Que las farmacéuticas son todo un negocio nadie lo duda. Claro que en 1787 tal vez era menos previsible. Y ese fue el año en que uno de los apellidos más ricos de Cataluña empezó su andadura empresarial. Hablamos de los Esteve.
Uno se debe a ir a la Cerdanya para seguir los pasos del campesino Tomás Esteve Gabanyach. Se dedicaba modestamente a sus campos, cuando le propusieron encargara de la farmacia del Hospital Sant Andreu de Manresa.
Una esquina de Manresa
No era su propiedad, pero el negocio interesó a su hijo, Tomàs Esteve i Florensa, que, atraído por el mundo farmacéutico, decidió abrir su propia farmacia en la Plana de l’Om. Por entonces, ni el municipio no formaba parte de Manresa ni había voluntad de laboratorio. Pero tampoco este hijo de campesino pensaba que esto iba a llegar tan lejos.
La tradición familiar fue traspasándose. Nadie abandonó ese local. Es más, cuando en 1910, el ayuntamiento de Manresa decidió urbanizar la calle del Born de Manresa y se empezó a llenar todo de calles comerciales, los Esteve fueron un paso más allá.
Farmacia modernista
Si el modernismo estaba de moda, ellos iban a ser los más modernistas. En 1926 reformaron el establecimiento de tal manera que pareciera un negocio propio de la época. Un local nuevo. Aparecieron renovados con unos vitrales de colores, unos increíbles muebles y acabados de madera que se fusionaban a la perfección con el hierro forjado desde la fachada hasta el interior.
Era 1929 y esa farmacia ya era todo un símbolo de la ciudad. La familia tenía un conocimiento privilegiado del negocio y fundaron la empresa Esteve Healtcare. No esperaban que pocos años más tarde estallara la guerra.
Postguerra y expansión
La postguerra y la dictadura provocaron que en 1942 Antoni Esteve se mudara a Barcelona. Aunque no le fue mal. Sin cerrar el local de Manresa, el negocio de la capital catalana emprendió el vuelo. Tanto que el mismísimo Alexander Fleming les fue a visitar.
Su fama crecía y sus hijos se hicieron con el negocio en 1965. Fue entonces cuando empezaron a abrir sus propias plantas químicas por Cataluña e incluso una en México. Asimismo, y aprovechando las sinergias y el potencial industrial catalán, el ya constituido laboratorio se unió con los Puig y juntas se incursionaron en dermofarmacia con Isdin.
Vacas gordas y flacas
Pero sin duda, fue en los años 90 en los que emprendieron el mayor despegue y lideraron el sector a nivel estatal. El negocio de los somníferos y los antiinflamatorios le dieron unos beneficios que se contaban por decenas de miles de millones de pesetas.
También vivieron sus vacas flacas, tras la llegada de Antoni Esteve a la dirección y la crisis de 2008. La segunda década de los 2000 fue mala. Joan Esteve fue conocido por aplicar un ERE que los ayudó a recuperarse y cuando Albert Esteve Cruella tomó el mando, tomó una medida revolucionaria. En 2017, la dirección fue delegada a una persona externa, Staffan Schüberg.
La vida (y la farmacia) sigue
No les fue mal. La pandemia les hizo crecer como la espuma, como pasó con la mayoría de farmacéuticas, los Esteve siguen teniendo el 83% del capital de la empresa y la farmacia de Manresa sigue en pie. Ganando millones.