En la última incursión culinaria de Jamie Oliver por tierras catalanas, el afamado chef británico no solo exploró los sabores del mar Mediterráneo, sino que también se aventuró en un viaje de descubrimiento cultural y social que dejó una huella imborrable en su cocina y en su corazón.
Todo comenzó en el pintoresco pueblo de Cadaqués, donde Oliver tuvo el privilegio de encontrarse con Rafael, un chef local que también es pescador. Juntos, exploraron los secretos del cabracho, un tesoro culinario de la costa catalana.
La receta del suquet
De la mano de Rafael, Jamie aprendió a preparar paso a paso un suquet tradicional, una receta arraigada en la historia de los pescadores locales. Tal y como cuentan los expertos de Hule y Mantel, la palabra "suquet" viene de suc, que en catalán significa caldo o jugo.
Antiguamente, los pescadores de Baleares, Valencia y Cataluña elaboraban este caldo aprovechando los pescados que no conseguían vender, cosa que pasaba usualmente con el rape, un producto poco valorado antaño, aunque le da una textura melosa.
El truco descubierto por Oliver
En la receta, hay quien le añade patatas, para darle un poco de consistencia, pero en realidad se elabora con el caldo que sale de la cocción del rape en un litro de fumet, al que se le añade una picada de almendras, ajo, pan y azafrán.
El toque que descubrió Oliver en la receta tradicional, fue el que sólo guarda el bueno de Rafael. Este catalán le mete cabracho fresco en vez de rape y es de los que apuesta por las patatas de la región de Girona y unos buenos tomates maduros.
Visita a Barcelona
El viaje culinario de Oliver en Cadaqués no acabó allí. Además del suquet, disfrutó de un plato de mar y montaña, una exquisita combinación de pollo, cigalas frescas, salsa de marisco y una picada aromática que despertaba los sentidos.
Después de esta experiencia inolvidable en Cadaqués, Oliver se dirigió a Barcelona, donde su aventura culinaria tomó un giro aún más emocionante. En el emblemático restaurante Quimet & Quimet, Jamie se sumergió en un festín de tapas y conservas, deleitándose con sabores que definían la esencia misma de la cocina española.
Unas tapas de calidad
Desde nísperos con queso y anchoas hasta tostadas con berberechos y una sorprendente combinación de yogur y yema de huevo, cada bocado era una explosión de sabor y tradición. Pero la verdadera lección de cocina y humanidad llegó cuando Jamie visitó el restaurante Mescladís en Barcelona, un proyecto dedicado a promover la inclusión social a través de la gastronomía.
Allí, se encontró con un grupo de jóvenes migrantes y refugiados que encontraron en la cocina no solo una forma de subsistencia, sino también una herramienta para empoderarse y reconstruir sus vidas. Conmovido por sus historias y la pasión que ponían en cada plato, Oliver comprendió el verdadero poder transformador de la comida.
La receta de Jamie Oliver
De vuelta a la costa, Jamie se sumergió en el mundo de las gambas rojas de Palamós, un verdadero tesoro gastronómico de la región. Junto a pescadores locales, descubrió los secretos de su captura sostenible y la elaboración de un delicioso arroz con gambas, cuyo sabor único provenía de un sofrito de cebolla cocido lentamente durante horas.
Inspirado por los sabores y las experiencias vividas en su viaje, Jamie regresó a la cocina para crear una obra maestra culinaria que fusionaba lo mejor del mar y la tierra. Con unas brochetas improvisadas de jamón, gambas y setas sobre una cama de judías blancas y puerros, acompañadas de un jugo de gambas profundamente aromático, Oliver rindió homenaje a la riqueza culinaria y cultural que había descubierto en su viaje por la costa catalana.