Si uno quiere olvidar la vida sedentaria no puede tener excusa alguna ante la gran cantidad de actividades y ejercicios que puede practicar para ser más activo y levantarse del sofá. Disciplinas para todos los gustos, edades, necesidades y condiciones físicas que no solo redundarán en una mejora del aspecto exterior; la salud del organismo también será una de las grandes beneficiadas. Como, por ejemplo, si se practica power walking.
Si alguno de los que están leyendo estás líneas sabe un mínimo de inglés, no tendrá problema para saber en qué consiste este ejercicio que se hace al aire libre. Y es que el power walking no es otra cosa que andar. Sí, caminar, pero a un ritmo más rápido y energizante. Eso sí, no basta con dar pasos sin más. Esta disciplina requiere seguir una serie de directrices.
Orígenes del power walking
Caminar está de moda y eso que esta disciplina nació hace ya años. Concretamente y basada en los grandes marchadores olímpicos de todos los tiempos, fue en los años 90 cuando se dio forma a este ejercicio tan santo tanto a nivel particular como profesional. Y es que el power walking incluso se incorporó como categoría deportiva en la Maratón de Berlín del año 1999.
Comenzaba así una disciplina menos exigente para aquellos a los que no le gusta eso de correr. Y es que no hay que olvidar que, aunque con ciertas similitudes, no tiene nada que ver una con otra. En el caso del running, la velocidad es una diferencia importante, así como el impacto que sufre la salud ósea cuando se elige la opción de las carreras.
¿Cómo se practica?
A la hora de seguir esta rutina deportiva, es importante no olvidarse de algunas premisas esenciales del power walking como son controlar la postura que se tiene mientras se avanza paso a paso; así como regular la intensidad de la velocidad (cada persona conoce su cuerpo) y los cambios de ritmo que se vayan produciendo.
Es por eso que a la hora de hacer estos rápidos movimientos uno no solo debe fijarse en las piernas, sino también en el balanceo de los brazos al tiempo que se mantiene contraído el abdomen y se levanta ligeramente la punta del pie que va avanzando delante. De la misma manera, el power walking exige que se mantenga la vista al frente, los hombros queden hacia atrás, la espalda esté erguida y alineada y el pecho elevado. Recomendaciones todas ellas que cobran especial importancia en este caso para que dicho ejercicio resulte efectivo y no haya riesgo de lesiones.
Sus beneficios saludables
No solo para moldear el cuerpo o bajar esos kilogramos de más (algo que estarán pensando muchos ya en plena operación bikini), practicar de manera regular power walking es una actividad muy saludable para el organismo. Y es que, además de esa pérdida de peso (si se hace de manera frecuente y siguiendo las directrices antes comentadas), también redunda en una mejora de la capacidad cardiorespiratoria, además de resultar beneficiosa para el cuidado de las articulaciones ya que apenas hay un impacto acusado contra el suelo.
Pero hay mucho más. Este ejercicio favorece la oxigenación de la sangre, mejora los niveles arteriales, reduce el riesgo de padecer enfermedades cardíacas, ayuda a mantener el colesterol a raya y mejora la respuesta inmunológica del organismo. Además, desde un punto de vista mental, caminar deprisa (como todo lo que sea mantenerse activos) hace que uno se libere del estrés, se eleve su autoestima y se combata de forma natural y sencilla la depresión o a la ansiedad.
Consejos que pueden ayudar
Además de tener en cuenta cómo practicar esta disciplina, no está de más si se siguen algunos consejos prácticos. Así, si es pleno verano o hace calor, lo mejor es salir a caminar a primera hora de la mañana o a última de la tarde cuando el sol no castiga tanto, además de ir siempre bien protegido con crema solar, una gorra, unas gafas de sol y abundante crema protectora en la piel.
En cuanto a la equipación, lo mejor es vestirse por capas para ir despojándose de prendas al tiempo que uno entra en calor y para evitar un resfriado después de sudar. E importante, el calzado. En este caso no es necesario comprarse unas zapatillas especiales de running o para practicar senderismo; lo esencial es que agarren bien el tobillo para evitar lesiones, no sean nuevas (que solo provocarán rozaduras y ampollas a la primera de cambio) ni tampoco elegir las más desgastadas y viejas que uno tenga por casa.