Miriam Montilla (Linares, 1969) está dispuesta a destapar una caja negra de la cual prefiere no hablar. Invita al público a acercarse al teatro para ver qué hay allí. La sorpresa puede ser mayúscula, o no. Juega con la intriga.
La actriz habla con Crónica Directo para conversar sobre una historia que mezcla la ficción y los referentes del destape con las que unas niñas del franquismo soñaban ser. ¿Eso es bueno o fue realmente perjudicial?
Raquel Alarcón dirige este montaje teatral basado en la novela homónima de Raquel Sanz, Daniela Astor y la caja negra, adaptado por Mónica Miranda y que se estrena este 9 de marzo en el Teatro Fernán Gómez de Madrid. Así adelanta su protagonista qué le espera al espectador
--Pregunta: ¿Qué dirías que es Daniela Astor y qué lleva esa caja negra?
--Respuesta: Bueno, esto lo tiene que ver el público. Lógicamente, no se lo vamos a desvelar. Pero bueno, Daniela Astor es un personaje ficticio que se inventa el personaje de una niña de 12 años que busca referentes infantiles de mujeres. La pequeña juega con su vecina, compañera y amiga, a que son unas musas del destape y encarnan a este tipo de mujeres. Lo de buscar referentes lo hemos hecho todas en algún momento de nuestra vida, no con las musas del destape, pero sí con mujeres y actrices, cantantes… que se convierten en nuestros referentes.
--¿Y cómo definiría a su personaje en la obra?
--Mi personaje es Catalina, la protagonista, una mujer de unos 50 y tantos años, que necesita recuperar la historia de su madre. Ella nos lleva a todos y a todas a un viaje a la España de 1978, para contar la historia de esa mujer, y lo hace a través de ella y de su vecina, que son dos niñas, y cuentan lo que le pasó a su madre cuando ellas eran unas niñas. Entre los juegos se confronta lo que ocurre realmente en su casa, con su madre, con su padre, y con una situación muy dura que tiene que encarar. La realidad de la mujer de la época se pone encima de la mesa. Y todo eso crea un montón de conflictos familiares.
--¿Se podría decir que es una revisión de esos modelos de mujeres que hemos tenido? ¿O hay algo de defensa?
--Sí, es una revisión. La defensa o no, es cosa del público. Es importante revisar y ver de donde venimos. En mi caso, como Miriam, todos esos referentes de los que habla Marta Sanz los he vivido. Forman parte de mi historia y creo que de la historia de muchísimas mujeres. Hemos de mirarlos y confrontarlos también con lo que está pasando ahora.
--El tema es: ¿se es suficientemente consciente de dónde venimos y de quiénes y cómo son nuestros referentes?
--Con el paso del tiempo hemos sido conscientes. Yo todo eso lo viví siendo una niña y me he tenido que separar de muchos de esos modelos para intentar entender y crearme desde mi propia identidad. Y no desde la identidad que se me ofrecía cuando yo era una niña. Por eso es tan admirable revisarlo.
--¿Pero se puede reivindicar también cómo ellas usaban ese destape para conseguir poder, como algunas de ellas alegan?
--Era el lugar que se les daba también, lógicamente. En aquella época había pocas mujeres guionistas o en producción. La mayoría eran actrices, unas cogieron el camino del destape y otras no. Era muy lícito, eso es lo que ofrecían. Pero me parece importante revisar eso.
--Para quien no esté familiarizado con todo eso, ¿qué cree que les cuenta al público de hoy?
--Revisando nuestro pasado, queremos poner encima de la mesa hasta qué punto construimos nuestra propia identidad como mujeres. O sea, ¿cuánto se construye desde fuera? Porque esto está ocurriendo ahora. ¿Qué referencias hay también dentro de la publicidad, del cine, de la cultura? ¿Qué referencias tienen estas chavalas jóvenes de 12, 13, 14, 15 años que son las protagonistas de nuestra función? ¿Cómo se acercan ellas a su identidad femenina? Desde ahí sí podemos ir haciendo una equivalencia para ver las diferencias, para ver lo que nos separa, pero también lo que no ha cambiado. Yo creo que hay cosas que no han cambiado. El cuerpo de la mujer se sigue poniendo en valor de una manera brutal. Mira lo que le ha pasado con los Goya, con el cambio de cuerpo de una actriz, de repente ha tenido un montón de críticas. Se nos juzga por nuestro cuerpo, y nuestro cuerpo no es nuestro físico, es también nuestra cabeza, nuestra inteligencia, pero se parcela.
--Por tanto, ¿esos estereotipos todavía se dan en el cine?
--Los estereotipos femeninos cuesta mucho romperlos, se está haciendo poco a poco, creo, pero sí, cuesta mucho. En el momento en que las mujeres empiecen a participar más en el hecho de relatar historias, creo que todos esos tópicos en los que se nos mete irán cambiando también.
--En el cine se empieza a ver, pero ¿en el teatro?
--Va poco a poco, vienen las nuevas generaciones empujando fuerte. Hay muchas mujeres que tienen ganas de contar sus historias y de dirigirlas también. Se están empezando a empoderar, cosa que me alegra muchísimo. Se está moviendo la cosa. Necesitamos más tiempo, pero se está gestionando ya.
--Claro pero hay quien critica este revisionismo.
--Me parece que en su derecho está quien no quiera mirar y no quiera ver. Pero creo que cuando quieres entender lo que ocurre hoy en día, lo lógico es echar la mirada atrás y revisar un poco nuestra historia. Se ha revisado muy poco la historia de la mujer a lo largo del tiempo. Por eso, poner un poco encima de la mesa lo que ocurrió durante la Transición española con nosotras, me parece que también es una manera de entender dónde estamos ahora.
--Esta obra habla del papel que tuvieron esas figuras del destape en su día, ¿qué papel cree que juega ahora el teatro a la hora de romper con estereotipos o de fijar otros? ¿O a la hora de ofrecer esas nuevas visiones de la mujer?
--Ahora el teatro también está en un momento de búsqueda, de encontrar nuevos formatos, nuevas maneras de contar las historias. Tiene que ver con el hecho de que las mujeres están contando y tienen su propia narrativa.