¿Desaparecerá la moneda tradicional para dar paso a los criptoactivos? ¿Qué es el hacking ético? ¿Cómo afectará la implantación del metaverso a las relaciones personales del futuro? Estas son solo algunas de las cuestiones que la experta en innovación y colaboradora de Crónica Global Àurea Rodríguez pone sobre la mesa con su libro Antes muerta que analógica, una obra que pretende acercar algunas de las últimas tendencias tecnológicas a la ciudadanía con un tono divulgativo y un toque de humor.
En una entrevista concedida a este medio, la también fundadora de Talentea ha reflexionado sobre el papel de la buena comunicación relacionada con los avances técnicos y el incierto rol de los humanos cuando revoluciones como la Inteligencia Artificial sean cada vez más palpables en la sociedad.
--Pregunta: El libro está formado por muchos artículos y escritos que ya había publicado con anterioridad. ¿Cómo da el salto a la divulgación científica?
--Respuesta: Cuando era directora de innovación y hablaba con empresas, me di cuenta de que cuando hablaba de tecnología muy profundamente no me entendían. De esta forma, empecé a “traducir” muchos de mis textos de forma divulgativa, y cuando empezó la pandemia se convirtió en una especie de válvula de escape. Los pasé a un lenguaje con el que a mí me gustaría que me los explicaran ya que, aunque tengas un perfil muy tecnológico, es imposible saber de todo y cada ambiente tiene su propia jerga. A veces es divertido y otras es serio. Al final, no es que la tecnología sea muy complicada, sino que inventamos palabras que la hacen más complicada. El título es el mismo que le puse a un artículo de Crónica Global, porque de eso va el libro: si no estás dentro de este nuevo mundo, estarás muerto, en un limbo. Digital y profesionalmente. Serás un analfabeto digital, y eso no nos lo podemos permitir.
Este mundo está lleno de grandes contradicciones. Por un lado estamos globalizados, pero por otro tenemos pensamientos tremendamente nacionalistas. Tenemos conocimiento tecnológico como para salvar el planeta y nos lo estamos cargando. Eso no lo hace la tecnología, lo hacen las personas. No tendríamos por qué explotar los recursos del planeta, podríamos trabajar para producir la suficiente comida y energía.
--Tenemos la llave, ¿no?
--Exactamente. Yo pensaba que el Covid iba a ser un interruptor que haría que de alguna forma nos diéramos cuenta de que hay una serie de cuestiones que son retos globales, como el clima, por ejemplo. En cambio, todo el mundo mira por su propia economía, su parcela que, al final, es una franja de espacio (incluso virtual) en un mundo que ya no tiene fronteras. Y para predecir muchas de estas cosas no hace falta ni Big Data ni nada parecido: ya las tenemos, están aquí.
--Una de estas cuestiones es la crisis demográfica.
--Estamos envejeciendo y algunos países desarrollados ya empiezan a decrecer. Esto lo podemos ver ya, porque ya sabemos cuántos niños nacen cada año en cada sitio. Aunque algunas naciones sí que están creciendo, el sistema actual no se aguanta, porque éstas no son las suficientes. Otro problema es el de los alimentos. Si no cambiamos la manera de producir, no tendremos suficientes. Pero no nos da la gana, eso es lo más triste del caso. Por eso el problema no es la tecnología, sino los valores de las personas. ¿Por qué tiene que pasar la gente hambre en el siglo XXI? Pues porque seguimos poniendo fronteras al conocimiento.
--Repite en forma de mantra que nos rodeemos de “personas sinergentes” que aporten valores y aptitudes en el actual contexto tecnológico. ¿Faltan sinergentes en los gobiernos?
--Faltan personas que piensen en el bien común. Digo lo de los sinergentes debido a que, en el ámbito de la innovación, que es en el que yo me he movido durante toda mi vida, siempre pasa que te encuentras con personas muy destructivas que no ayudan a aquellos que intentan ir un paso más allá y experimentar. Nuestra mentalidad aquí en lo que se refiere al riesgo es muy diferente a la de Estados Unidos, por ejemplo. Pegársela o fracasar no está tan penalizado allí, ya que se asocia con el aprendizaje. El método científico se basa en trabajar a base de prueba y error.
--¿Y lo de tener cuidado con los “tóxicos, troyanos y trolls”?
--En el mundo de Internet los llamamos así pero, en el fondo… son los de siempre. Los de siempre pero digitalizados. Necesitamos rodearnos de personas con las que poder formar un buen equipo. En la familia, las instituciones públicas, las organizaciones… Si no es así, empezamos a pensar en nuestro ombligo. La ombligocracia existe bastante.
--Dedica un capítulo del libro a la cuestión de la desigualdad de género. Solo un 13% de las empresas tecnológicas catalanas están lideradas por mujeres. ¿Por qué el feminismo no ha conseguido romper todavía ese “techo de bits”?
--Pasan muchas cosas. Hemos digitalizado el patriarcado: seguimos igual, pero con nuevas herramientas. Por eso digo que soy una feminista tecnológica. En lugar de aprovecharlo como una oportunidad, seguimos reproduciendo los mismos mecanismos. Y es preocupante, porque la economía que está creciendo es esta. El otro día leí una noticia que decía que el 80% de las personas que se presentan a plazas de funcionariado eran mujeres de entre 40 y 50 años con un perfil parecido al mío. Mujeres que habían tenido una carrera en el ámbito privado y que necesitaban, por motivos como estar al cuidado de otras personas, una cierta libertad en el trabajo, aun cobrando menos. Eso me dio tristeza.
--¿Qué visión distinta cree que aportan las mujeres a la tecnología?
--Todas las mujeres que conozco son gente con la que puedes trabajar mucho mejor porque son capaces de ceder más. No exigen tanto protagonismo. Hay que cambiar la educación, hacer que las niñas entren en esto. Debemos darles más mentores, más referentes y hacer que sean visibles. Y se lo tienen que creer, porque nosotras también tenemos esa cultura. Hay estudios que muestran que las mujeres suelen autoexigirse cumplir el 100% de los requisitos para presentarse a una oferta de trabajo. Los hombres, el 60%. Esto también es cultural y tenemos que cambiarlo. Y me hace daño a la vista cuando veo fotos de Naciones Unidas o de la cumbre del G20 o me pongo a investigar la lista de las principales empresas del mundo. Todas están dirigidas por hombres.
--Afirma que China ha tomado una iniciativa tecnológica muy grande. ¿Qué cosas deberían copiarle los gobiernos occidentales?
--Ellos se han pasado la vida copiando, siendo unos imitadores, pero ahora han decidido ser ellos mismos y han trazado un plan del que no se desvían mucho. Muchos de sus valores no los comparto, pero siguen su plan. Han pasado de ser la fábrica del mundo a ser el proveedor tecnológico del mundo y a ser autosuficientes. En materia de semiconductores, por ejemplo, se han dado cuenta de que la cosa no va de tener fábricas, sino de tener materias primas. 60 o 70 puertos del mundo ya son chinos. Por otro lado, han decidido apostar por formar a gente, generar nuevo conocimiento e implementar empresas en estas nuevas tecnologías. No es lo mismo la investigación que llevar después algo al mercado. Quieren ser líderes y lo van a conseguir.
--Habla mucho de las criptomonedas. Dice que son un sistema versátil, un activo global sin fronteras. Desde hace un tiempo empezamos a escuchar hablar de ellas en los medios. ¿Tiene el público general motivos para desconfiar?
--Todo lo desconocido da miedo de entrada. Hay muy poca gente que se lanza de cabeza a una piscina sin ver el agua. Lo que pasa es que se confunde lo que es la tecnología, la blockchain, con las criptomonedas. La blockchain es solamente un registro contable, inmutable teóricamente, que define las transacciones entre tú y yo. Como he dicho antes, depende de nosotros utilizar esta tecnología para el bien o para el mal. Los cacos ahora son criptocacos, pero son cacos igual.
--El tema del año es la Inteligencia Artificial. En ‘Antes muerta que analógica’, dice que Gaudí seguiría siendo igual de importante en el siglo XXI porque “el talento es lo que marca la diferencia, por muchas tecnologías que apliques”. ¿Va a dejar esto de ser así con los avances exponenciales que estamos viendo en Chat GPT o Midjourney?
--Yo creo que al contrario. Estos nos van a incentivar a tener más creatividad. Serán una herramienta más. Al principio no existían las calculadoras, y no nos hemos vuelto burros con ellas, sino que hacemos las derivadas más rápido. Está cambiando la manera en la que aprendemos, y ahora tenemos a estas inteligencias que hacen cosas por nosotros y que vamos a ir implementando poco a poco como se hizo con la imprenta. Hace muchos años, el conocimiento estaba reservado a los emperadores. Después, a los monjes. La imprenta hizo que todo el mundo pudiera acceder a un libro. Ahora tenemos una herramienta para hacer cosas nuevas y elaborar nuevos modelos de negocio.
-- Y, ¿hasta qué punto les damos poder de decisión?
--Debemos poner unos filtros, ya que estas inteligencias son capaces de tomar decisiones sesgadas, y ahí es donde entra la regulación. Ya hay decisiones que hace mucho tiempo que hemos delegado a las máquinas. Si hay mucha luz natural, algunas luces artificiales se apagan solas. Pero, ¿debería dejar mi empresa en manos de una inteligencia artificial? ¿Y un Gobierno? Yo creo que todo aquello que afecte a una persona (ya sea en su integridad física o en cualquier aspecto de su vida) no debería controlarlo una máquina. También se habla de que el Machine Learning llegará a un punto de no retorno, pero yo no creo que vayamos a tener a Terminator entre nosotros dentro de poco. Siempre podemos pegarle un tirón al enchufe. ¿Por qué vamos a crear una cosa que nos va a autodestruir?
--Entonces, ¿inteligencia artificial dónde?
Pues en tareas cotidianas, por ejemplo, donde se ha descubierto que tienen mejores resultados que los humanos, porque el error humano también existe. Esto va de darle valor a lo que realmente tiene valor. Lo que tiene valor es que haya dos periodistas aquí haciendo una entrevista. El chat solamente trabaja con datos. El pensamiento crítico es necesario, es lo que nos hace humanos. O el trabajo de equipo. Todo eso es lo que al final tendrá un valor añadido, y no está nada mal. El resto, se lo podemos dejar a las máquinas.
--¿Cuál es el papel de los medios de comunicación en toda esta revolución? El corazón de su libro es la divulgación.
--Uno de los peligros de inteligencias artificiales como el Chat GPT es que son generativas y se inventan las cosas. Y no verifican. Parece tan real lo que escriben que puedes correr el riesgo de creertelo. Lo que hacen los medios de comunicación es poner negro sobre blanco y amplificar aquellas cosas que realmente tienen valor, aunque a veces se equivocan y parece que todo lo malo siempre hace más ruido. Pasa lo miso que con las personas sinergentes, que en muchas ocasiones no llaman mucho la atención. Veo cómo algunos periódicos escriben un artículo a partir de un tuit y pienso “¿Y esto?”. Aunque, es cierto que, a día de hoy, hemos conseguido que un tuit pueda derrocar un gobierno. Con 140 caracteres te puedes cargar una democracia.