Las costas catalanas son un desfile de aguas magníficas, arenas de todo tipo y playas de belleza indescriptible, lo que les otorga un atractivo destacado como destino turístico. Algunas son naturales, otras están atestadas de familias, mientras otras están enclavadas en terrenos escarpados con acantilados. Y pese a que todas son únicas, hay algunas que logran destacar, como la cala de Tarragona que te queremos presentar: cala Jovera.
Esta pequeña playa de apenas 90 metros de largo y 20 de ancho se encuentra a los pies del impresionante castillo de Tamarit. La mezcla del paisaje que ofrece la fortaleza, la arena dorada y el agua turquesa conforman una de las postales más bellas de la región.
Cómo llegar a Cala Jovera
Cala Jovera, también llamada Cala del Castell debido a su cercanía al castillo de Tamarit, es una pequeña cala natural rodeada de vegetación, principalmente pinos, que se abre al mar a través de una franja de 90 metros de largo por veinte de ancho. La antigua torre de defensa contra piratas se mantiene en buen estado, y hay un sendero que conduce a un denso bosque de pinos.
Para llegar a este recóndito paraje desde Barcelona, tardarás más o menos 1 hora y 10 minutos por la carretera C-32. Desde Lleida, el viaje dura 1 hora y 15 minutos por la AP-2.
En cuanto al acceso, solo es posible llegar a pie por la N-340, en dirección al castillo de Tamarit. Recuerda que, al ser una playa natural, carece de servicios. Aunque te costará un poquito acceder, valdrá la pena porque estarás solo: es un sitio perfecto para desconectar de la rutina. Incluso en estos últimos años, en donde la cala se ha viralizado más suele tener una afluencia baja por estas fechas.
El castillo del siglo XI que domina Cala Jovera
En el siglo XI, los señores de Claramunt edificaron el castillo, y más adelante, se vincularon con los Montoliu a través de matrimonios (seguro que has pensado en Juego de Tronos). Los descendientes de ambas familias adoptaron el apellido Tamarit, y ese fue el nombre con el que se quedó el castillo. La fortaleza medieval cuenta con arquitectura románica y a finales del siglo XV, la gran misión de este castillo era vigilar la costa para prevenir ataques de piratas.
Con el tiempo, cayó en desuso hasta que un millonario de Chicago lo adquirió a principios del siglo XX. Este curioso personaje que seguro que no te esperabas en esta historia restauró las ruinas y convirtió la fortaleza en su hogar.
En el momento de la redacción de este artículo, no es posible visitar el interior del castillo, pero se pueden disfrutar las vistas panorámicas que ofrece. El castillo se ha hecho tan famoso gracias a su belleza imponente que hasta se ha acabado convirtiendo en escenario para bodas y distintos eventos.