22 de mayo de 2010. Florida (Estados Unidos). El programador Laszlo Hanyecz intercambia 10.000 bitcoins por dos pizzas de Papa John’s, hecho que se convierte en la primera transacción de la historia con la criptomoneda por excelencia. En aquel momento, esa cantidad de dinero no tenía ningún valor, pero hoy representa unos 290 millones de dólares. El profesor de Innovación en la IE University y bloguero Enrique Dans espera que, al menos, dichas pizzas tuvieran “extra de queso”, tal como declara en tono humorístico en su último libro, ‘Todo vuelve a cambiar’ (publicado a través de la editorial Deusto).
El divulgador, que ya hablaba de internet cuando no era más que “un lugar para frikis”, reflexiona en su nuevo ensayo sobre la blockchain y aprovecha para hacer un dibujo detallado de la evolución de las grandes compañías de la industria tecnológica. Dans ha recibido a Crónica Global para conversar sobre estos temas y, en definitiva, responder una pregunta: ¿cómo hemos llegado hasta aquí y qué nos depara el futuro?
--Pregunta: Este libro es en cierto modo una secuela al que publicaste en 2010, ‘Todo va a cambiar’. ¿Qué es lo que ha vuelto a cambiar en estos últimos 13 años?
--Respuesta: Lo que veíamos en 2010 era el comienzo de la popularización de lo que llamábamos la Web 2, una web participativa en la que cualquiera podía abrirse una cuenta en un montón de servicios y empezar a publicar contenido. Era un internet en el que realmente solo podías publicar contenidos propios si sabías gestionar un servidor o programar en HTML o JavaScript. En este tiempo hemos visto también cómo las empresas con las que abrimos una cuenta se han convertido en algunas de las más valiosas del mundo y han tratado nuestros datos de manera bastante irresponsable. En muchos casos, mucha gente se siente incluso paranoica y cree que sus dispositivos la escuchan. Ahora ha aparecido la idea de la Web 3, es decir, de descentralizar todo esto. Que tú puedas gestionar tu propia identidad en tu cartera criptográfica, en la que también puedes comprar criptomonedas y almacenar todo lo que haces. Todo está bajo tu propio control y tú decides si lo quieres compartir o no.
--Dedicas gran parte del libro a hacer un retrato de la evolución de esas grandes compañías tecnológicas. Citas a Jeremy Bentham para referirte a Google y afirmas que actualmente es "una propuesta de prisión en la que los presos nunca pueden llegar a ver al carcelero ni saber si se les está vigilando en todo momento". ¿Es posible salir de esa celda?
--Lo que se inició como una compañía que pretendía darnos un buscador bueno y que se presentaba a sí misma con el lema "Don’t be evil” (“No seas malvado”) se ha convertido en una compañía que intenta saber qué te puede vender en función de lo que buscas. Ha pasado a ser una empresa que prácticamente hace espionaje. Y el mayor exponente de ello ni siquiera es Google, sino Meta (Facebook), una marca que no solo recolecta todos los datos habidos y por haber, sino que además los gestiona de una forma especialmente irresponsable y acaba generando problemas que van desde la manipulación electoral hasta un genocidio. Tenemos que pararnos a pensar si eso es lo que queremos. Afirma que está aquí para hacer más fáciles las relaciones entre las personas pero en la práctica se dedica a vender nuestros datos a muchos terceros.
--En tu ensayo te refieres a Facebook como “una de las compañías más irresponsables de la historia de la tecnología” y hablas de Mark Zuckerberg prácticamente como si fuera un villano de Marvel.
--Yo creo que es una persona que tiene una personalidad muy disfuncional. Tiene verdaderos problemas a la hora de entender su escala de valores y sus prioridades éticas. Si tú construyes una empresa que permite hacer targeting de publicidad en función de cualquier cosa que la persona haya hecho (que puede ser, por ejemplo, leer un artículo sobre política, sexo o cualquier cosa) estás traspasando una línea roja. Hasta que llegaron este tipo de herramientas tú podías segmentar a una audiencia en función de su edad, su código postal, sus afinidades en la programación televisiva y cosas por el estilo, pero no en función de sus creencias religiosas o políticas o sus inclinaciones sexuales. Y seguramente esa línea no debería haber sido cruzada.
--La empresa tuvo en febrero del año pasado “la mayor pérdida de valor de la historia del mercado bursátil” y afirmas que desde entonces no ha levantado cabeza. ¿Qué movimiento crees que realizará ahora para revertir ese declive?
--Facebook ha tenido un falso arranque hacia el metaverso, que intentaba vendernos como algo revolucionario pero que en la práctica no lo era, porque en realidad un metaverso, para serlo como tal, debería ser de código abierto, un sitio en el que cualquiera pueda montar lo que le dé la gana, sin tener que aceptar los términos de servicio de una compañía. Ahora parece que no están invirtiendo demasiado en eso y que están incluso despidiendo a la gente que se dedicaba a ello. Eso es lo que más están trabajando: la eficiencia. Echar a gente para conseguir una compañía más delgadita y con menos gastos. Es normal que no se recupere si su propuesta sigue siendo hacer publicidad que nos molesta y no queremos recibir. También parece que están intentando aplicar Inteligencia Artificial (IA) a la publicidad para poder segmentar mejor los datos aun sin disponer de muchos.
--¿Qué ha pasado para que el metaverso no se haya “materializado” ya? Tal como explicas en el libro, hace unos 10 años que apareció Oculus Rift y las gafas de realidad virtual (VR) ya están bastante extendidas. La tecnología está ahí.
--El principal problema es quién tiene la propiedad de la plataforma. Lo que lleva a Meta a meterse en el metaverso es el deseo de tener y gestionar su propia plataforma. Como ha tenido una mala experiencia dependiendo de las plataformas de otros (no les han echado de Apple y Android, pero prácticamente les han prohibido el acceso a muchos datos que antes obtenían con facilidad), quiere evitar ese problema y ser quien pone las reglas. Pero claro, si quieres poner las reglas los que quieren montar cosas ahí saben que dependen de ti y de tu arbitrariedad. Eso hace que muchas empresas no se planteen en serio estar presentes en Horizon Worlds, el metaverso de Meta. La otra cuestión es la tecnológica. Hoy en día un visor 3D es más barato, sí, pero sigue siendo incómodo y pesado. En términos de diseño se especula mucho que Apple podría traer algo más novedoso. Lo que presentarán dentro de no mucho es algo más ligero, más sencillo y con más sentido. Y Apple es conocida por redefinir los sectores en los que se mete, así que ya veremos si lo hacen bien o mal.
--Mencionas en forma de anécdota graciosa que llegaste a impartir algunas clases universitarias en Second Life, uno de los primeros ejemplos de metaverso. ¿Cómo era aquello?
--Era muy divertido. Ahí lo que hacías era comprar una isla que en realidad era parte de un servidor. Estas islas tenían capacidad para una cierto número de personas y recuerdo que se nos quedaba un poco corta (daba clases para unas 50 y creo que teníamos espacio para unas 30), pero eran las limitaciones del momento, por su puesto. Nosotros habíamos construido una especie de auditorio a modo de circo romano, ya que la tradición de que las clases parecieran un anfiteatro estaba muy arraigada. La gente venía con unas pintas muy raras, ya que en Second Life podías definir tu avatar como te diera la gana. Tú llegabas y te dedicabas a dar tu charla. Cuando alguien te hacía una pregunta podías volar hasta él y responderle la duda desde allí. Era una sensación muy curiosa.
--¿Cuándo llegará esa plataforma descentralizada que hará posible el metaverso tal y como lo concibes y lo convertirá en algo mainstream?
--Es difícil saberlo. Lo fácil es entender que ya pasó antes algo parecido con internet, que fue una cosa super friki hasta los 90. Fue entonces cuando comenzaron un par de alternativas como America Online, que ofrecían un internet privado, un jardín vallado en el que tú podías abrir una cuenta, pagar todos los meses y tener acceso a una serie de contenidos publicados por otra gente como tú. Más tarde, la gente empezó a querer ver lo que había allá fuera y ya no le valía ese jardín vallado. Recuerdo que cuando esa salida espectacular ocurrió aparecía un pop-up rojo que rezaba algo como “Dios mío, usted va a salir a un lugar salvaje donde no podemos controlar nada”, pero la gente lo hacía igualmente. ¿Por qué? Pues porque había muchas más cosas. Cuando empiecen a aparecer protocolos abiertos que permitan la integración de dispositivos de visión tridimensional inmersiva, seguro que va a ocurrir. Es difícil anticipar el cuándo porque eso depende de la killer application, que por el momento no ha aparecido.
--Cuando en el libro hablas de la irrupción de internet pones el ejemplo de que comenzaste el doctorado estudiando en la biblioteca y lo terminaste estudiando en casa. ¿La consolidación de la blockchain traerá algo tan palpable a la vida diaria de las personas?
--Es algo palpable pero discreto. Todos usamos internet a todas horas, pero la inmensa mayoría de la gente no tiene ni maldita idea de lo que es el protocolo TCP/IP, que está presente en todas las transacciones de internet. Yo creo que la cadena de bloques se va a convertir en una capa adicional por encima de este protocolo, de manera que todo lo que hagamos en internet se quedará registrado ahí, pero la mayoría de las personas seguirán sin saber cómo funciona. Se va a saber que está ahí, simplemente. Eso es una tecnología discreta. Nadie sabe o conoce demasiado bien los protocolos que utiliza para relacionarse y transmitir información en una red social o para recibir un correo electrónico.
--Hace unos días se aprobó en el Parlamento Europeo la normativa Markets in crypto-assets (MiCA), que busca la emisión, la oferta al público y la negociación de criptoactivos. ¿Cómo la valoras?
--Es una legislación compleja. Lo primero que tienes que tener en cuenta es que las criptomonedas no pueden ser prácticamente reguladas. Es un fenómeno que depende de sí mismo. Si un montón de gente decide que quiere criptomonedas porque siente que sus activos están más seguros ahí, que son monedas que los bancos centrales no pueden devaluar o subir y bajar los tipos a su antojo, pues va a ocurrir. ¿Cómo va a ocurrir? Es difícil saberlo, está ocurriendo a mucha velocidad. Las criptomonedas son, como tal, la aplicación más importante y más ambiciosa que tenemos sobre la cadena de bloques, pero va a depender de muchas cosas. Si en septiembre Estados Unidos decide no pagar su deuda externa se podría acabar yendo del dólar y pasarse a las criptomonedas, porque la alternativa es el yuan chino (y no es lo que más interesa a cualquiera que no sea chino).
--En ‘Todo vuelve a cambiar’ hablas de Dogecoin como “una gracieta que ha acabado valiendo más de 10.000 millones de dólares”. ¿Tiene motivos la gente para confiar en que la seguridad financiera de las criptomonedas dejará de depender de trolls de internet?
--Yo creo que la seguridad de una criptomoneda está dada por el número de personas que confían en ella, que la consideran fiable. Solamente hay dos que cumplen, con una gran diferencia, esos requisitos: Bitcoin y Ethereum. La primera está escrita en piedra. El protocolo lo escribió Satoshi Nakamoto, quien quiera que sea. Nadie sabe dónde está y el tío renuncia a todo posible liderazgo y visibilidad. Para cambiar algo, tendrías que poner de acuerdo a todos los usuarios y eso es imposible. Ethereum, por otra parte, la creó un usuario y fan de Bitcoin con el objetivo de tener una alternativa mucho más versátil que tiene otras muchas ventajas, como es el caso de un 99,99% menos de gasto energético o diferentes protecciones antifraude. Una es estática y la otra es dinámica, de código abierto. Por eso tiendo a preferir Ethereum, pero, fuera de ahí, Dogecoin, por ejemplo, tiene una capitalización ridícula. Está demasiado sometida a lo que su creador quiera hacer con ella y por eso es poco fiable.
--El término Bitcoin apareció en el año 2008 y la blockchain, a nivel teórico, se remonta a bastante antes. ¿Por qué han explotado a nivel mediático en estos últimos dos años?
--Estamos en un entorno financiero cada vez más inestable, con cada vez más problemas, con cada vez más críticos a la dependencia de autoridades centrales. El escenario macroeconómico se ha vuelto poco previsible y nos vemos todos dependiendo del dólar (una moneda que emite un estado que puede hacer lo que le dé la gana). Nos hemos dado cuenta de que a lo mejor no es bueno que en nuestro dinero ponga “In God We Trust”. Si quieres confiar en Dios, confía en Dios, pero él no tiene por qué meterse en el dinero, que debería ser algo matemático gestionado por un algoritmo y punto. Se está empezando a comprobar que las criptomonedas son un buen valor refugio y una alternativa interesante.
--Lo de liberarse del "In God We Trust" impreso en los billetes tiene un matiz casi de emancipación espiritual, ¿no?
--Es muy curioso. Durante muchos años, el dólar fue un reflejo del oro que había en Fort Knox. Si tú aparecías con un dólar, te tenían que dar, teóricamente, su equivalente en oro. Muchas monedas eran así, pero a partir del momento en el que se abandona el patrón oro con el ‘Nixon shock’, el dólar pasa a convertirse en una moneda fíat, en dinero especulativo. Confiando en el dólar lo único que dices es que confías en la economía norteamericana. Esta puede ser muy buena, pero hay una diferencia entre antes y después de la pandemia. Durante la pandemia se han dedicado a vivir como si no hubiera un mañana. Eso no hay ningún otro país del mundo que lo pueda hacer, y, si lo hace, se convierte en hiperinflación. No me parece la más justa de las situaciones.
--En marzo de 2022 había unas 9.000 monedas diferentes en la cadena de bloques. Dices que es lo que ocurre cuando alguien tiene una buena idea y muchos intentan imitarla. ¿Bitcoin y Ethereum son las únicas ‘fiables’ en todo ese mercado?
--Yo creo que ahora mismo lo son y que son una alternativa muy razonable. Hoy en día lo razonable es tener en torno al 5% de tus activos en cripto para protegerte de lo que pueda ocurrir con las monedas fíat, como las fluctuaciones. Por otro lado, tienes tendencias como las monedas electrónicas emitidas por bancos centrales (CBDC), que son una herramienta de vigilancia. Si pasas de utilizar euros convencionales a utilizar euros digitales, lo que estás haciendo es darle a un organismo centralizado los detalles de todo lo que gastas, y esto a lo mejor no es la mejor de las ideas. Hay gastos que prefiero mantener en privado. Habrá que pensar en mecanismos más sofisticados que esos, como los que tienen Bitcoin o Ethereum, que permiten utilizar el anonimato.
--Afirmas que tu propósito es divulgativo y que no pretendes dar consejos de inversión a nadie. ¿Han habido muchos falsos gurús de las criptomonedas estos últimos años?
--Hay gente que lo que ve es una solución a un problema y que lo que quiere es vender esa solución lo antes posible. Yo creo que las criptomonedas no son lo más importante que hay en la cadena de bloques, pero que son una buena forma de familiarizarse con ella. El consejo que doy es probarlo, coger una pequeña cantidad y comprar criptomonedas para familiarizarse con la wallet y aprender a manejar las transacciones. Hacer unos cuantos ejercicios sin arriesgar mucho dinero para relacionarse con el algoritmo y con esta tecnología.
--También me da la sensación de que muchos influencers han atraído a mucha gente joven a este mundo a través de los NFTs. ¿Te preocupa?
--Me preocupa que haya desconocimiento, que es lo que te lleva a pensar que cualquier cosa que tenga criptomonedas es buena o que cualquier cosa por el hecho de ser un NFT es más valiosa. Eso es absurdo. Aunque hayan un par de criptomonedas que están muy consolidadas, hay gente que ha hecho lo equivalente a encontrarse a una persona por la calle y darle su dinero. Hay estafas de todo tipo, siempre las ha habido. Durante la fiebre del oro estadounidense aparecieron 500.000 estafadores que vendían títulos de propiedad de minas imaginarias o herramientas milagrosas para extraer oro. Un NFT lo utilizaremos todos los días: cada vez que escribas un artículo en Crónica Global le pondrás un NFT vinculado a tu persona y a tu identidad. Pero claro, de ahí a pensar que una obra de arte, por el hecho de tener un NFT, valdrá más, es absurdo. La obra valdrá lo que valga el arte que contiene, es decir, lo que el mercado diga que vale.
--Estás convencido de que el Estado “está demostrando su incapacidad para lidiar con los problemas más acuciantes de la humanidad”.
--Los Estados compiten entre sí, intentan vender más que los demás o tener más exportaciones, y está claro que esa es una idea fallida a la hora de solucionar un problema global. Tienes la crisis climática, pero también está la problemática de las transacciones o la cuestión de la privacidad. Estamos a punto de caer en un telón de acero digital, de ver cómo TikTok se prohíbe en un país occidental. No obstante, los propietarios de la aplicación ya están trabajando en otra red que la sucederá, Lemon8. Lo que tendría que hacer el gobierno de Estados Unidos para ser coherente es prohibir todas las aplicaciones que vienen de China, que es lo mismo que hace este país con muchas que proceden de occidente. ¿Tiene sentido que vayamos a un mundo así? ¿No era internet la universalización de todo?
--Por otro lado, ¿deberíamos fiarnos más de grandes corporaciones como Amazon, Facebook o Google?
--No, claramente nos están metiendo en otros problemas más serios. Lo que ha hecho esta gente es enriquecerse a partir del modelo publicitario y, en algunos casos, el del comercio electrónico, haciendo que la gente se convierta prácticamente en paranoica y empiece a pensar que su smartphone la escucha cuando está en la barra de un bar. No es la mejor idea dejarlo todo en manos de compañías que quieren ganar cada vez más dinero y cambian su identidad constantemente: han dejado a un lado los buenos propósitos que tenían al principio para centrarse en maximizar el valor para sus accionistas. Los usuarios han pasado a ser la materia prima con la que comercian.