La inteligencia artificial (IA) se abre paso también en el terreno educativo y, con ella, los escenarios desconocidos que se plantean. La implantación, no obstante, está aún en sus etapas primigenias y envuelta en un sentimiento generalizado para limitar las tecnologías en las aulas. 

Este medio se ha puesto en contacto con Ignacio Aso, director y fundador de IGNITE Serious Play, una empresa catalana dedicada, entre otras cosas, a la implantación de algoritmos en escuelas, para reducir la faena burocrática al profesorado. Pero, más allá de ese fin, el cambio tecnológico no consiste en añadir un elemento: cambia todo el ecosistema, y la IA proyecta un futuro muy diferente del panorama actual.

Contexto complicado

Es muy difícil una “no exposición” a la inteligencia artificial, de una manera o de otra. Ya sea dentro o fuera del colegio, la IA se erige como uno de los nuevos pilares de internet y de la tecnología en general. Por ello, a pesar de las propuestas de intentar integrar estas tecnologías en el aula, también hay que ser conscientes de su impacto, que acabará por llegar, aunque no sea de una manera activa. 

Situaciones cotidianas, como las de redactar un trabajo con ChatGPT y presentarlo “como si fuera nuestro” van a ir in crescendo, a medida que las personas tengan más conocimiento de estas tecnologías. Porque una cosa es la tarea del profesor y otra, la del alumno. No obstante, aunque la IA no llegase a implantarse de forma activa en las aulas, habrá un cambio de paradigma, de acuerdo con el experto.

“El nuevo Google”

Aso recalca que los algoritmos son “un punto de inflexión, como cuando llegó Google o la Wikipedia” en el entorno educativo. En ese entonces, destaca cómo la información cambió las metodologías. “Donde antes había un libro de texto, se añadió el hecho de buscar la información en una biblioteca inmediata, inmensa, y ordenada jerárquicamente”, explica. 

No obstante, la diferencia entre una IA de lenguaje generativo (como pueda ser ChatGPT) y Google es el modo de acceder a esta información. “Hay que aprender a conversar con un algoritmo, y a plantearle las preguntas adecuadas, para poder llegar a la información que se pide”.

Chat GPT EUROPA PRESS

Nuevas prácticas

Ante este “nuevo aprendizaje” de interactuar con las máquinas, Aso recalca que esto va mucho más allá. El primer pilar es “el espíritu crítico” de los alumnos, ya que “ahora tendrán una fuente adicional de información. No obstante, por la propia naturaleza de la plataforma, esta información puede que se exprese de una manera completamente diferente de la que se encuentra en Google o en un libro de texto”.

De ahí, que saca a relucir la importancia de contrastar estos datos, lo cual puede traer un efecto positivo, traducido “en una mejora de la capacidad y de la comprensión lectora, para poder identificar qué es lo realmente importante que se debe extraer” para la materia que se está estudiando. Así que, por una parte está el hecho de aprender a hablar con algoritmos. Por otra, saber descifrar, junto con los profesores, cómo esa información se manifiesta, y aprender a discernir aquellos elementos que son verdaderos y de calidad.

Asistentes conversacionales como ChatGPT han sido objeto de controversia, debido a los errores e imprecisiones que ha cometido. Fruto de esto es el entrenamiento “limitado” con datos que estaban desactualizados. Precisamente, por este mismo motivo, aboga por aunar el espíritu crítico de los profesores y de los alumnos, de forma conjunta. No obstante, del mismo modo que una implantación a gran escala, este proceso adicional de formación también requerirá tiempo. 

Los profesores

De cara al personal docente, la IA está irrumpiendo en la reducción de la burocracia. Es algo que ya se está llevando a cabo en determinados colegios de Cataluña. Cuando salen de clase, a los profesores les toca llevar a cabo actas, notas, boletos, etcétera. Es un peso laboral notable. “Nos hemos dado cuenta de que los profesores, por semana, dedican una media de 10 horas al papeleo”, explica. “Si hay una plataforma de IA que permita la redacción de toda esta documentación, para poder ahorrar tiempo en estas tareas, los profesores pueden dedicar más tiempo al trabajo: estar con los alumnos”, destaca.

Por ello, él junto a varios socios, también del sector educativo, pusieron en marcha la plataforma de IA generativa IGNITE Copilot, la cual se basa en la actual ley orgánica por la que se modifica la Ley Orgánica de Educación (Lomloe). Gracias a esta, se pueden seleccionar diferentes tipos de documentos que, con posterior revisión, van a hacer que estos ahorren tiempo. Este es el primer impacto de la IA en las escuelas, que ya se está expandiendo, aunque de forma paulatina. No obstante, hay mucho más.

Cómo la IA conoce la Lomloe

Los algoritmos de lenguaje generativo, aunque ya cuentan con un entrenamiento de base, se pueden formatear. Se trata de una técnica que consiste en extraer ese mismo algoritmo y dotarlo de una información determinada, para poder aportarle un contexto en el cual aporte lo que se le pide. 

En el caso de IGNITE Copilot, la herramienta está dedicada a los profesores, y el algoritmo que usa basa todas las respuestas según la actual ley educativa. Ese contexto, combinado con el entrenamiento que ya tiene, proporciona textos que después el personal docente revisa, y estos están enfocados a los planes curriculares, horarios, o contenidos de una materia que se van a impartir. Eso sí, con un ahorro de tiempo considerable.

Educación diferenciada

La diferencia es uno de los grandes temas en la agenda. Desde las diversidades funcionales a nivel físico, hasta las barreras del idioma, pasando por déficits de atención. Las aulas tienen alumnado de todo tipo, que no necesariamente tienen que adaptarse a una misma manera de hacer las cosas. Pero ¿qué tiene que ver esto con la IA?

Gracias a que la propia IA es capaz de redactar desde boletines de actas hasta programas de actividades, Aso destaca que la eficiencia del profesor es mucho mayor. Ya no sólo por el tiempo que se ahorra, sino porque ante “el síndrome del papel en blanco”, cuando puedan faltar ideas, es la propia IA la “que te puede ayudar a hacer un brainstorming” de una manera mucho más rápida. Esto, con intersección a las diferentes necesidades educativas de cada alumno, hace que el proceso de aprendizaje se vuelva más eficiente, desde el punto de vista de la logística.

El sistema memorístico

“Donde antes el profesor era el sabio que transmitía conocimiento, casi de forma literal, ahora con la IA este pasará a ser un guía que llevará a los alumnos a desarrollar más espíritu crítico”, destaca. El sistema educativo ha ido evolucionando en el último siglo, y antes la información y el conocimiento, sí o sí, tenía que pasar por las manos del profesor. 

Esta era la figura que se encargaba de retener y distribuir. Con la llegada de Google, la información pasó a estar en internet. Pero con la IA, es la propia máquina quien te recita el conocimiento. Ante esta tesitura, Aso recalca que, precisamente porque hay que saber distinguir más información, “los profesores son más necesarios que nunca, sobre todo, en el acompañamiento del alumno a la hora de saber cómo seleccionar esos datos”.

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Las nuevas escuelas

Uno de los puntos más importantes es el papel que puede llegar a desempeñar la escuela en el futuro. Si ahora la información y el conocimiento son más accesibles que nunca, y la IA agiliza funciones del profesor, ¿dónde queda la escuela? Aso pronostica que estas van a dejar de ser, de forma exclusiva, “centros de conocimiento”, y adoptarán más el papel de “centros de socialización”. 

Debido al propio cambio tecnológico, que altera las dinámicas de enseñanza y cómo se accede a la información, el experto pronostica un escenario de futuro: “Los colegios serán centros donde los alumnos interactúan y desarrollan espíritu crítico y creatividad, a la vez que aprenden los conocimientos del currículum educativo, de la mano de los profesores, quienes les van a guiar en los procesos de aprendizaje”.

La picaresca

En algún punto de la vida, todo el mundo ha sido alumno. Y si uno ha estudiado en los primeros años en los que Google se implantaba en las escuelas, uno de los casos más típicos, a la hora de copiar, era tomar la información de manera literal y pegarla, para después entregarla a la hora de hacer un trabajo. 

Con la irrupción de la IA, esto será más inmediato, ya que será la máquina quien haga todo el trabajo. No obstante, “del mismo modo que los profesores tuvimos que aprender a conocer el lenguaje de Google para detectar plagios, ahora tendremos que adaptarnos al lenguaje de la IA”. Esto, sumado a tecnologías existentes, pensadas para detectar copias, conforma un ecosistema en el que el buen uso de la IA tiene que estar por encima de todo.

El buen uso

Del mismo modo que Google supuso un punto de inflexión, y la IA, otro, ahora toca concienciarse de los algoritmos, para usarlos de manera correcta. Precisamente, el caso anteriormente expuesto es uno de los retos que se han de abordar en este terreno. Pero lo cierto es que va más allá.

“Los profesores y los alumnos tendremos que aprender, de forma conjunta, cuáles son los límites y las buenas prácticas”, explica. Esto supone una capa adicional en la propia formación de los profesores, además del desarrollo exponencial de la competencia digital del alumnado, actualmente contemplada en la Lomloe. Pero a pesar de las bondades que los algoritmos puedan tener, la IA también esconde una cara oculta, en materia de legislación.

Las leyes

Aso lamenta que, en estos momentos, “nada de lo que tenga que ver con la IA está regulado. Solamente hay una directriz que parece arrojar un poco de luz, y es a nivel europeo”. Todo lo que ahora está creando la IA, después se tendrá que regular de una forma u otra. De hecho, también explica que “en su momento, cuando Google llegó, no hubo una regulación estrictamente pensada para ello”.

Entonces, ¿qué es lo que se está haciendo? Las escuelas, de forma individual, o a través de agrupaciones, están desarrollando códigos éticos y de buen uso, así como de limitaciones. Pero “esto se hace de forma local”. Lamenta, también, el retraso legislativo que supone el tener un escenario regulado, con una tecnología que está en constante evolución, y que además lo está haciendo de una forma muy rápida.

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