La última edición de la Mobile Week Catalunya, la versión autonómica del evento organizado por la fundación Mobile World Capital para acercar la tecnología a la ciudadanía, puso fin a su tour por 16 capitales de la comunidad el pasado 28 de mayo. Su responsable, Cristina Colom, traza una valoración muy positiva de un programa centrado en los derechos digitales, las habilidades STEAM y la exploración del metaverso. Pero también llama a la acción para suturar las brechas digitales que amenazan con crear una sociedad a dos velocidades a medida que la tecnología se abre camino.
--Pregunta: ¿Qué valoración hace de la última Mobile Week Catalunya?
--Respuesta: La Mobile Week se está convirtiendo en una iniciativa de país para luchar contra la brecha digital. Es una herramienta que puede ayudar a llegar a una cifra significativa de ciudadanos para que entiendan la tecnológica, vean qué tiene de bueno pero también qué riesgos y peligros comporta. Este 2022 hemos podido volver a la presencialidad y ha habido un gran interés por aprender por parte de la ciudadanía, más que en otras ediciones. Además, hemos enfocado temáticas que interpelan al ciudadano. Hemos hablado sobre habilidades digitales, sobre lo que quiere decir estar capacitado digitalmente para lograr mejores servicios y oportunidades laborales, y hemos incorporado a las pequeñas y medianas empresas, un público que hasta ahora no habíamos trabajado directamente. También hemos tratado los derechos digitales, que al final se trata de ver cómo nuestros derechos humanos están protegidos en el mundo online: la protección de los datos, la ciberseguridad, la desinformación... lo hemos trabajado no solo como debate, sino también de forma práctica. Y nos hemos movido también hacia dónde está evolucionando la propia tecnología con el metaverso y la realidad aumentada. Mi valoración es que nos hace falta llegar a más personas, pero hemos hecho un buen ejercicio para que la ciudadanía se plantee lo bueno y lo malo de la tecnología.
--Si a veces no somos conscientes de nuestros derechos analógicos, aún menos de nuestros derechos digitales. ¿Cómo pueden tomar conciencia los ciudadanos de cuáles son sus garantías en las redes?
--Hay que conseguir un empoderamiento como ciudadanos y eso pasa por un plan de alfabetización digital. Un plan que debería empezar por las escuelas. No es suficiente una sesión un día sobre ciberbullying, sino que debería incorporarse como disciplina igual que se estudia matemáticas y literatura. Debe ser parte del programa educativo, pero además deberíamos saberlo adaptar a las necesidades de cada ciudadano, extenderlo a toda la sociedad. Así podemos llegar a tomar mejor conciencia sobre nuestros derechos, porque en el mundo online el pisoteo de los derechos se está amplificando. Los riesgos son mayores que en el mundo real y debemos ser muy cautos. Pero no podemos traspasar toda la responsabilidad al ciudadano, hay una responsabilidad por parte de las Administraciones públicas y también de las organizaciones privadas para que sean garantes de nuestros derechos y los fomenten.
--¿Del mismo modo que existe un Ministerio de Consumo sería interesante crear otro sobre Derechos Digitales?
--Desde mi perspectiva no. Lo que debería haber es una normativa que pueda garantizar los derechos. El caso europeo es ejemplar: ya existe la regulación de datos que como mínimo es bastante efectiva, incluso se está usando en otros países. Pero no depende de un ministerio, sino de un enfoque más transversal. Es una necesidad que nuestros derechos estén protegidos en el ámbito laboral, educativo, de la salud... se trata de un compendio entre formación, concienciación y responsabilidad ante la sociedad. El sector tecnológico tiene mucha responsabilidad, pero al final quien debe decidir qué está bien o mal es la Administración pública.
--La ley rider ha sido la primera ocasión en que se ha garantizado un acceso a los algoritmos de las empresas. ¿Qué acceso debería tener la ciudadanía sobre el software que rige nuestras vidas?
--Es uno de los elementos clave. Los algoritmos forman parte de nuestra vida cotidiana, desde la Roomba que tienes en casa hasta el reloj que cuenta tus pasos. En muchas ocasiones no tienen nada de malo más allá de este control que voluntariamente se elige. Pero pueden favorecer un gran fenómeno de discriminación en situaciones como el acceso a una beca o un puesto de trabajo por asuntos como tu color de piel. Estamos eliminando la igualdad de oportunidades en la sociedad. Desde mi perspectiva se debe avanzar hacia modelos de la máxima transparencia. Por tanto sí a la apertura de los códigos de los algoritmos como mínimo para que la comunidad experta no solo pueda indagar sino mejorar estos sistemas.
--¿Al igual que existe un registro de patentes, se podría crear un registro de algoritmos?
--Se está planteando. El Ayuntamiento de Barcelona ya está trabajando en una agencia que lo que hará será auditar los propios algoritmos usados por el sector público. Y hay diferentes organizaciones privadas, como Ethikas, que ya trabajan en auditorías. El Gobierno tiene un planteamiento en esta línea en su estrategia de digitalización 2025 para que una agencia u organismo realiza esta auditoría. En Finlandia y Suecia ya se ha establecido al menos en el sector público.
--¿Cómo se conjuga el avance hacia una sociedad más interconectada con el riesgo de las brechas digitales, como se ha visto en el caso de la banca?
--Mobile Week es una herramienta esencial para esto, para llegar al público sea cual sea su edad, capacidades y factor adquisitivo. Pero es una realidad que existen brechas digitales que afectan a colectivos vulnerables y en cambio la transformación digital avanza de forma acelerada. Creo que hoy cualquier agenda política no se puede permitir no luchar contra las brechas digitales. Y cuando hablo de agenda política no me refiero solo a la Administración pública, sino a todos los organismos públicos y también al sector privado. Es una lucha para que un jubilado de 78 años pueda realizar gestiones esenciales. Pero vuelvo a decir: no hay una solución fácil de una única institución, deben trabajar todos juntos y tenerlo en la agenda. Por suerte se comienza a tener, aunque a veces hemos necesitado la Greta Thunberg del sector tecnológico. En la pandemia, en España se pedía el pasaporte Covid que se podía bajar digitalmente o imprimirlo, como si todos debiéramos tener una impresora en casa. Y las personas mayores no podían entrar en un restaurante si su nieto no les ayudaba. Es necesaria la educación y el acompañamiento, pero nos tenemos que preparar porque la digitalización ha llegado para quedarse.
--¿Las diferencias en la adquisición de habilidades profesionales digitales son la principal brecha del mercado de trabajo?
--Casi el 43% de la sociedad española no tiene competencias digitales básicas. Esto quiere decir que no saben enviar un correo electrónico o configurarlo. En el momento en que quieres pedir una oferta de trabajo o lograr una mejora interna no se tienen los conocimientos necesarios. Se dice que el 90% de las profesiones en Europa hoy exigen un cierto nivel de competencias digitales y por tanto es necesario que no haya un decalaje que en España no es excesivamente diferente respecto a otros países europeos.
–Conocimientos que tampoco tienen las pymes. ¿Teme que este tren tecnológico pase de largo del tejido productivo real?
–Hay un dato flagrante: antes de la pandemia solo el 14% de las pequeñas y medianas empresas en España se habían planteado un plan de digitalización. El periodo de pandemia ha acelerado la transformación digital pero mucha pyme lo ha hecho tarde tras un ciberataque o cree que solo se trata de la adquisición de software. El proceso de digitalización va mucho más allá. No hace falta convertir a todas las pymes en expertas en inteligencia artificial, pero sí se debe tener un software adaptado. Menos Excel y más cloud. Pero también hay un cambio cultural para que la empresa entienda que la digitalización quiere decir trabajar en equipo y que puede abrir mercados para ganar en competitividad. Se debe lograr que todos los trabajadores tengan las mínimas habilidades digitales, porque antes estas formaciones más básicas iban en otras líneas como las ventas o las finanzas, pero ahora realmente las pymes deben tener estas competencias. Les va la vida.