Ana Rayo (Madrid, 1971) se desnuda frente al público para contar su historia. Su duro relato personal que poca gente conocía y que eleva a público en Despierta, una producción de Barco Pirata dirigida por Natalia Menéndez que se presenta en el Teatro Español.
Los que piensen que se trata de un monólogo trágico y autobiográfico, sólo tienen razón en la primera parte. Con toda su crudeza, la actriz repasa ciertos episodios de su vida pero poniendo énfasis en la educación recibida y con ello los estereotipos machistas que aún existen a causa de la misma.
Sin etiquetas
No se trata de política, recalca, y rechaza la etiqueta feminista como si se tratara de una temática más. Es toda una reflexión sobre cómo pesa cierto tipo de aprendizaje y cuánto cuesta quitárselo de encima. Ella misma reconoce que no pudo denunciar su caso. No lo hizo porque no sintió que tuviera el espacio.
Sin hacer spoilers de ningún tipo, la actriz comparte cómo ha sido la gestación del texto que ella misma escribe e interpreta. Repasa con Crónica Directo en qué situación se encuentra la sociedad después de la pandemia y cómo hay ciertos temas que la sociedad se empeña en no mirar de frente.
--Pregunta: ¿Cuál fue el origen de Despierta?
--Respuesta: Durante una gira en 2016. Me puse a escribirlo gracias a una persona que me empujó a hacerlo.
--¿Ha costado mucho levantarlo?
--No, la verdad es que ha sido cuestión de proyectos de mi directora y yo, sumado a la pandemia. Además, cuando estaba escribiendo, Núria Moreno de Barco Pirata me pidió que se la enseñara a ella primero y le encantó. Le mostramos el proyecto a Natalia que se mostró interesada y ha sido ahora, cuando ella ha entrado a dirigir las Naves del Matadero del Teatro Español, que la hemos podido estrenar. En esta ocasión, para nada ha perjudicado que sea un monólogo de una mujer. Distribuirlo es más complicado.
--¿Por pandemia?
--Se junta todo. La pandemia ha provocado un embudo de espectáculos. La productora es la que se encarga ahora de la distribución y esta última dependerá de cómo vaya el montaje en Madrid.
--¿Cómo definiría el montaje?
--Diría que es una tragicomedia, como la vida, que está todo mezclado. Lo escribo así porque concibo así mi vida, como una mezcla de drama y comedia. Es un monólogo teatral, eso sí, no un stand-up.
--El proceso de desnudarse de esta manera debe ser más fácil cuando uno lo escribe, pero ¿hacerlo en público explicando con temas tan personales es más difícil?
--Totalmente. Cuando lo escribes es más sencillo, pero cuando ya estábamos en el primer proceso de ensayos tomé conciencia real de que aquello lo iba a escuchar la gente e impresiona.
--La primera versión del texto es de 2016, pero suena muy actual.
--Porque lo he ido actualizando hasta abril de este año. Igualmente, los temas de educación y feminismo siguen siendo vigentes.
--¿Entra la pandemia, entonces?
--No. Por deseo mío y de la directora no está. Ya la tenemos encima. Primero habrá que vivirla para después hablar de ella. ¿Cómo cuentas una historia si no sabes ni adónde vas?
--El texto es 100% feminista.
--Lo es pero no con un estilo clásico. Lo es porque vivimos en una sociedad en que hombres y mujeres tienen los mismos derechos y obligaciones y cualquier texto debe plantear eso. Me parece básico.
--¿Pero con tanta violencia, no se ha vuelto más necesario recordarlo?
--Lo que es necesario es no hablar de textos machistas o feministas. A la gente no se le pregunta si cree que su texto es machista o un poco machista, aunque la mayoría lo son. No somos una temática. Parece que ahora los géneros sean drama, comedia, contenido LGTBI y contenido feminista. ¿Perdón? No somos una temática somos la mitad de la población. Lo que sí pasa ahora es que las mujeres hemos cogido la voz. Siempre hemos escrito y dirigido y ahora se nos atiende después de estar ignoradas mucho tiempo. Lo que hay son muchas mujeres contando una historia y tienen que haber muchísimas más porque hemos estado mucho tiempo calladas.
--Una de las mujeres que aparece en la obra y es una pieza clave es su madre.
--La vida de una persona tiene muchas historias y esta es la que yo viví con mi madre. La relación que tuvimos entre nosotras, lo que nos pasó, tiene mucho que ver con la forma de relacionarse en el mundo. Igual tenemos que cambiar esta manera.
--¿Cómo fue esa relación?
--Fue muy dura, muy fría y luego estuvimos muy unidas. Hemos pasado por todos los estadios. Esa historia completa con todo lo que nos pasó a una y a otra creo que puede plantear el público entender cosas que no se ha planteado.
--¿Es una manera de llamar al entendimiento?
--Hemos de empezar a ver cómo nos cuidamos y nos tratamos. También en la calle. Parece que todo está confrontado y estamos en un momento en que las relaciones humanas se están devaluando muchísimo. Creo que durante el encierro hemos tenido mucho tiempo para pensar y ver cómo nos relacionamos y nos cuidamos. La pandemia lo que ha replanteado es cómo nos cuidamos.
--Otro punto que trata es la educación. No tanto la escolar como la familiar. Ahora que se suceden casos de violencia intrafamiliar, ¿cree que se han perdido los valores?
--La iglesia católica ha marcado los valores que debemos tener en la sociedad, al menos a nosotros nos ha tocado esta. Cuando esto cae, todo cambia. Del 70% de los españoles que se declaran católicos sólo un 10% va a misa. Por lo tanto, hay un 60% de la población que se dice que católica que no lo es, ha dejado los preceptos de la iglesia y está a su libre albedrío. Ya no hay alguien que te diga qué tienes que hacer. En este escenario, se dan dos casos: quienes dicen que hay que volver a los valores católicos de antes porque ya no hay, y otros que dicen que sí han de haber valores pero diferentes, los de la ciudadanía, la solidaridad, tolerancia al diferente, igualdad de derechos y obligaciones, ayudar a quién lo necesita. Valores que no tienen por qué ser católicos. Y cambiar los sistemas de valores es muy complicado para una sociedad.
--¿Qué papel juega la escuela en esto?
--Casi toda la educación concertada en Madrid es católica. Mientras, las escuelas rurales, donde alumnos de distintas edades están juntos están mejor posicionados en los informes PISA. Lo que sucede es que la educación pública no tiene medios.
--En las escuelas rurales seguramente hay más espacio a la diferencia por eso.
--Exacto. Y se educan con diferentes razas y creencias. Uno ha de educar en los derechos que tenemos asentados en España. Bueno, asentados entre comillas, porque el del aborto o la eutanasia se ponen en tela de juicio, por ejemplo. ¿Tú quieres que yo no aborte? Yo no te voy a obligar a abortar. Ni hacer lo que sea. ¡A ti que más te da! ¡Léete la ley, hombre! Deja a la gente vivir según tus preceptos no sobre los tuyos. La iglesia católica ha estado en contra de todos los derechos. Vamos a escuchar a todas las minorías. Y las mujeres no somos una minoría, ni una temática.
--¿Molesta mucho la etiqueta?
--El termino se ha denostado y la gente piensa ¡qué pesadas! Cada año salen un montón de películas de temática bélica y nadie dice eso. Y es que la gente cuenta cosas de la guerra porque ha existido. Ojalá de aquí unos años nadie hable de ella porque ya no existe, pero aún no es el momento.
--¿Y en el mundo artístico como el de la actuación hay más igualdad?
--No lo es para nada, en absoluto. Cuesta muchísimo. La diferencia de mujeres que hay en escuelas y las que acaban dirigiendo con grandes presupuestos es abismal. Empieza a cambiar pero queda muchísimo. No es fácil, pero estamos en ello. Cuando más escribamos, produzcamos y dirijamos más se escucharán nuestras voces. Lo que sí creo es que hay una gran parte de la ciudadanía que quiere escuchar estas historias.
--Hay de los que escuchan y los que creen que ya es suficiente.
--El feminismo no tiene que ver con una ideología. Es transversal, una cuestión de derechos humanos. Lo puede entender cualquiera desde distinta posición. Hay gente que siente que pierde privilegios y entiendo que les moleste. Es la lucha de los que quieren vivir según los deberes católicos y los que desean hacerlo según la Declaración de Derechos Humanos. Ahora, más que nunca, están contrapuestos.
--Pese a todo, esta obra no es política
--Es una historia que te la cuentan en primera persona. Lo hace una persona que, trabajando mucho, ha podido salir reforzada. Te avisa que, si tienes cualquier trauma, hay terapias para ellos. Que si miras al pasado resuelves tus movidas y la vida mejora de una manera absolutamente exponencial.
--¿Afronta entonces el debate de la salud mental?
--Por supuesto. Yo cuando vi que Iñigo Errejón hablaba de la salud mental en el Congreso de los Diputados y una persona le gritó “vete al médico”, yo me eché a llorar de la emoción. Por fin, alguien habla de esto. Con la cantidad de críos y adolescentes que hay con depresión, medicados, la escasez de plazas en los hospitales. Ya era hora que por fin se pusiera al mismo nivel un problema mental que uno físico.
--Y que afecta al día a día.
--Y peor, porque lo que te pasa a ti, modifica tu entorno. Imagínate si eres un adolescente y estás encerrado y te pasan cosas muy fuertes, imagina.
--¿Nos va a descubrir qué es esa cosa tan fuerte?
--Me gustaría que la gente llegara virgen a la obra. No es tanto qué le pasa sino también cómo se enfrenta, cómo lo vive, qué te dice la sociedad que hagas, qué decides tu. Y sobre la educación impregnada que te lleva por un determinado.
--A veces esta educación lleva a que algunos pongan el dedo acusador sobre la víctima a la que señalan de acusar sin motivo, ¿hay algo de eso?
--Yo lo que dicen que de que hay mujeres que denuncian porque sí no lo veo. Debe ser que vivo en una realidad paralela. En mi mundo, las mujeres denunciamos sólo un 30% de lo que nos pasa. Y sí, lógico, denunciamos cualquier cosa que nos pase, sí. Es lo que tenemos que hacer todas. Yo no he denunciado lo que me pasó y debería haber tenido el espacio social para hacerlo. No lo tuve. No lo tengo hoy si me pasa algo. La víctima de abusos la convierten en una feria por lo que hice o deja de hacer el día después. ¿Qué te pasa? No tienes ni idea ni nada. Hay que enfrentarse a las historias y ver que tu vida no estaba bien precisamente por lo que te pasó. No es mala suerte que te pasen este tipo de cosas, es que el tema está muy mal.
--“Una mala decisión”, dicen algunos.
--Esta “mala decisión”, de la que hablo en la obra, es fruto de la educación. No somos tan libres como nos creemos. Tenemos muy poca libertad, sobre todo, si estás muy condicionado por la educación recibida. Uno debe plantearse si su educación ha sido realmente buena y no mirar al otro desde tus ojos. Hay que escuchar.
--Ahora se habla de “reeducación” a padres o personas maltratadoras. ¿Crees que son necesarios?
--Sí. No es reeducar. No puedo con este término. Lo que hay que hacer es resetear la educación que tiene. Ver donde estás tú y dónde está la sociedad. Lo que se debe hacer son buenas terapias que debería pagar el Estado porque con ellos se pueden solventar otros problemas de salud mental. Estamos medicando por encima de nuestras posibilidades, pero como no hay medios para terapeutas.
--Pero ¿cómo pedir terapias de 45 minutos si una consulta suele durar poco más de cinco?
--Si en fisioterapia se entiende o en terapias contra las adicciones se entiende, ¿por qué no en el resto de casos? Nos lo hemos de meter en la cabeza.
--¿Va a haber gira?
--Mi idea es ir a todas partes y en cada rincón. Es necesario que la sociedad hable de estos temas. Ojalá. Yo estoy convencida de que vamos a girar en toda España.