El sector inmobiliario no pasa por sus mejores momentos. Por eso, un filme en el que una pareja joven encuentra una casa a buen precio ya parece ciencia ficción, y si encima está encantada, ya es algo paranormal. ¿O no?
Su protagonista, Bárbara Goenaga tiene claro que Para entrar a vivir es bastante realista, no tanto una película de terror. Junto a ella está Gorka Otxoa, que la define como "una mezcla de géneros. Tiene algo de comedia romántica. Esa pareja que se va a vivir junta y el conflicto de tener hijos... "También tiene algo de tema social: lo que es el consumismo, la madurez, el peterpanismo", detalla. El vasco se siente cómodo allí: "A mí me gusta trabajar en esa delgada línea que no sabes si es drama o comedia, es en la que me siento cómodo", confiesa
Humor y terapia
Su personaje "es el que más se deja llevar, deja el trabajo y empieza a pedir cosas". "Él se queda en una edad juvenil para jugar a la Play, dejar de trabajar y seguir consumiendo y consumiendo", mientras que ella es la que quiere detener esa espiral.
Las situaciones son de lo más cómicas. "El humor es imprescindible, tiene una función terapéutica y social muy importante", recuerda Gorka, "y si aportan un granito a la sociedad, a la psique para desdramatizar y pasarlo bien en momentos duros, es una gozada", concluye. Bárbara es de su mismo equipo.
--Pregunta: ¿Cómo definiría la película, como una comedia, un thriller, una peli de terror, cine social...?
--Respuesta: Hoy en día podemos decir que es una película realista. Hace seis años me hubieran planteado esta peli y hubiera pensado que es una locura, mezcla de terror y humor... pero hoy en día me dicen que ha aparecido un ovni en la Gran Via de Madrid y me lo creo. Mezcla un poco las cosas que pueden pasar con lo que esperas que pase, como que aparezcan cosas en casa, mezclado con humor. Para mí la vida no existe sin humor, cualquier momento de la vida está rodeado de humor o patetismo, siempre. Ya si me meto en lo que se supone que he de decir, sí, es un terror y comedia. Pero para mí es realista.
--¿Y ha vivido algún fenómeno paranormal o ya dedicarse al cine lo es?
--(sonríe) Eso te iba a decir, para mí lo más paranormal es dedicarme al cine, poder vivir de ello y tener tres hijos ya me parece una pasada. Igual hay algún fenómeno, pero me gustaría que me pasaran más. Yo soy muy abierta a todo, pero no recuerdo tantos.
--En todo caso, ¿qué es más paranormal, encontrar un piso a buen precio o una casa encantada?
--Sinceramente, me parece que si hay una casa muy barata es porque tiene algo. De allí el realismo de la película, me espero cualquier cosa.
--¿Y qué da más miedo, vivir en una casa encantada o el mercado inmobiliario?
--El mercado inmobiliario y la vida en general. A mí los vivientes me dan más miedo que los espíritus, lo digo en serio. No tengo ningún miedo a lo paranormal, me da miedo lo normal, que es bastante anormal.
--En este sentido, ¿qué papel juega esta película y el cine para sobrellevar este miedo que nos da la realidad?
--Vivimos gracias al humor. El humor me ha salvado en todos los momentos de mi vida. Incluso en los momentos de terror, más surrealistas, de patetismo, de dificultad o ridiculez, nos salva. Nos podemos reír de todo y tenemos que hacerlo, porque las cosas van a pasar igual.
--Aunque cada vez parece que lo ponen más difícil.
--No, yo no. Yo me sigo riendo de todo. Si hace falta me meto en el baño para que no me oigan y seguir riendo, si no me da algo. Yo creo que sí estamos volviendo a reírnos, el tema de la autocensura, la censura, la superioridad moral ya... vamos a relajarnos un poco todos.
--Claro, pero con esta relajación propia del humor esta película mete el dedo la llaga en el sector inmobiliario, el mundo de la pareja, el consumo... ¿Es la herramienta perfecta?
--Totalmente. Yo estaba enfadada con mi personaje, porque al principio no deja de quejarse con los pisos y se ríe también de que siempre queremos todo, desde el principio y ahora. Más allá de meternos con el mercado inmobiliario, también nos reímos de eso, que las cosas necesarias ya son demasiadas. Uno quiere más y más y todo le parece poco.
--Muchos nos hemos sorprendido con su gran sentido del humor, cuando en una época se la veía sólo en papeles muy intensos y dramáticos.
--La verdad que fue una luz cuando empecé a hacer comedia. Porque mis personajes al principio siempre morían, todos. La gente de mi alrededor pensaba: qué poco te conocen. Mi vida está sustentada por el humor, de siempre. También creo que tiene que ver con los momentos de cada uno. Yo siempre he sido muy tímida y no es que el humor se me viera por la calle, se veía en casa. Y poco a poco una se va sacando capas y los pudores y cuando estás preparada te empiezan a salir personajes más cómicos, porque lo que sí es verdad es que la comedia es bien difícil. A mí me encanta.
--Es curioso lo de ser tímida y dedicarse a esto.
--Ya, yo era exageradamente tímida, salía a la pizarra y me caía redonda. Esta profesión me ha ayudado a quitármelo todo. Ahora ya no lo soy. Es cosa de los procesos de la vida.
--Volviendo a la película. Hay un guiño a la España vaciada muy especial.
--¡Me encanta! Es lo que más me gusta. Yo soy feliz yendo a un pueblo deshabitado de Soria, o una pequeño de Segovia o Ávila. Me chiflan. Hay que volver a los pueblos, los tenemos olvidado y tenemos un tesoro. Por eso lo que plantea me parece tan bonito... Porque lo que hablamos, nos enfrascamos en tener un tipo de vida, forma de ser y estar que si se quiere hacer adelante, pero hay muchas maneras y tipos de vida. Yo soy pro España vaciada y que se vaya repoblando.
--Finalmente, este guiño y tantos, convierten el film en una película política. ¿Tuvo que ver eso también en aceptar la propuesta?
--En un principio, lo que me interesó, sin conocer a Pablo Aragües [el director], es que estaba Gorka, que lo conozco de toda la vida. Luego, tras conocer a Pablo, me gustó que se ría de nosotros mismos, de nuestra generación, que tenemos motivo para quejarnos, pero darle otro punto de vista, mostrar nuestro materialismo, que siempre queremos más, acabar en un pueblo empezando de cero. Eso y que se contara desde el humor y el terror mezclado me parecía una fantasía.
--Claro, pero como profesional de la interpretación ¿uno no quiere siempre más?
--Siempre se puede más y has de tener ambición para llegar a más, mucha, porque somos muchos. Yo tengo una ambición limitada ya. Yo ahora soy ambiciosa en mi vida, en mi tranquilidad, mi felicidad. No necesito tanto material o mucho trabajo ya . Quiero seguir en esto y no puedo vivir sin actuar, es una parte de mi. No es mi profesión, soy yo misma. Estoy contenta con lo que tengo y me siento superafortunada y ya no tengo tanto ambición. No sé si será la edad, pero lo veo todo de otra manera, soy ambiciosa en otro sentido, en estar bien y que los demás estén bien.
--¿Pero no tenemos tan metido dentro que hemos de ambicionar que lo otro se ve como apatía o hippismo?
--Total. Mira, cuando hablan de éxito parece que sólo se consigue si llegas a lo más alto en tu profesión o lo que se supone que lo es y si no eres una mierda. Yo no estoy de acuerdo con eso. Se puede tener éxito de mil maneras. Uno se puede sentir realizado de muchas formas. Es un poco trampa eso de liderar, que está fenomenal poder hacer y decidirlo, pero no sólo es éxito.
--Porque puede suponer ponerse más responsabilidades.
--Exactamente. Ya si teníamos, ahora más: criar bien, educar bien a los niños y no sólo ser la mujer perfecta sino además ser la jefe en el trabajo.