivencia.

--¿Y cómo la trata la policía y nosotros?

--Bueno, la peli habla de que es muy fácil ver la paja en el ojo ajeno y no ver la viga en el propio. Puede ser la policía, pero puede ser tú, puedo ser yo. Hacemos tantas cosas mal con todo el mundo que hay una parte de autocrítica que creo que es importante que hagamos como sociedad. No vale tener un discurso superbonito. El discurso nos lo sabemos todos: no hay que ser racista, no al machismo… pero luego las acciones son las que nos definen y los cambios también vienen marcados por las acciones que llevamos a cabo. Por eso, sí, hace falta mucha autocrítica, pero de cada uno, individualmente, para que colectivamente pueda haber un cambio que vaya más allá de la palabra.

--Otro punto que refleja es la precariedad en la que vivimos, desde los migrantes hasta el propio ciudadano.

--En realidad todos estamos asediados por el mundo en el que vivimos y por lo que hemos construido como sociedad. Por eso, hay que pararse, empezar a mirar al otro, no verlo, y escucharlo y hacer algo, porque la responsabilidad colectiva empieza por la responsabilidad individual.

--¿Y qué papel juega una película como esta o el cine para posibilitar esta autocrítica?

--El cine es una herramienta que pone un espejo en lugares donde no es cómodo mirar, como en este caso, pero hace falta que se mire de frente y enfrentarte a ese reflejo. No negarlo. Preguntarse “¿qué hago?”. Ser consciente de no saber si te gusta el reflejo que ves, pero darse cuenta de que es verdad lo que ves y hacer algo con ello. No mirarlo no va a hacer que desaparezca o que no exista.