Juan Echanove (Madrid, 1961) no tiene miedo a nada. Tanto le da hacer cine, como teatro, televisión o contenido para plataformas. Y además asume retos como el de meterse en la piel de un temible dictador, el general Rafael Trujillo Molina.
El actor lleva un año y medio siendo el protagonista del montaje teatral de La fiesta del chivo, basada en la novela del escritor Mario Vargas Llosa. No tardó ni un día en dar el sí y está muy orgulloso de ello.
Gira en Covid
Pese a quedarse sin vacaciones en 2019 y enfrentar una gira en plena pandemia del Covid, el intérprete lo toma como un regalo. Está más que feliz con su compañía, tanto es así que ya piensa en montar otro espectáculo con ellos.
De regreso a la capital por cuarta vez en este intervalo de tiempo, reflexiona sobre las enseñanzas de la vida y de la experiencia de sacar adelante un montaje tan exigente y potente como este.
--Pregunta: Enhorabuena, porque, en plena pandemia, estar de gira supongo que es todo un éxito.
--Respuesta: Es impensable hacer una gira como la del Chivo en las condiciones en las que la hemos hecho. ¡Es la cuarta vez que entramos en Madrid! Y no nos pesa a ninguno de nosotros, de hecho, lo celebramos. Todo apunta a que en algún momento tendremos que poner punto y aparte, porque el siguiente montaje lo haré con la misma compañía. Va a ser el mismo elenco con la participación de dos personas más.
--Un riesgo, ¿no?
--A mí me decían los productores si estaba seguro y si no estaba harto de ellos, por esas cosas que a veces suceden cuando haces un trabajo tan continuado. Yo, al contrario, quiero trabajar con ellos, trabajamos de puta madre juntos y tenemos un nivel de autonomía muy cómodo. ¿Hasta cuándo? No lo sé. Obviamente no voy a estar toda la vida con el mismo elenco, sobre todo porque alguien en algún momento querrá irse a hacer sus cosas. Pero nuestro futuro próximo, inmediato, de los dos siguientes años en el teatro, es estar juntos.
--¿Qué será?
--Una comedia. Yo he vivido de una manera muy directa, he sido muy consciente y me he empapado mucho de la ansiedad, la soledad de la gente, de la incertidumbre… Lo he visto en todas las plateas donde he trabajado y a medida que dejaba plazas atrás, donde el público llenaba el teatro de manera fulgurante, pensaba: ¡joder, se merecen un buen rato! Yo no he hecho muy poca comedia, pero creo que es el momento de hacerlo. Para ellos y para nosotros.
--¿Puede adelantar algo más?
--Queremos hacer una comedia importante, bonita, trascendente. Eso es lo que avala el cómo llevamos la gira.
--En cambio, con la intensidad de La fiesta del chivo la gente sale más afectada y pensando en la dureza de la obra, ¿no es así?
--Sí, claro. El teatro está hecho para eso. Es algo que se produce de manera especular entre el espectador y el escenario. El espectador ve ante sus ojos un reflejo de la sociedad o incluso de él mismo y empieza a pensar en lo que está viendo y viviendo. Y ese es el plus que tiene el buen teatro y que solo te lo da también el buen cine o la buena literatura, ese momento de reflexión personal.
Yo quiero y necesito llenar los teatros. Y quiero que los que me han venido a ver vayan a ver las obras de otros compañeros que serán igual de buenas o mejor. Que amplíen su gusto y conocimiento teatral.
--Lo veo un entusiasta del teatro.
--Lo bueno que tiene el teatro es que sólo puedes hacer la función una vez, en un sitio, a una hora determinada y el que lo ve, lo ve. Luego tú puedes verlo online, de hecho, el Instituto Nacional de Artes Escénicas y de la Música ha salvado buena parte de la producción privada y pública, pero saben perfectamente que eso es onanismo teatral.
--¿No temes que eso se instale?
--¡No! ¡Qué va! Lo único que mantiene vivo el teatro y lo hace ajeno a las crisis de los audiovisuales es que todo lo que aporten las plataformas y tal es agua para el campo. Pero el teatro o se hace o no lo ves.
--Entiendo que, además de trabajar para ellas, tiene buena relación con las plataformas.
--Muy buena. Además, creo que va a abrirnos también una manera de producir el teatro que no solo tendrá que ver con la función que se interpreta, sino que se hará un trabajo audiovisual que dotará ese contenido teatral para que se adapte. Es decir, no podemos ver teatro en la televisión, pero sí podemos hacer teatro para la televisión. Se trata de unir dos procesos de trabajo, uno que tiene que ver con el proceso audiovisual y el otro, con la representación en vivo. Soy muy partidario de usar todas las posibilidades del audiovisual en la puesta en escena.
--Y volviendo a La fiesta del chivo, ¿cómo ha sido trabajar con Carlos Saura?
--Un privilegio. Tengo la sensación de que la vida me ha regalado un trabajo con él. Siempre quise hacer algo con él en el cine y no lo pudimos llevar a cabo. Y ojo, que él me llamaba, pero yo nunca podía ir porque estaba en otra cosa. Nunca hubiera pensado que mi encuentro con él fuera en el teatro porque no es su medio habitual y, en cambio, he aprendido cosas de él: dejar que las cosas sucedan, saber esperar… Algo que me viene bien, porque soy bastante vehemente. Ha sido una experiencia superpositiva.
--¿Cómo llegó a la obra?
--Yo llegué a la obra un 14 de agosto de 2019. Roberto Álvarez me llamó y me comentó el proyecto de realizar el montaje con la adaptación de Natalio Grueso dirigido por Carlos Saura y querían saber si me interesaba protagonizarla para ver qué hacían ellos. Yo estaba de vacaciones, podía tenerlas en aquel momento. Me la leí y me gustó mucho. El acierto está en que no quieren contarnos toda la obra en toda su dimensión en dos horas, sino que el dramaturgo había construido una línea argumental a través del personaje de Urania Cabral que permitía recrear las escenas más horrorosas de la etapa de Trujillo en República Dominicana. Pero necesitábamos el relato de esa mujer entregada al sacrificio sexual por su padre a un director insaciable en el horror y la voracidad. Y al día siguiente le dije adiós a mis vacaciones y me fui a Madrid para estudiarme el texto. Y ya en septiembre u octubre empezamos a ensayar.
--¿Qué tiene de especial esta función?
--Hay algo que provoca a todos los actores, sin grandes alaracas, cuando entramos una hora antes del espectáculo, nos subimos al escenario y compartimos nuestra vida y lo que nos ha pasado mientras otro calienta o hace sus ejercicios. Todo en el espacio escénico. Y eso es impagable, a mí ese momento me ha dado muchísima vida durante este periodo. Hemos pasado mucha penalidad, ha sido una gira muy dura, pero es la más bonita de las que he hecho hasta ahora. Me siento un privilegiado por haberla hecho y poder hacer teatro.
--Bueno, y en cada lugar con unas restricciones distintas. ¿Cómo han vivido eso?
--Es esquizofrenia pura. Nosotros dentro de todos los aforos posibles hemos podido llenar todas las funciones, pero sabemos que es una situación que no se ha dado de forma generalizada y, por tanto, nos ha hecho responsabilizarnos muchísimo, porque si funcionamos debemos dejarnos la piel.
--¿Cree que la gestión ha sido la correcta?
--Nadie puede decir que la gestión de la pandemia es correcta, nadie. Se ha improvisado muchísimo, y es lógico improvisar cuando lo que te está ocurriendo no lo conoces y hay cosas que entiendo más acertadas que otras. Pero en cuanto a los aforos, hay gente que no se ha querido enterar de que esto es un ámbito seguro. El teatro es free Covid, la gente ha respetado todas las normas y la gente de las salas ha aplicado todo su esfuerzo para que los espectadores pudieran tener garantizada su seguridad. Nosotros hemos tenido que hacer varias funciones en un día para llenar un aforo normal, hemos trabajado a las doce del mediodía, en estadios de rock al aire libre, en un trust donde al aire libre va a cantar Xoel López o Rosendo. Pero la gente lo valoró muchísimo. Y cuando te pones de gira, te pones de gira.
--¿Y va a llegar a Cataluña?
--Vamos al Teatro Poliorama de Barcelona en septiembre y de allí esperamos entrar a todo el circuito catalán que se ha hecho siempre.
--¿Qué le cuenta el montaje al espectador de hoy?
--Que hay que defender la dignidad, proteja usted su dignidad. Les dice: la dignidad es cosa suya, si luego transa no se queje. La dignidad es algo que hay que mantener a toda costa. A veces, la dignidad ha hecho que muchos pierdan la vida, pero la dignidad es lo único que lo define como ser humano en mayúsculas. La dignidad está siempre muy amenazada por muchas cosas, incluso en el terreno cotidiano. Esa dignidad es tu amor propio, tu autoestima, lo que te define. Cuando por cuestiones ajenas a uno mismo --ya sea cercanía al poder, motivos económicos, representatividad social-- uno decide renunciar a la dignidad, ha de ser consciente de que es muy difícil de recuperar.
--¿Le servirá a algunos políticos?
--No creo, los políticos bastante tienen con el nuevo deporte que se ha instalado en este país que es el de la contienda política. La contienda política es un coñazo, el peor de los espectáculos que son capaces de generar toda la clase política. Cuando la clase política funciona, generalmente no se ve y hay buenos políticos en España. Pero me resulta chocante que de algo que puede ser tan maravilloso recibamos el peor espectáculo, el que ya no queremos ver. De hecho, están perdiendo público a chorros o, en el mejor de los casos, el público se les convierte en extremadamente extremista y ese público entenderá la política como una contienda a muerte.
Somos el país de Goya, el de esos dos españolitos matándose a hostias con dos patas de jamón de Bigas Luna. Somos eso y pretender ser otra cosa es una ociosidad que no nos podemos permitir, sobre todo porque alguien tendrá que empezar a reconstruir los puentes de convivencia en un país en que hay una clara línea divisionaria: unos se quedan aquí y yo allí. A mí eso me parece una vida de mierda, por eso pretendo, en mi manera de vivir y trabajar, trasladar que no estoy dispuesto a renunciar a la valoración que tengo de las personas aunque piensen distinto que yo.