Jordi Bosch (Mataró, 1956) regresa a la comedia y al musical. Lo hace con la versión catalana de Golfus de Roma, un sueño para él y un largo proyecto deseado por su director, Daniel Anglés, que se puede ver en el Teatre Condal de Barcelona.
Para quien no se imagine al intérprete en un formato como este cabe destacar dos cosas. Por un lado, él mismo protagonizó la versión local de Spamalot, el mítico musical de los Monty Python. Por el otro, deja claro que él es "un actor de comedia", por mucho que sea recordado por dramas tan importantes como Nissaga de Poder en televisión o A la recerca del temps perdut o el Final de partida que protagonizó la pasada temporada en el Teatre Romea.
Energía positiva
Crónica Directo habla con Bosch para ver cómo se siente ante su retorno al musical de gran presupuesto, sin miedo a la sombra de la crisis tanto económica como de espectadores. "El teatro no puede vivir de espaldas a la realidad de la gente y su día a día", señala. Aun así, "si a uno le asustan con que vienen tiempos de austeridad, quien recibe es la gente que nos dedicamos al ocio", indica.
Nada tiñe de oscuridad el positivismo y la alegría del actor ante este proyecto que lo tiene completamente ilusionado. "Recuerdo mucho el Spamalot, la animalada que era y el salir con ganas de hacer el gamberro, que la gente lo agradece. Esto apetece. Esta parte de la comedia es muy bonita cuando pasa y se da esa complicidad con el espectador de hacer gamberradas, cosas que no deberíamos hacer. Cuando sucede es maravilloso".
Contagio de alegría
Hacer disfrutar al público es lo que más le motiva en estos momentos, "es lo único que pretendemos", asevera. Lo dicen nada más empezar el show. "El personaje no deja de repetir desde el principio de esta obra que hemos venido a reír y 'si es cómico es mejor', 'nada de dramas'".
Su personaje y él invitan "a pasarlo bien, porque haremos todas las tonterías posibles para lograrlo". A esto cabe añadir la partitura. "Esa música es tan bonita. Sondheim era muy bueno, tiene unos momentos que son una joya", destaca.
Cambios
"Está todo preparado para, a la salida del teatro, decir que hemos pasado un buen rato", concluye. Todo está preparado para ello, hasta el título.
El intérprete recuerda que cuando se hizo la película basada en el musical, se estrenó en las salas españolas con el título Golfus de Roma. El original, en todo caso, era algo más complejo: Algo divertido pasa de camino al Foro. Pues bien, ahora podríamos decir que algo divertido sucede de camino o en el mismísimo Paral·lel.
--Pregunta: ¿Qué tiene esta propuesta de especial?
–Respuesta: Es bonita la idea de explicar la historia desde una compañía de circo, por lo que el mundo del payaso está a flor de piel. Tiene la vistosidad del circo y una frescura impresionante. Para mí, en todo caso, supone recoger el testimonio de Gurruchaga y Mario Gas, que hicieron el primer Golfus de Roma, que no llegó a entrar a Barcelona en su día. También el de Carlos Latre, que recientemente lo hizo en Madrid. Es un regalo y me gusta recoger el testimonio de estos personajes, como otros a nivel mundial que se han metido en este papel. Apuntarme a esta fiesta me hace mucha ilusión. Siempre se ha de recoger este trabajo, hacértelo tuyo y darlo. Después siempre sale la persona y das algo distinto, en todo caso.
--¿Qué le hizo animarse a hacerla?
--Hace 14 años que hicimos Spamalot, que estaba hecho a la medida de un actor, no requería un cantante y siempre me quedó eso de Golfus de Roma, que es un gran clásico de los musicales clásicos de humor. Y ha llegado el momento.
--¿Qué tiene de especial?
--Como amante de la comedia y actor de comedia que me considero, este clásico de hace 60 años que es todo un referente me hacía ilusión, como te dije.
--Dice que se siente actor cómico, aunque ha hecho de todo. Siempre se les tiene por eso menos respeto y este musical es un canto a ellos. ¿Todavía pasa?
--¡Sí! ¡Totalmente! Siempre se ha considerado que hacer una comedia es más fácil, porque hace reír. El drama está más valorado porque parece que comporte una construcción y elaboración más intensa, cuando la comedia es muy difícil de hacer (ríe). Aun así no podemos luchar contra eso. Lo importante es que la gente venga, ría y se lo pase bien.
--En épocas de crisis, ¿este musical y canto a la comedia se hace más necesario?
--Es verdad que en los momentos en los que estamos, una comedia musical como esta es como abrir una ventanita para que entre aire fresco. Aun así, siempre va bien una comedia como esta, no en vano esta obra se ha hecho constantemente durante 60 años. Sentarse dos horas en una butaca y disfrutar de esta música tan espectacular de Sondheim y del placer de vivir esta historia, herencia del gran vodevil que acaba bien.
--Háblenos de ese vodevil, de la historia que cuenta.
--Es toda una trama que arma Pseudolus, esclavo de un chico que se ha enamorado. Él monta un gran tinglado y estrategias para que el chico consiga a la chica y él obtener así la libertad. "Yo quiero ser libre", canta al principio. Y con mucho enredo lo consigue.
--El director de la obra, Daniel Anglès, recordaba la importancia de la versión catalana de la obra. ¿Cuán importante es? ¿Creen que recuperan el espíritu de Dagoll Dagom? ¿Debe hacerse bandera?
--No sé qué decirte. No sé por qué aquí en Barcelona no acaban de arrancar del todo. Siempre hay alguno que sí. Parece que cuesta un poco, que no hay una gran tradición de musical. Hablamos mucho de esto pero siempre queda en el aire la respuesta. Hay alguno que funciona bien y otros pasan sin pena ni gloria pese a estar avalados por una gran tradición. Espero que Golfus entre en los que funcionen bien (ríe).
--De hecho, la temporada teatral arranca con suspicacia y miedo después de la caída de público previa al verano. ¿Cómo afrontan esto?
--El deseo de remontar está siempre y ojalá suceda. Lo que asusta son las noticias que te llegan por parte de los medios y la prensa, que es como un martillo que te da, te alertan, te dicen: "vigila". Así, por mucha ilusión que pongas eso... Lo cierto es que no podemos escapar de la realidad que hay.
--¿Tiene idea de a qué se pueda deber? ¿Uno se lo plantea desde dentro?
--El teatro no puede vivir de espaldas a la realidad de la gente y su día a día. Si a uno le asustan con que vienen tiempos de austeridad, quien recibe es la gente que nos dedicamos al ocio, desde el teatro a restaurantes. Nosotros ponemos todo el material para distraer, otros el efecto espejo que debe ser el teatro, pero si el ambiente en la calle está ametrallado para que no salgas de casa, poco podemos hacer. El miedo te lo ametrallan y el intermedio no sé cual es, porque tampoco se trata de decirle a la gente que salga y gaste. Lo mismo que pasó con la pandemia, podíamos decir que la cultura es segura pero se entiende que alguien prefiriera quedarse en casa frente a esto. Intentaremos dar todas las posibilidades posibles y ofrecer un amplio abanico.
--De hecho, después de esto, usted salta a hacer un Miller.
--¡Si llegamos! (bromea) Haremos Tots eren fills meus, un gran texto. Ya hablaremos ya. Lo bonito de nuestro trabajo es que tienes este abanico de posibilidades de pasar de un registro a otro.
--¿Qué lo llevó a usted a dedicarse a esto?
--¡Uf! Nos tendríamos que remontar a los 14 años, cuando entré en la Sala Cabañas de Mataró a hacer Els pastorets. Allí descubrí todo un mundo, el teatro, la interpretación... Siempre me fascinó y ese motor me ha traído hasta aquí.