Dos botellas de Blanc de Marges de la cooperativa L'Olivera / COOPERATIVA L´OLIVERA

Dos botellas de Blanc de Marges de la cooperativa L'Olivera / COOPERATIVA L´OLIVERA

Creación

Un paseo por Lleida con el sabor "cooperativo" del vino Blanc de Marges

La cooperativa L'Olivera elabora un vino blanco que encandila, con viñedos viejos, en Vallbona de les Monges

17 enero, 2021 00:00

Con la llegada del frío de finales de otoño decidimos realizar una pequeña incursión a la provincia de Lleida. Nuestro destino es el pequeño pueblo de Vallbona de les Monges, en la comarca del Urgell, para conocer un proyecto un tanto heterodoxo dentro del mundo cooperativista del vino, la sociedad cooperativa L’Olivera.

La aproximación a la zona es rápida: a través de la autovía A2, que comunica Barcelona con Lleida, se accede de forma cómoda a la capital de la comarca del Urgell, Tàrrega, situada a 1h15’ en trayecto en coche de Barcelona y a poco más de 30’ de Lleida. En estas épocas del año la llegada a la llanura del Urgell está vinculada, a menudo, a una densa niebla matinal que guarda las temperaturas cercanas a 0ºC. Es el caso en el día de nuestro viaje. Y aunque no estamos lejos del Mediterráneo, percibimos cierta continentalidad: inviernos más fríos y veranos calurosos. Tàrrega es el centro demográfico, económico y logístico de la comarca, aunque nosotros continuamos un poco más por la autovía y pasamos por otro núcleo importante como es Bellpuig. Esta pequeña ciudad floreció durante la segunda mitad del siglo XIX, a raíz de la construcción del ferrocarril y, principalmente, del Canal d’Urgell, la infraestructura hidráulica que revolucionó la agricultura en la provincia de Lleida.

 

 

Campaña de #EnoturismoParaSanitarios de la cooperativa de L'Olivera / GUARDIAN OF WINE

Tras cruzar los secanos de Belianes, casi un monocultivo cerealista, a partir de Maldà, termina la ordenada y, por el efecto de la niebla, silenciosa monotonía del llano. Ascendemos paulatinamente. Aparecen los primeros muros de piedra seca calcárea, salvadores de los pequeños accidentes orográficos. No son de una piedra tan blanca como los calcáreos de otras latitudes. Son muros ligeramente ocres, arcillosos, limpios, muy anchos y robustos, aunque a la vez transmiten cierta sensación de ligereza, de serena ordenación del paisaje. Constituyen otro tipo de ordenada monotonía, ciertamente, aunque distinta a la del llano pues aquí se abre el juego a la alternancia de cultivos habitual. Predominan los campos de cerales, por supuesto, pero el almendro, el olivo y la vid se apoderan paulatinamente del paisaje.

La apuesta por una cooperativa

Recogida de uva en la Cooperativa l´Olivera / COOPERATIVA L´OLIVERA

Recogida de uva en la Cooperativa l´Olivera / COOPERATIVA L´OLIVERA

Poco a poco nos vamos encerrando en el valle, remontando el curso de la riera del Maldanell. Pronto llegamos a Vallbona de les Monges. Si prosiguiéramos hacia el sureste, sin abandonar la carretera LP-2335, cruzando la pedanía de Rocallaura, pronto nos adentraríamos en la Serra del Tallat y los cultivos se verían cada vez más suplantados por los bosques de roble. La carretera nos conduciría hasta la cresta de dicha sierra, a unos 800 metros de altitud, y se abriría ante nosotros su otra vertiente, espectacular, con vistas a toda la comarca de la Conca de Barberà, ya en Tarragona, a nuestros pies, como si de una postal se tratara. Por este balcón de altura llega, en las noches de verano, una agradable aunque ya débil marinada, el viento húmedo marítimo, que ayuda a refrescar las tórridas noches de verano del sur del Urgell.

Pero regresemos al pequeño municipio de Vallbona de les Monges, a 500 metros de altitud y conocido por ser donde se ubica el tercer gran monasterio cisterciense y más importante monasterio femenino de Cataluña, Santa María de Vallbona. La historia del monasterio es conocida: fundado en el siglo XII por el eremita Ramon de Vallbona, a su muerte la comunidad pasó a ser exclusivamente femenina. El monasterio vivió su esplendor en el siglo XIV y, para mantenerse como comunidad femenina, tras el Concilio de Trento se donaron tierras alrededor del mismo creándose el pueblo de Vallbona a finales del siglo XVI. Luego llegaría una larga y lenta decadencia debido a las guerras del siglo XVIII, los litigios con otros monasterios, las sucesivas desamortizaciones y ya más recientemente la Guerra Civil. Actualmente la vida monástica persiste en Vallbona y es posible visitar e incluso pernoctar en la Hospedería del monasterio, ya que forma parte de la Ruta del Císter.

Vallbona de les Monges cuenta con unos 250 habitantes, de los más de 1.000 anteriores a la Guerra Civil. La regresión es importante, pero se mantiene estable desde mediados de los años ochenta. Y a ello contribuye de forma importante el proyecto cooperativo de L’Olivera. Si bien es cierto que Vallbona de les Monges cuenta con una cooperativa fundada en 1917, la Cooperativa del Camp, su actividad actual se centra exclusivamente en la producción de aceite de oliva virgen extra D.O. Les Garrigues. Así pues, nuestra atención se desvía hacia L'Olivera, un proyecto cooperativo originario de los años setenta del pasado siglo y con algunas singularidades dentro del cooperativismo vinícola.

Y es singular porque parte de un principio fundacional absolutamente distinto a todas las otras cooperativas que hemos ido conociendo a lo largo de estos meses. Todas las cooperativas, desde las de principios del siglo XX y anteriores a la Guerra Civil, pasando por las nacidas en las décadas centrales del siglo XX y hasta las más recientes fundadas durante la democracia, nacen desde el territorio. Y lo hacen, partiendo del reagrupamiento y la renovación, esencialmente para dar solución, con matices distintos en cada época, a necesidades organizativas (administrativas y en valores) y comerciales muy concretas.

Viñedos antiguos

En el caso de la cooperativa L’Olivera su heterodoxia lo es desde su creación, en 1974, por el padre Segura, cuya idea fue la de establecer una cooperativa rural con el objetivo de contribuir a la integración de las personas con discapacidades. Esta es la diferencia. L’Olivera nació en Vallbona pero no desde Vallbona. Se estableció en Vallbona. De hecho los primeros años son dubitativos, la actividad productiva y comercial están llenas de altibajos. El objetivo final es el mismo e irrenunciable. Pero no es hasta una década más tarde, ya en los años ochenta, cuando L’Olivera al fín centra su actividad en la explotación de los cultivos más importantes que rodean Vallbona de les Monges, esto es esencialmente la vid y complementariamente, y fiel a su nombre, los olivos. Es a través de la viticultura y la elaboración de vino que la cooperativa L’Olivera puede dar respuesta a su objetivo fundacional.

Vallbona de les Monges / FENTPAIS

Vallbona de les Monges / FENTPAIS

Adicionalmente, en la actualidad L’Olivera cuenta con un hogar-residencia en Vallbona de les Monges en la que conviven 28 personas con discapacidades. Y es en este sentido, además de muchos otros, que decíamos que este proyecto está colaborando directamente en el mantenimiento de la actividad y la vida del municipio. Posteriormente han incorporado otros proyectos a su portafolio, siempre a través de la elaboración de vino. Como es el de la gestión de la masia Can Calopa, en Barcelona.

Can Calopa nació en la década de los 90 para albergar el proyecto de la creación de un vino en el término municipal de Barcelona. En esta masia, L'Olivera replica el modelo de proyecto social de Vallbona con la creación de otro hogar-residencia para 20 personas con discapacidad y riesgo de exclusión social.

Los vinos de L’Olivera están amparados por la Denominación de Origen Costers del Segre, una denominación relativamente joven (creada en 1988) y dividida en varias subzonas (hasta siete) dentro de la provincia de Lleida. Vallbona de les Monges se encuentra en la subzona Valls del riu Corb. La elaboración de vino en la zona es antigua, la denominación que ampara estos vinos no. Y esto genera, junto con una cierta dispersión geográfica de las subzonas de elaboración y algún otro factor más, una nueva singularidad dentro del universo cooperativista del vino.

El hecho de que las cooperativas vinícolas, presentes a lo largo y ancho de la geografía española, nacieran desde el territorio para resolver las necesidades de las gentes del territorio de las que antes hemos hablado, supuso que en general fueran transmisoras generacionalmente de viñedos antiguos, a veces muy viejos, de variedades de uva casi olvidadas o, tras el paso de las generaciones de viticultores, muy adaptadas a cada territorio. Variedades consideradas propias o “autóctonas” (los entrecomillados son oportunos) absolutamente arraigadas a condiciones climáticas y geográficas concretas. En el caso de las denominaciones más jóvenes, han seguido cultivándose estas variedades “autóctonas”, pero con la irrupción plenamente asumida y normalizada de muchas otras variedades consideradas “foráneas” con mayor o menor tradición que en general han ido dando una respuesta a una necesidad enológica.

Un proyecto bien ensamblado

La Denominación de Origen Costers del Segre acepta muchas variedades de ambos tipos, tanto las “autóctonas” como las “foráneas, porque ya se cultivaban ampliamente antes de crearse la denominación. En el caso de L’Olivera lo vemos claramente, la mayoría de sus vinos son blancos y están elaborados con todo tipo de variedades: macebo, parellada, xarel.lo, chardonnay, garnacha blanca, malvasía y en tintos mazuelo o samsó, garnacha, cabernet sauvignon, monastrell, tempranillo o trepat. En este sentido, sus vinos suponen un cierto “exotismo” singular dentro de lo que suele ser habitual en el resto de las cooperativas.

Corte de uva en la Cooperativa l´Olivera / COOPERATIVA L´OLIVERA

Corte de uva en la Cooperativa l´Olivera / COOPERATIVA L´OLIVERA

Probamos su Blanc de Marges 2019, un vino blanco cupaje de parellada (40%), xarel·lo (36%) y malvasía (24%) del cual se han elaborado 3.263 botellas.

¿Cual es la impresión que invade a quien se acerca al Blanc dels Marges? ¿Hay esa fruta de agua característica? ¿Cítricos? ¿Dulzura?  Seguro. Están todas las virtudes de lo mediterráneo desde un interior de secano y en equilibrio... y ahí hay alguna singularidad que quizá nos ayude a entender un proyecto que se encarnó en el vino pero que nació con un diseño previo. Y es que la cata nos llevó a una reflexión a pie de página. Normalmente, los vinos con historia territorial obedecen al carácter físico climático de la zona. En el Blanc de Marges de L'Olivera, la composición es algo extraña e interpreta (excelentemente) una música que es marinera (su maridaje admitirá la fusión a partir de ensaladas y pastas de la cocina global).

Esos cítricos que le vienen de la uva xarel·lo, esas peras que le da la parellada, y esa fruta que nos remite genuinamente al mosto a través de la malvasía, son luz y frescuras asociadas a horizontes de costa. Y podría advertirse pues, que el vino nos confunde, porque si lo tomáramos sin referencias (a etiqueta tapada, “a ciegas”) difícilmente lo ubicaríamos en esos valles interiores del río Corb. Es un ejercicio que define el proyecto, de raíz social antes que territorial, quizá... Aunque en el fondo preferimos que sea el errante explorador quien bucee y descubra sus propios mensajes: el embalaje contiene topografías frágiles que requieren de afectos.

Anotamos finalmente que también probamos su blanco superior, el Vallisbona VS89 2018, un monovarietal de macabeo selección parcelaria que nos gusta y nos confirma que enológicamente nos encontramos ante un proyecto potente y bien ensamblado.

Vino: Blanc de Marges 2019

L'Olivera Societat Cooperativa, D.O. Costers del Segre

Precio (en tienda): 11-12 euros

Taula de Vi de Sant Benet son: Oriol Pérez de Tudela y Marc Lecha