De sobras es conocido que Ángel Martín pasó de serlo todo en televisión a ser un fenómeno en redes sociales por sus informativos matinales en los que resume la actualidad en dos minutos. Entre medio, desapareció. Tuvo un problema de salud mental. Oía voces, le hablaban las series, las redes, los perros e incluso Mozart iba a tocar el piano para él.
Tras ser ingresado y medicado logró recuperarse, aunque admite que uno lo hace, pero sin recuperar esa cordura que muchos creen que se debe tener. Le ha llevado años. Quiso encontrar un libro para saber cómo salir adelante y no lo encontró, así que ha decidido escribirlo él. Por si las voces vuelven ya ha triunfado y es una obra en la que el cómico se desnuda más que nunca sin perder el sentido del humor.
--Pregunta: Más allá de lo vivido, ¿qué le llevó a escribir el libro?
--Respuesta: El hecho de tener la opción de escribir el libro que no encontré cuando lo necesitaba. No tiene más. Cuando salí del hospital me di cuenta de que necesitaba, de forma urgente, leer algún libro que me diera pistas de cómo remontar y volver a estar en marcha en la vida, salir de este pozo. Encontraba libros sobre medicina, química del cerebro… nada que me sirviera y que me diera pistas claras. Cuando surgió la oportunidad de escribirlo, pensé: "Voy a escribir el libro que me hubiese venido muy bien tener en aquel momento". Por eso fue. Por si alguien de repente estaba como yo buscando un libro que le pudiera servir de algo, de alguien que haya estado por aquí y me dé alguna pista. Pues si los buscas que lo tengas, amigo, ya que yo no.
--Claro, siempre fue al salir. Antes, usted, ni tan solo se dio cuenta de lo vivido.
--No, claro. Buscas eso para salir de una depresión y tratar de rehacerte por completo. Lo que buscas es algo que te dé pistas de cómo volver a sentir algo. Cuando sales del hospital, sales vacío, eres una especie de envase sin ningún tipo de emoción ni capacidad de absolutamente nada y con la sensación de que jamás vas a remontar y que se acabó la vida. Buscas un libro que te haga salir de ahí. Mientras estás en el brote estás eufórico.
--¿Cuántos años le ha llevado salir de ese pozo?
--Años, son años. Y ni siquiera eres muy consciente de los pasos que estás dando. Simplemente, hay un día que después de muchos años dices: “Ostras, llevo tiempo sin pensar en lo que pasó”. Y más o menos te da la sensación de que has empezado a disfrutar las cosas. El proceso es tan lento que no eres muy consciente. Empiezas a dar los pasos para tratar de remontar de forma consciente, pero hay un momento en el que no sabes qué pasa. De repente, hay un día que echas la vista atrás y piensas que hace cuatro años estabas muy mal y ahora ya no. Lo que ha pasado es que han funcionado las decisiones que has ido tomando.
--¿Siente que ya es una etapa pasada? En el libro dice: “Realmente nunca llegaré a estar en un estado completo de cordura”.
--Nunca vuelves a lo que se considera cordura. Tú ya has estado en un lugar donde algunas cosas eran mejores. De repente, hay cosas que quieres volverlas a sentir así siempre. En el momento en que has escuchado a Mozart en directo con él en la habitación, tú solo quieres escuchar la música así. No hay más, no quieres volver a escuchar música grabada. De repente, tratas de forzar la máquina para tener esas emociones y sensaciones. Llegas a un nuevo estado de cordura.
--Usted habla de unas voces, un mundo, que en ocasiones echa de menos y piensa en recuperarlas. ¿Sigue pensando lo mismo? ¿Tiene respuesta a esas voces?
--Sigo pensando eso, lo pensaré siempre. Si tú has llegado a sentir la sensación de que puedes hablar con los perros, lo vas a echar de menos si te gustan los perros. Si has conseguido vivir en un mundo en el que todo tiene sentido y te da una pista de hacia dónde debes ir para ser feliz y nada pasa porque sí, lo vas a echar de menos siempre, porque todo está encajado. Es como vivir la relación perfecta y un día, no es que te deje o te engañe, es que no está, se esfuma. A veces lo echas de menos, porque aunque haya habido cosas que no eran positivas, otras lo eran mucho. Aprendes a visitar tú a Mozart para que toque para ti.
--El libro se llama Por si las voces vuelven, y en él no descarta que vuelvan a aparecer. ¿Lo sigue pensando? ¿Teme que las voces vuelvan?
--No. El libro se llama así porque me parece un título precioso, para qué nos vamos a engañar. Y después porque, cuando lo pienso, tiene algo de comedia pensar que tienes un PDF en el cajón al que puedes recurrir. A mí me agobiaba que el libro no estuviera a la altura del título y la dedicatoria.
--¿Entonces qué fue primero, el título o la obra?
--El título, porque para mí era la idea del libro. No sabía la intención, el corazón, el motor, pero sabía que la intención estaría detrás de ese libro.
--Regresemos al contenido. Confiesa que tuvo miedo a hablar. ¿Y el miedo a hablar que tenía ya sí que ha desaparecido?
--Se reconvierte en otra cosa. En este proceso del miedo a hablar empiezas a prestarle mucha atención al lenguaje y al poder de las palabras. Hablar se convierte en algo que tiene valor. Lo que ya no hago es hablar por hablar, o sea, rellenar silencios. Si no tengo nada que decir, no lo digo, y si puedo decir algo que se entienda bien en pocas palabras, por qué voy a usar más. Tratas de construir por adelantado lo que quieres decir para que se entienda mucho.
--¿Resulta más práctico?
--No sé si práctico, pero para mí es más interesante (sonríe).
--También hace referencia a los psicólogos que se ha encontrado en este proceso. Y subraya la necesidad de recordar que también hay “psicólogos malos”.
--Lo más bonito es que los mismos profesionales de la salud mental saben que no todos son excelentes. Vaya por delante que doy fe de que hay psicólogos muy buenos, yo no he coincidido con ninguno, pero tengo amigos que sí y les han ayudado mucho. Pero también puedo dar fe de que hay psicólogos que son pésimos, lo peor del mundo. Lo que me preocupa es que haya psicólogos que reconocen que hay algunos que son una puta mierda. Que pienso: si lo sabéis, hijos de puta, ¿por qué permitís que pase? (bromea). Más allá de que haya eso, hay una rama que son los lacanianos que, contado de modo brusco y a grandes rasgos, consiste en hacer sentir mal al paciente. Al decírmelo pensé: "Esto es lo peor que puedes hacer". Hay ramas de la psicología que yo creo que son mierda y hay gente que las usa. No tiene más (bromea).
--Pese a todo, al hablar de salud mental, usted dice que más allá de preocuparse por la de uno, también debemos mirar por la de los otros. Usted que ha pasado por allí, ¿detecta que hay gente que lo necesita? ¿Se ha convertido en un experto en detectarlo?
--No. Me he dado cuenta de que, en realidad, todos lo necesitan un poco en realidad. Todos necesitamos la sensación de que el otro nos escucha cuando hablamos. Eso es lo único que pedimos, que se nos escuche, en lo que sea. Dejar que uno acabe su frase sin que otro la termine. Sí creo que he aprendido a detectar cuándo uno está hablando de verdad y cuándo no, o cuándo alguien escucha de verdad o no. Y te implicas más o menos en función de eso. También detectas cuándo alguien necesita algo más de atención o cuándo algo ha estado en un lugar similar al tuyo, al hablar de otra forma y con otros códigos. Es involuntario, es casi como un segundo de motero.
--Y abordando temas tan serios, le pone mucho humor, ¿por qué?
--Porque, básicamente, si no yo no hubiese leído el libro. Yo lo escribo para mí, al margen de que pueda ayudar a otro que esté en la misma situación en la que estuve. Cuando me embarco en un proyecto me importa que me guste a mí y es muy difícil que me guste un libro si no lo hace emocionalmente. La manera más sencilla de enganchar a alguien siempre es a través del humor, luego puedes llevarle a otros sitios. Si has conseguido que alguien se ría contigo puedes hacer que baje a lo más profundo del pozo contigo y que entienda lo duro que es eso. A través del humor, es más sencillo el primer contacto. Le permites al lector entender que eres el primero en hacer bromas con la situación, porque vais a ir a lugares muy oscuros.
--Por cierto, ¿cuál es ahora su relación con Friends?
--Nada, nada, no he conseguido verla entera nunca. En realidad, me enganché mucho allí porque pensaba que me hablaban a mí, pero ni siquiera sé por qué me pasó eso con Friends, porque nunca fui un gran fan de la serie. Suceden esas cosas.
--Otra de las partes curiosas del libros es cómo habla de esas situaciones que se dan, en la que parece que todo le interpela, incluido las redes sociales. Aun así, usted sigue muy presente en redes, ¿cómo ha cambiado su relación con las redes desde entonces?
--No es tanto a raíz de lo que a mí me sucede, es a raíz de la pandemia que decido investigar seriamente el mundo digital. Llevo muchos años tratando de entender el mundo digital porque me parece una herramienta fascinante para creadores de contenido y gente que se dedica a lo que me dedico yo. Cuando llega la pandemia decido estudiar cómo funciona internet y por qué algunos consiguen dedicarse única y exclusivamente a internet y otros no. Antes de la pandemia, yo no las entendía y solo las usaba para promoción y, de repente, un día te paras a pensar a quién seguirías tú, qué quieres construir y cuando lo encuentras vas a muerte con ello. Tiene que ver con entender el mundo digital.
--¿Y lo ha hecho? Porque ahora ha creado una comunidad en torno a sus informativos de dos minutos. ¿Cómo surgió la idea?
--Ha ido surgiendo de forma muy natural. Empieza con un vídeo mío en broma, cuando me doy cuenta de que llevo dos horas leyendo medios digitales y que todos tienen la misma noticia y decido hacer un vídeo para que la gente no pierda las dos horas que he perdido porque las tres noticias que hay son estas. Ese vídeo funciona mejor de lo esperado en mis redes y decido repetirlo al día siguiente. Empiezo a prestar atención a los comentarios, unos me dicen que si hago deportes les hago un favor, otros que horóscopos. Yo empiezo a hacerlo de forma diaria, que no sé qué es, pero se puede convertir en algo. Descubro el formato para sintetizar las noticias de todos los medios. Un día, Ester, en Twitter, una chica a la que le gustaban los e-sports hace un vídeo de dos minutos que cuenta eso. Al ver que alguien más se sumó al carro me di cuenta de que había algo. De allí, se empezó a formar una comunidad de gente que creaba contenido en vídeo de dos minutos resumiendo las noticias que le apasionaba. Empezó en Twitter y ahora ya está en todas las redes sociales y la repercusión es muy salvaje.
--¿Eso lo ha apartado de otros sectores?
--Estoy tratando de entender herramientas como Twitch y otras y, en paralelo, tengo dos podcasts en activo. El de Por si las voces vuelven, donde hablo con gente popular que ha vivido situaciones de salud mental, y otro de entretenimiento, Misterios cotidianos, con otro compañero. Estoy centrado en crear contenido en el mundo digital y en mis actuaciones en stand up, escribiendo material nuevo. Pruebo de montarlo por mi cuenta, construir yo alrededor de lo que me interesa.
--¿O sea, que la televisión la tiene apartada?
--Sí, sí, totalmente. Las cosas que han llegado he dicho que no porque estoy muy centrado en internet.
--¿Qué le han traído el libro y su correspondiente podcast? Refleja que al salir de lo que vivió mucha gente se apartó. ¿Se han acercado de nuevo o ha llegado más gente?
--Cualquiera que haya leído el libro verá que he madurado bastante. Nadie perderá el tiempo tratando de acercarse a mí ahora. Está muy claro que el tipo que ha escrito un libro no está para muchas tonterías, para escuchar por qué no debería acercarse. No tengo tiempo de escuchar por qué la gente no se acercó. Cualquiera sabe que no hay rencor, pero no molestes.
--Aun así, sí anima a la gente que haya leído el libro a acercarse y tomar un café con usted. ¿Se ha encontrado mucha gente que se lo ha pedido?
--No, pero sí ha habido mucha gente que me ha pedido parar a charlar un rato y, si he tenido tiempo y he podido, lo hemos hecho. O gente que te manda un e-mail y le respondes. No puedes responder a todo el mundo, pero sí charlo con mucha gente. No a todo el mundo, pero charlas con la gente.
--Por último, y con el tema de salud mental ya puesto sobre la mesa. ¿Se hace lo suficiente por mucho que se hable al respecto?
--No estamos haciendo suficiente a nivel individual y tiramos balones fuera culpando a la sociedad. Últimamente, la gente tiene tendencia a decir que vivimos en una sociedad que no toma medidas o lo que sea y cuando llegan a casa y la otra persona le dice que ha tenido un mal día le dice que él también y no está para tonterías. ¿Qué clase de gilipollas eres? Creo que lo primero que debemos hacer es echarnos un vistazo a nosotros mismos para saber si estamos haciendo con los nuestros todo lo que podemos hacer y, si no, ponte a trabajar primero en casa, si no, no sumas. Esa gente que dice que hay que hacer más como sociedad y luego en su casa o con los suyos son mierda, no los quiero para montar una sociedad nueva. Hemos de echarnos un vistazo a nosotros mismos y puntuarnos y si estás por debajo del 10 trabaja en ello.
--¿Y qué diría a la gente que piensa que no siempre son necesarias pastillas y que es mejor recurrir a un psicólogo o que piensa que tomar medicación es sinónimo de que no hay una solución y de que todo se puede con el diálogo?
--No estoy muy de acuerdo con atiborrarte con pastillas desde ya, y puede ser que se haga. Sí hay gente que abusa de las pastillas sin pararse a pensar previo a ello, pero también es probable que la persona se haya ido y necesite una pastilla para que, por lo menos, nos escuche, porque con el diálogo es imposible gestionar ese cerebro. Están los dos lugares. No tengo idea, no soy médico, pero el sentido común me lleva a pensar que en algunas ocasiones tenemos tendencia a drogar por adelantado para evitar charlar y, en otros, a decir que todo se puede arreglar hablando y, a veces, hay momentos en que algún cablecito químico no viene mal.