La montaña mágica de Montjuïc se convierte en epicentro de catarsis simultáneas. Del 19 al 28 de enero el Teatre Lliure y sus inmediaciones traen lo más granado del panorama nacional e internacional que promete impactar en el espectador.
Máscaras, despersonalización, violencia de género y pastillas de la felicidad y un tour muy particular por el edificio histórico del teatro serán los principales protagonistas, junto Los espacios que cobran un protagonismo especial. Todo ello retrata un estado de la sociedad actual desconcertante a la vez que presentan la vitalidad y la exploración del teatro contemporáneo, que acaba en una cena-espectáculo, Raw ,que ya ha agotado todas las localidades.
Estos diez días empiezan con un careo. El canadiense Stéphane Gladyszewski invita a todo aquel que se pasea por la plaza Margarita Xirgu a sentarse frente a él, ponerse una máscara que dejará allí colocada, ponerse unos auriculares y dejarse llevar, a partir del poema Dos cuerpos frente a frente de Octavio Paz.
El artista quiere ofrecer en Tête-à-tête todo un viaje a través de la iluminación y el sonido para jugar con la ilusión propia del teatro. Un teatro del cuerpo y de los sentidos para hibridarse con él. “Lo que requerimos es tomarnos un tiempo, estar frente al otro mirándose a los ojos y estando presentes”, apuesta.
Al otro lado de la plaza habrá otra instalación, la de Dries Verhoeven. Todo aquel que se pasee por allí podrá ver todos los días que dure esta Katharsis 2023 una especie de baño público con la cruz de una farmacia encima. Al entrar, le esperará un humanoide, un cyborg con rostro y torso humano que durante 20 minutos tratará de ofrecer al visitante o curiosos las claves de la felicidad en formato pastilla.
En una época en que los propios médicos alertan de los riesgos de la sobremedicación, el holandés quiere mostrar “aquello artificial en nuestras vidas” y ese “deseo de automedicarse para obtener la felicidad”, ya sea en el psicólogo o al camello de turno, que nos invade. El espectador puede tomar o no la pastilla que le ofrece y si se queda hasta final verá cómo es finalmente el “humanoide quien nos perdona a nosotros por ir en el orden inverso hacia la felicidad”.
Quien ronde por allí el 26 y 27 de enero puede que se cruce con varias personas encapuchadas con una máscara zentai de color blanco. En un momento la verá sentada, viendo un espectáculo donde solo hay plantas y el aire que pasa. Tras salir de este teatro montado se empezará a cruzar con otras personas sin rostro.
La propuesta de Tanya Beyeler y Pablo Gisbery, llamada La Plaza, enrarece unas situaciones de lo más cotidianas y ayuda a que nos preguntemos si esta plaza no se ha convertido en algo plano, sin personalidad. Con estas ausencias incluso de rostro, esta falta de voz presenta unos cuerpos sin vida, sin alma. Las preguntas y conclusiones las extrae el público.
Esos mismos días e incluso el 28, el Lliure ofrecerá un tour muy especial por el edificio. Marga Socias presenta su The Hole & Corner Travel Agency, una especie de paseo en el que la creadora desengrana rincones del Teatre Lliure de Montjuïc y los descompone, los desgrana y los resignifica.
“Cuando vas a un sitio hay una expectativa de lo que vas a hacer. Lo mismo cuando vas al teatro”, señala, se sabe que se hace en el baño, en el escenario, en la platea, en el bar, y ella “plantea romper la expectativa de sentido de estos espacios”, jugando con lo real y lo imaginado, con sus posibilidades.
Ya dentro de la sala, el 21 y 22 de enero, esta la propuesta de Markus Örhn, quien a través de dos personajes con cabezas de cartón representan Domestic Violence durante cinco horas. El título habla por sí solo y la extensa duración tiene una razón de ser. El sueco no pretende que todo el mundo se quede, le da la opción a salir, pero lo que ve allí dentro sucede a diario en todas partes del Planeta diariamente. Dos personas, un hombre y una mujer en su casa y ella con la angustia, el miedo a que, en cualquier momento, él la maltrate.
Lo que ve el espectador son todos esos momentos. Puede irse, lo considera normal, tanto si ve la violencia como si no llega a quedarse para verla reflejada. “Le doy al público la posibilidad de escapar”, algo que muchas mujeres no tienen.
El colofón a estas jornadas de catarsis lo ponen seis personas. Por un lado, los creadores de Raw, Laia Fabre y Thomas Kasebacher, plantean a un cocinero y a un artista una cena para varios comensales. De allí nace el espectáculo que busca e incita al público a ser “activo”. El 27 de enero, la comida la pone el chef Joseba Cruz y la artista Marria Pratts ejerce de anfitriona; el 28 es el turno de Stefano Colombo en los fogones y de Albert Serra como dinamizador. Lo que pasen esas noches dependerá de los asistentes que ya han agotado las localidades.
Así esta Katharsis 2023 vuelve a plantearse qué es el teatro, pregunta que dio origen a este ciclo que se aleja de un festival, como dice su programadora, Georgina Oliva, porque está “pensado para los ciudadanos de Barcelona y el público general que entiende otras maneras de hacer teatro”.