A simple vista es un edificio más de la Rambla de Sabadell. Tiene tres pisos, unos grandes arcos en el entresuelo, y unos balcones de toda la vida. En cambio, es una bien de interés local.
Es entonces cuando uno le echa otro vistazo. Sí, se vislumbran elementos clasicistas en la fachada. Las puertas de la planta baja son de dimensiones considerables, tal vez de otra época para guardar los coches o carruajes. Poco más. Entonces ¿qué tiene de especial la Casa Buxeda de la capital del Vallès?
Primera firma
El secreto está en quién firmó esta obra, esta fachada lisa decorada a partir de estuco y tres grandes puertas. Su arquitecto es un valenciano de pro, Rafael Guastavino, quien a los 17 años se mudó a Barcelona para trabajar con Jeroni Granell. Era 1859.
Al valenciano sólo le hicieron nueve años más de experiencia para firmar sus primeros planos, los de la Casa Buxeda. Corría ya el año 1868, en cambio, ha tenido que pasar más de un siglo, una novela y una investigación para que se le reconozca la autoría.
Reconocimiento tardío
Nadie le prestó atención a este edificio. En su día sólo daba cobijo a una familia que ocupaba el bloque donde también había un despacho relacionado con la industria textil. No fue hasta 1924 que no se dividió el interior del edificio en varios apartamentos y la planta baja se destinó a comercios. Nada del otro mundo.
Fue otro arquitecto, Josep Llobet Bach, quien en 1981 quiso saber más de ese bloque de viviendas y, tirando del hilo, dio a parar con el nombre de Guastavino, el llamado arquitecto de Nueva York.
Fama internacional
Algunos aficionados a la literatura, este nombre les puede sonar porque Javier Moro le dedicó su novela A prueba de fuego. Allí se relata los periplos que tuvo que superar este valenciano para salir de la pobreza hasta convertirse en uno de los arquitectos más reputados de La Gran Manzana.
Además de firmar la Casa Buxeda, este maestro de obras fue el responsable de diseñar la Estación Central de Nueva York, un eje de la nueva ciudad que hizo que muchos quisieran replicar su estilo. De allí, que fuera calificado como el arquitecto de Nueva York, pero no sólo de esta ciudad. La Biblioteca Pública de Boston también lleva su sello. Una historia única que a punto estuvo de pasar desapercibida.
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