Meritxell Huertas (Barcelona, 1973) no para quieta. No contenta con participar en la serie diaria de TV3 se embarca en Los monólogos de la vagina junto a Alicia González Laá y Laia Alsina Riera. Puede sonar a viejo, pero no sólo han actualizado el texto, sino que han visto que la reivindicación de la obra de Eve Ensler es más necesaria que nunca.
Para crear una nueva dramaturgia, la compañía ha contado con Edu Pericas, que adapta y dirige la pieza y le añade un componente participativo. Actúan en el Aquitània Teatre.
--Pregunta: ¿Cómo es coger una obra del 1996 y llevarla al 2023? La han adaptado mucho, imagino.
--Pero tenemos la desgracia de que el tema de la violencia contra la mujer, las agresiones sexuales, las violaciones, está a la orden del día y las barbaridades que pasan a las mujeres de todo el mundo son peores. Nosotras empezamos a hacer este espectáculo en el 2020 y le dije al director que deberíamos revisar las cifras que aparecen porque habrían mejorado. Lo miramos exhaustivamente y se nos cayeron los ovarios al suelo porque era todo mucho peor: cada ocho segundos hay una violación en México, las clínicas del terror en Ecuador para deshomosexualizar todavía existen, se están perdiendo derechos como el aborto… o sea, que empezamos la obra de una forma y vamos atrás. Así que hay muchas cosas de actualidad y humor que las hemos actualizado. Por eso, el peso de la obra y la reivindicación no sólo siguen igual, sino que cada vez son más necesarios y debería ser obligatoria para institutos, porque vamos a peor.
--¿Tiene alguna explicación que hayamos ido a peor?
--Creo que también se denuncia más y somos más conscientes de lo que representa la violencia contra la mujer. Antes era habitual eso de “mi marido me pega lo normal”. Por suerte, vamos sensibilizando, poco a poco, a la sociedad. Este es nuestro pequeño granito de arena, hacer la función todos los días.
--Y desde el humor.
--Mira, la comicidad ha sido parte de la adaptación que hicimos con Edu Pericas, porque en realidad esto son unos monólogos que dramatúrgicamente no aportan nada, o sea, cada uno es de un padre y de su madre. Es un libro y van uno tras otro. Entonces, nosotras hicimos una pequeña dramaturgia, cogimos una narradora joven, que es la voz de Elisa González, que cuenta lo que le pasó, que la interpreta Laia, y yo soy la vagina. Una vagina que habla y cuento todo lo que me está pasando. A partir de ahí, creamos un pequeño hilo argumental de cómo descubrió ella su sexualidad, su vagina, hasta que es ya una experta. Y ya, hacia el final está la reivindicación más rotunda y más fuerte, porque creemos que reír está muy bien, pero no podemos marchar sin obviar esta parte. Si no no serían Los monólogos de la vagina.
--Claro, pero esta obra ya se hizo. Con otros datos, cierto, pero ¿qué aporta de diferente su versión?
--Hay diferencias porque ahora la comicidad está mucho más explotada, es muy cachonda de ver. También hacemos burradas que no estaban, como bajar al público y preguntarle si su vagina fuera cantante qué cantaría o dónde iría de vacaciones… Hacemos participar mucho a la mujer, que se ha sentido interpelada. Esta es una de las partes más potentes de este montaje.
--Por cierto, ¿cómo es ponerse en la piel de una vagina?
--Hombre, pues mira, yo prefería hacer de vagina porque tienes ratos más divertidos (bromea). Ni me lo planteo. Es una vagina divertida y en ocasiones está enfadada, pero es cierto que buscamos sobre todo la empatía con el público.
--Y eso de poner una vagina en escena, hacerla hablar y que incluso anime al público a hacerlo, ¿sigue siendo escandaloso?
--Nos gustaría decir que no pasa nada, que está superado, pero, ostras, no. Por ejemplo, un anunciante no quiso patrocinarnos porque salía la palabra vagina en el título. Nos cuesta que nos salgan bolos porque no está tan aceptado. No sé que piensan que es este espectáculo.
--¿Y es por la mera palabra?
--Sí, y por hablar de sexualidad femenina.
--O sea, que todavía queda mucho por hacer.
--Mucho. Yo no lo veo en mi círculo, pero sucede. Lo vemos en la respuesta del público. Hay mujeres que te dan las gracias al salir por hablar de cosas que dicen que ellas nunca se han atrevido a decir. Lo hacemos siempre hablando desde un punto de vista súper femenino y, claro, hay cosas con las que un hombre no se ha encontrado nunca, como las revisiones ginecológicas, la agresividad que puede llegar a tener una revisión de estas hechas por alguien sin tacto.
--Supongo por eso que los hombres son los más sorprendidos.
--Sí, y se sorprenden muchas veces gratamente y agradecen haber podido participar. Realmente hay pocos espacios en los que se podía participar, o vas a buscarlo muy específicamente, pero no se ve en una obra comercial, es más complicado.
--Hablaba de hacerla también en institutos. ¿Se lo plantean?
--Nos encantaría. No sé si se atreverían, pero yo creo que sí es necesario. Aunque quiero pensar que las cosas van mejorando y que las criaturas y todas las madres les hablamos desde otro sitio.
--Y los monólogos los compagina con otros proyectos teatrales y con ‘Com si fos ahir’. ¿Cómo lo logra?
--Además soy madre separada y tengo un hijo de 7 años. Quiero decir que... haciendo malabarismos. Malabares y criaturas para arriba y para abajo, y guardándote la energía como puedes y de vez en cuando petando.
--¿Y cómo ve la serie en un panorama lleno de plataformas?
--Yo creo que en TV3 debe ir por el tema de la lengua. Creo que hace un trabajo bastante necesario. Las demás televisiones tienen más variedad, pero desde TV3 hay que hacer algo de trabajo para que estas telenovelas sean forever. Las necesitamos mucho.