La vida está llena de vuelcos y giros y nunca sabes por donde va a salir. Si no que se lo cuenten a Teresa Casserras i Moreno, una solsonense afincada en Vic que dejó el mundo de la investigación médica para dedicarse a la tradición gigantera.
De entrada puede parecer algo extraño, pero el caso de esta artista científica es particular. “Crecí entre los gigantes y las bestias que hacían mi abuelo y mi padre”, recuerda. Eso, quieras que no, marca.
Una tradición familiar
Sessa, como la conocen los amigos, es nieta de Manel Casserras Boix, un famoso sastre de Solsona en el siglo pasado que, en los años 50 empezó a vestir también gigantes, pero que luego fue a más. Su fama de diseñador y trabajador fue tal que, en 1960, el Ayuntamiento de Barcelona le encargó la reconstrucción del mítico Gegant del Pi de la ciudad.
Manel Casseras Boix se enganchó a eso de la gigantería, le llovían encargos de todas partes y supo transmitir esa pasión a su hijo, J.Manel Casserras Solé, que ya de entrada se dedicó al negocio de la escultura de gigantes. Su área siempre fue la de la restauración y junto a su padre son responsables de la construcción de un gran número de imaginería festiva por toda Cataluña. Tan bueno era el hijo, que incluso se le solicitó su trabajo para restaurar la fachada barroca de la catedral de Solsona. Él también ayudó a la reconstrucción del Gegant del Pi y de la figura del Drac de Solsona, datado del siglo XVII o los enanos de la Patum de Berga, entre otros.
De la ciencia a los gigantes
Durante muchos años padre e hijo trabajaron en tándem, pero cuando el padre falleció, Casserras Solé se hizo cargo del taller. Mientras tanto, su hija Teresa analizaba datos médicos con herramientas bioinformáticas en un laboratorio del Centro de Investigación IDIBAPS. Pero como ella misma indica, desde la muerte de su padre en 2015, su vida dio “un giro”.
Licenciada en Biotecnología especializada, vía máster, en Medicina Translacional a la que se dedicó unos años, las raíces cada vez tiraban más de ella. “Decidí que quería dedicarme completamente al taller, aprovechando todo lo que me había enseñado mi padre”, revela a la Generalitat. No es fácil. Admite que es un trabajo al que “se ha de dedicar horas”. Lo hace en el Taller de Escultura Casserras junto a su novio y la ayuda de su madre y de su hermana. Y a la vez, se forma en Restauración y Conservación de Bienes Culturales del ESCRBCC.
Trabajo con los ayuntamientos
“En nuestro día a día, nos dedicamos a la conservación de los cientos de figuras que ya se han creado en el taller, así como la creación de nueva imaginería festiva, entre otras muchas facetas. Siempre intentando respetar la técnica tradicional catalana de construcción de gigantes y conservando la marca Casserras, manteniendo y conservando al gigante como una pieza escultórica digna y de calidad”, detalla.
Prueba de ello es que varios ayuntamientos cuentan con ella para reparar sus gigantes, cabezudos y enanos. Uno de los últimos es el de Castellbisbal que le ha pagado 12.819,83 € para proporcionar un gigante y un enano de su taller al ayuntamiento.
Conservación de las fiestas
Ella, por eso, no habla de dinero, habla de legado, de cultura, de trabajo, sobre todo de trabajo. “es muy reconfortante ver cómo entra una pieza muy dañada por una caída, por ejemplo, y cómo abandona el taller tal y como se encontraba antes del accidente, directamente para regresar a su localidad y poder bailar por su fiesta”, asegura.
Teresa Casserras es, así, mucho más que la representante de una saga de giganteros, es una de las mujeres de Cataluña que vela por una tradición que muchos creen pasada de moda, pero que alegra las fiestas de todos los municipios. Y lo hace con gusto.