Silma López: “Hay mucha gente con traumas que no encuentra el espacio para hablar de ellos"

Pasada ya la Navidad, Daniel Veronese se presenta en el Teatro Fernán Gómez para darnos un golpe de realidad. Un puñetazo en el estómago que nos recuerda cómo podemos llegar a callar y silenciar situaciones que causan heridas. Heridas tan profundas que, al explotar, llegan a hacer más daño.

A través del texto de Harold Pinter, Retorno al hogar refleja las tensiones propias de una familia en la que hay un ambiente asfixiante, opresor y muy masculino. De esa masculinidad tóxica. Con un hermano triunfador que regresa al hogar familiar y hace aflorar las envidias y desprecios que existen desde hace tiempo.

'Retorno al hogar'

Y en medio de todo este ambiente está Ruth, la única mujer de la obra y motor que hace posible que los conflictos se pongan sobre la mesa. Aunque causen daño. Tanto o más del que le han hecho a ella. El personaje requiere de una actuación decidida y el argentino ha apostado por Silma López, que reconoce que no ha sido fácil enfrentarse a un papel que no se puede afrontar desde lo racional.

La actriz se siente una privilegiada por estar rodeada de actores como David Castillo, Miguel Rellán y Fran Perea aunque, sin duda, el apoyo de Veronese ha sido fundamental para ella. “Sentí que habría un espacio de libertad creativa para que ambos descubriéramos qué es lo que iba pasando, no a través de la cabeza, sino del cuerpo. Un espacio donde probar en escena qué estaba pasando, qué empieza a suceder ahí”, señala.

--Pregunta: Háblenos un poco de su papel.

--Respuesta: Ruth es la mujer de Teddy, el hermano mayor, que es quien regresa a casa después de seis años. Ellos llevan seis años casados y tienen tres hijos. Es la única figura femenina de la función. La única presente, porque también se habla de la madre de los hermanos y mujer del personaje que interpreta a Miguel Rellán, pero no está viva. Creo que ella es el detonante del conflicto, su aparición motiva los conflictos que aparecen durante la función. Y es muy gracioso porque, aunque fue escrita en 1965, cuenta algo que sigue estando presente. En 2022, las mujeres seguimos siendo detonantes de conflicto.

--¿Y qué representa Ruth en la función?

--Es la expresión máxima de alguien que quiere buscar el espacio para hablar de una herida y no se lo dan. A partir de ese momento explota la bomba de la herida máxima, del trauma, de cómo nos volvemos locos por no poder ser quien somos, por no poder hablar de quien somos.

--Decía también que detona el conflicto, pero ¿es así o más bien ayuda a visibilizarlo?

--Efectivamente. Ayuda a ver los que ya hay y los que aparecen nuevos. ¿Por qué? Yo creo que todos los personajes están heridos, ahí no se salva nadie. La función se desarrolla por la incapacidad, la imposibilidad de comunicar las heridas para poder poner una solución a sanarlas. Se hace imposible, cuando no se da el espacio a que uno pueda expresar su necesidad de contar algo traumático, una herida. Eso es como una especie de manzana, que cada vez se va pudriendo más y más y más por dentro

Escena de 'Retorno al hogar / OMAR ANTUÑA

--¿Cree que la obra se vuelve actual a la hora de ver cómo hemos llegado hasta aquí?

--Eso quizá forma parte más de la percepción que puede tener cada uno después de ver la función. La obra se presenta en crudo y luego cada uno destila de eso lo que quiere. Por eso digo que sacude, porque no creo que la función se posicione en un lugar doctrinario. Daniel ha querido respetar al máximo el texto original de Harold Pinter, no ha tratado de dar un mensaje moralista reinterpretándola de ninguna manera. No creo que haga falta. La reflexión moral que se puede hacer a través de la obra queda en manos del público que es quien decide qué le parece una locura y qué no.

--Pero sí sorprende que sucediera en el 65 y ya hiciera este retrato de los abusos, malos tratos…

--Claro, es que temas hay un montón. La masculinidad tóxica también para los hombres.

Fran Perea y Silma López en 'Retorno al hogar' / OMAR ANTUÑA

--Señal de que ya estaba ahí.

--Eso, estaba, ¡y de qué manera sigue estando en la sociedad! De qué manera seguimos oprimiéndonos, asfixiándonos…

--¿Pero también sigue vigente esa voluntad de tapar todo eso, de no contar esas heridas…? ¿Cree que queda algo de eso? De esos silencios, de esos...

--Hay un montón de gente con auténticos traumas familiares que no encuentran el espacio ni el lugar de hablar de ellos, y menos ahora, porque lo que nos contamos a nosotros mismos es que hay que estar bien, todo tiene que salir bien. Esa es la presión que uno vive. Nadie quiere hablar. En general, no es cómodo para nadie hablar de estas cosas, de las heridas, hablar de cosas que duelen. Tal vez no lo tienes que hablar en casa, pero igual, viéndolo en el teatro alguna ficha cae, algo se mueve dentro de ti y dices “esto no puede seguir”. Esa sería también la aportación de esta función. Creo que este es uno de los poderes del teatro.