Sergio Peris-Mencheta (Madrid, 1975) es un hombre polifacético. Reconocido sobre todo por su faceta como actor, también es productor de teatro con su compañía, Barco pirata, y director de diversos montajes, entre ellos la archiconocida Lehman Trilogy.
Con una trayectoria internacional y afincado en Los Ángeles (Estados Unidos) aprovecha los beneficios económicos que le da Hollywood para hacer lo que más le gusta, el teatro. Ahora, desde el 16 de abril y hasta el 13 de junio, está en el Teatro de la Comedia de Madrid con Castelvines y Monteses, de Lope de Vega.
Musical y Siglo de Oro
La historia recoge las Novelle de Matteo Bandello, donde se habla de la historia de amor de unos jóvenes de familias rivales. Sí, es la obra en la que Shakespeare se basó para su Romeo y Julieta, pero el español del siglo de oro la convirtió en comedia. Peris-Mencheta le da una vuelta más y la transforma directamente en musical.
La voluntad del director es acercar la obra al público joven, que tome contacto con él y vea a los autores del pasado como algo vivo con lo que se puede crear e interactuar. Una propuesta arriesgada con 13 actores en escena que ha costado mucho que saliera adelante.
'Castelvines y Monteses'
--Pregunta: ¿Cómo surge la idea?
--Respuesta: Surge con Elena Pimenta, que me propone dirigir La Joven en 2014. Le comento a Carlos Menéndez, coautor de la adaptación, que podemos trabajar juntos. Me propone varios textos, uno de ellos es Castelvines y Monteses. Me encanta para una compañía joven, hacemos una dramaturgia estupenda que bebe mucho de aquella, y ahí nace. La historia la conozco bien, he dirigido Romeo y Julieta un par de veces en el ámbito universitario y tener otro punto de vista de la historia, el de Lope, me parecía fascinante. Y la cosa de que sea una obra juvenil y para gente joven en escena en el patio de butacas es lo que más me atrajo.
--¿Tiene intención de atraer y apelar a la juventud?
--Y de resonar con la rebeldía con respecto a las generaciones de adultos que les imponemos las cosas. Plantea cómo esa estructura de los adultos y otras generaciones tiene que cambiar para que progrese el ser humano en todos los ámbitos. Él lo plantea con una metáfora estupenda que es el odio entre familias. En este caso, este odio entre familias representa un poco el sistema, el statu quo, lo que uno siente que debe ser modificado. Y son las nuevas generaciones las que, a través de esta herramienta maravillosa que nos ha dado la naturaleza que es el amor mamífero, permiten abrir puertas en esos muros que han levantado nuestros antepasados, en este caso y aprovechando la genética y todo lo que nos han imprimido, pero tratando de mirar hacia adelante y vivir un presente un poco menos encorsetados.
--¿Cree que algo como las redes, que apelan a la inmediatez, puede hacer que los jóvenes dejen de lado echar la vista atrás y sacar provecho de lo que aporta el pasado?
--Sin lugar a duda. Pero pasa ahora y pasaba ayer. Y de lo que trata la obra precisamente es de poder hacer una comunión entre generaciones con las que convivimos. En esta vida, en el ratito que estamos, tenemos que convivir con distintas generaciones, incluso cuando desaparecen seguimos conviviendo con la generación que se fue, la tenemos dentro. Esa convivencia y entendimiento, al final, hace que probablemente nos muramos un poquito más tarde. Los viejos duran más si se meten en internet o aprenden nuevos idiomas, y los jóvenes también si escuchan a sus mayores, con la cabeza y con el corazón.
--¿El formato musical puede ser la manera más fácil de hacerles llegar la obra y el mensaje?
--En general, la música es una manera de abrir el corazón para que pase el mensaje. El teatro que a mí me gusta es el que te hace pensar, provocar la famosa catarsis. Para que un mensaje llegue y lo haga a través del corazón puede hacerse de varias maneras: o con la risa o con la música o con imágenes. La vía rápida, por lo general, es la música o la risa. Por eso, un espectáculo, desde mi punto de vista, debe ser entretenido, sea una tragedia o no, dar la oportunidad de reírse, de identificarse con lo que pasa arriba para sacar algo a cambio y no aburrirse. El propósito en todo caso es que esas generaciones se entiendan y que el espectador de todas las edades pueda pasar un buen rato y que salga de la sala celebrando la fiesta del teatro.
--¿Es musical puro y duro?, ¿no hay apenas diálogos?
--¡Qué va! Hay 16 temas, pero la obra no es cantada, solo hay números musicales donde se canta. No hay un solo momento de la obra de Lope de Vega que esté musicado, puede tener un underscore, pero nada más. Todos los temas que hay son aparte. El texto de Lope no se canta, solo se canta lo que se ha añadido a la obra, que son tres sonetos, dos de Lope y uno de Quevedo.
--¿Por qué optó por cantar la versión de la historia de Lope y no la de Shakespeare, más allá de que ya la montó anteriormente?
--Porque la de Lope me parece mucho más atractiva. Primero, por seguir conociendo el siglo de oro y no seguir haciendo Fuenteovejuna, que [no tengo] nada en contra, pero para enseñar lo prolífico de Lope y de esa época. Y, además, para poder hacerle ver a un estudiante que lo que sería una asignatura --Calderón de la Barca, Lope, Tirso de Molina, Cervantes… ¡qué coñazo!-- se convirtiera en un divertimento. Que vea que Lope de Vega puede ser divertido y puede ayudar a ponerse creativo y que sea un aliado y no un tostón.
--Comenta que la obra se pensó antes de la pandemia, ¿pero les ha afectado?
--Sí. Porque tuvimos que parar los ensayos, porque no pude terminar de montar la función, ni siquiera pude ensayarla. Hubo un brote en la compañía que nos obligó a parar más de 15 días, me tuve que ir a Estados Unidos y, además, a 12 días del estreno, el actor protagonista se baja. Estando yo en la distancia me dice que le da miedo la gira y que ni siquiera me va a cubrir el estreno y dos funciones más. Por lo que Andreas Muñoz [el actor protagonista actual] se estrenó con pinganillo, porque si no se quedaban en la calle 20 personas. Eso habla muy bien de Andreas. A pesar de todos los palos en las ruedas sacamos adelante la función para que la gente no se quedara en la calle estando cuando estamos en circunstancias excepcionales. Y porque los teatros estaban haciendo el esfuerzo de estar abiertos, así que hagamos nosotros el esfuerzo de no parar. Al final, estamos aquí. Vine hace dos meses y medio para trabajar con ellos y trabajar lo que no pude hacerlo en su momento. Ahora sí estoy contento porque llevábamos girando seis meses con un espectáculo que no estaba acabado.
--¿Cree que esta última crisis se ha gestionado bien?
--A nivel cultural, el hecho de mantener un teatro abierto es un privilegio absoluto, somos ejemplo para muchos países. Desde el punto de vista político, que me diga alguien quién ha manejado bien la pandemia. Es la primera vez que ni siquiera los científicos sabían a qué se enfrentaban. Es la época de la incertidumbre, ves que las narrativas cambian, que hay cosas contradictorias: que los fumadores pueden ir por la calle y el resto, no… Es muy difícil ahora, en tiempos de incertidumbre y la contradicción, decir si la gestión es buena o es mala. Lo valoraremos con el tiempo. Veremos si se equivocaron, si tenían opción, si realmente prima lo económico por encima de la salud, si como dicen algunos conspiranoicos, o no, esto sirve para que los ricos sean más ricos… El tiempo lo dirá y lo que igual hoy son barbaridades tal vez tengan razón o a la inversa. Lo que está claro es que es una razón más para mantenernos divididos, porque hoy cualquiera se pronuncia.
--Supongo que entonces eso de romper muros que nos separan como se ve en la obra resuena en la actualidad.
--Se ve, claro que se ve. Hay un momento en que dos personajes se besan a través de un espejo. Pero, evidentemente, el Covid está en la obra. En la función aparece el Covid y un buen rato, no te diré cómo. Si Lope hubiera escrito la obra hoy en ella aparecería la pandemia y es importante que apareciera. Y el proceso está y a nuestro favor.
--¿Cómo compagina esta vida tan estresante?
--Es complementaria si no fuera porque vivo en la costa oeste y que mi casa está en Los Ángeles. Va a sonar contradictorio, pero lo que me pagan de Snowfall me permite dirigir teatro aquí. Vivo en Los Ángeles, primero, porque aquí no me ofrecen lo que me ofrecen allí, ya para empezar. Y segundo, porque gracias al trabajo que hago allí me puedo permitir perder dinero aquí. Y me explico, el teatro no te da para comer, te da para malvivir. Es muy difícil vivir de esto. Pero sacamos adelante el proyecto porque es una compañía joven, aprieta los dientes y todavía tiene fe y vocación.
--Y la que siente usted, ¿no?
--Sí, el teatro es mi vocación, lo ha sido siempre. Como director y como actor. Pero la dirección me permite abrir un melón y contar la historia que me apetece contar. Para ello me he tenido que montar una estructura, Barco pirata que somos Nuria Cruz y yo, que entre los dos pergeñamos y sacamos adelante los proyectos. Además, nacimos hace 10 años, durante la crisis de 2008, y creo que nos llamamos así porque desde entonces vamos navegando tempestades y aquí seguimos.
--Ha comentado que en Estados Unidos le ofrecen papeles que aquí no. ¿Por qué cree que sucede?
--Porque mi momento de gloria pasó. No lo supe aprovechar, no tuve la oportunidad, no tuve los recursos propios o los que tenía estaban gafados o yo era el gafe. Pero yo he hecho protagonistas en España y en Francia, y de estos últimos apenas se sabe que los he hecho. En Europa he tenido la suerte de trabajar mucho, pero en este momento con 46 años siento que mi lugar está allí. Allí es donde me llaman para hacer cosas potentes, interesantes, remuneradas mucho mejor que aquí y no solo a nivel económico, hablo también del trato. Aquí a los actores se les maltrata tanto que harían los trabajos casi gratis. Además, Estados Unidos es un país que tiene tanta producción y hay tanta oferta que no ves las mismas caras en todos los proyectos. Ellos están más abiertos a lo nuevo y aquí vamos muy a lo seguro, tanto a nivel de conformar repartos como de contar historias. Nos cuesta mucho inventar cosas nuevas, generalmente hacemos copias o inspiradas en… En eso las plataformas ayudan, que intentan hacer cosas nuevas que no sean Médico de familia o Los Serrano. España creo que ha entrado en ese proceso, pero como tarda en suceder por eso ya mi cara no cabe y si cabe es detrás de una armadura, nunca me van a poner unos vaqueros.
Sergio Peris-Mencheta habla con 'Crónica Directo'
--¿Cree que su físico, en este sentido, le ha condicionado?
--En este trabajo, el artista se pone al servicio en cuerpo y alma. Sí me ha condicionado. Ha sido una rémora al principio a nivel mental. Uno que tiene mi pinta siempre quiere ser James Dean y a la inversa. Siempre queremos lo que no tenemos. A mí me ha dado mucho trabajo, pero probablemente me he dado cuenta con el tiempo de que era un activo que jugaba a mi favor. Yo pensaba que Hamlet nunca me lo iban a ofrecer y, en efecto, nunca me lo ofrecieron, pero me ha dado mucho trabajo. Cuando uno hace las paces con el físico de uno, probablemente, se le abren puertas. En mi caso, las de un país donde yo no soñaba ni de lejos trabajar. Trabajo allí porque tengo un físico que les encaja. Un físico contundente, que les encaja en la ficción, un poco más exótica y bueno… me las paso haciendo de mexicano, pero bienvenido sea, de mexicano o de piedra de río si hace falta. Lo importante es la historia que se cuenta, no el personaje que uno hace.
--Entiendo que tiene una buena opinión de la industria y de las plataformas, entonces.
--Creo que las plataformas dan muchísima más posibilidad de trabajo a todo el sector. La competencia ayuda también a mejorar la calidad. Hay un I+D en la cultura que inspira, que suma y hace que las historias sean cada vez más interesantes. Da la posibilidad de hacer producciones de todos lados, yo como creador incluso me inspiro. Soy un gran consumidor de plataforma y de cine.
--¿No teme entonces que puedan suplantar al cine?
--Lo temo, claro que lo temo, pero yo no voy a dejar de ir al cine.
--También se han metido en el teatro grabado, ¿teme que también se instale?
--No tengo temor porque una cosa no quita la otra. La pandemia nos ha demostrado que el talón de Aquiles del sector es el público. Si la gente no puede ir a un teatro, habrá que buscar otras maneras de que vaya. Una de ellas es hacer grabaciones de obras de teatro buenas. Hamilton es un espectáculo musical grabado muy bien, por ejemplo. Eso no va en detrimento de que ambas formas combinan. Sería maravilloso tener una plataforma o aplicación que tenga una butaca 0 en el teatro de cualquier país del mundo y ver la obra. No va a tener la experiencia de ir a la sala, eso sí. El espectador de teatro va a seguir yendo porque hay algo de ritual y eso está arraigado en el ser humano. No creo que el teatro grabado vaya en detrimento, sino al contrario, que es una muy buena manera de salvaguardar al sector. Por ejemplo, hay personas de la tercera edad que necesitan seguir viendo teatro y ahora con esto es una pena para ellos no poder ir, y qué mejor manera que poder estar en su casa y que puedan ver su Buero Vallejo, su Lope o su Lorca. Yo abogo, defiendo y si tengo que promover promoveré la implementación de un teatro rodado, muy bien rodado, desde encima del escenario, sin molestar, sin hacer un Estudio 1 y con público en la sala. La técnica hace que esto sea posible. Además, te da la posibilidad de que cuando acaba la vida de un espectáculo uno pueda verlo. No seamos tontos, vivamos los tiempos que vivimos.