El Mobile World Congress (MWC) será el primer congreso multitudinario celebrado en Barcelona tras un largo periodo de agonía ferial. Sin embargo, las expectativas de los organizadores del evento tecnológico están muy lejos de las mantenidas en años anteriores.
John Hoffman, consejero delegado de GSMA, anunció el viernes que el certamen que se desarrollará entre el 28 de junio y el 1 julio recibirá entre 25.000 y 40.000 visitantes, un tercio de su cifra habitual. Diez mil menos que los anunciados el pasado abril y menos de la mitad del récord de 109.000 asistentes de la última edición --de los que 7.900 eran directores ejecutivos, al tiempo que se congregaron 3.640 miembros de medios de comunicación y analistas internacionales--.
Derrumbe de visitantes
El derrumbe de visitantes no solo se debe a la coyuntura sanitaria marcada por el Covid-19 --que obligó a anular la edición de 2020 y a posponer el evento este mismo ejercicio--, sino también al plantón de las grandes marcas del sector. De ahí que, según el propio Hoffman, la mayoría de personas que se acerquen hasta la capital catalana lo hagan desde otras ciudades españolas o bien de países del sur de Europa.
Una más que previsible caída de público que se traduce en la baja ocupación hotelera en comparación con otros años. Las reservas en los establecimientos solo rayan el pleno en aquéllos negocios cercanos al recinto de Fira Gran Via. En el resto de hoteles de Barcelona, la ocupación ronda el 45% en los cuatro y cinco estrellas pese al descuento de las tarifas por parte de los empresarios.
Baja recaudación
Un panorama que se agrava por el cambio de perfil demográfico de los congresistas. Para contrarrestar la ausencia casi total del público asiático y estadounidense, con mayor poder adquisitivo, se confía en la llegada de visitantes locales, seducidos por la oferta de entradas a 21 euros lanzadas por los organizadores.
Sin embargo, no se espera que este contingente genere un desembolso importante no solo en la hostelería, sino también en los restaurantes, el taxi, el ocio nocturno y otros negocios vinculados con el turismo ferial. "Estamos ante un Mobile descafeinado. No sólo porque habrán menos asistentes, sino también porque se impone la cultura de la prudencia ante los contagios y las restricciones que aún existen desincentivan", afirma Roger Pallarols, director del Gremio de Restauración de Barcelona.
Optimismo del taxi
"La lógica nos hace pensar que habrá más trabajo, aunque no sea el Mobile de siempre. Esperamos que sea el pistoletazo de salida de la recuperación económica. Cuando se celebraba en febrero, el MWC era el inicio de la temporada de turismo, luego llegaban los cruceros y la Semana Santa. Ahora creemos que ocurrirá lo mismo", ha explicado el líder de Élite Taxi, Tito Álvarez.
Pese al optimismo de algunos profesionales, lo cierto es que la GSMA no ha aventurado cuál será la recaudación generada este 2021. En ediciones anteriores, el MWC había tenido un impacto económico global de 473 millones de euros, siendo la cita más importante en la agenda de la Fira de Barcelona. Los promotores tampoco han adelantado sucesos sobre la futura sede del congreso --Barcelona tiene atado el evento hasta 2024--, aunque Hoffman ha deslizado esta misma semana que otras urbes como París o Milán serían "interesantes" para acoger la feria.
Un Mobile simbólico
En gran medida, la vinculación del MWC y de Barcelona está comprometida por la ampliación del recinto ferial. Fira 2000 --la entidad que engloba a Fira de Barcelona, la Cámara de Comercio de Barcelona y las Administraciones públicas– sacó a concurso los primeros pliegos de una remodelación del complejo de Gran Via que prevé aumentar un 25% la superficie actual.
El proyecto de crecimiento tiene un carácter ambicioso: se estima que podría generar un impacto de 675 millones de euros adicionales por ejercicio, al permitir captar nuevos eventos. Con todo, la ampliación de las instalaciones puede ser un argumento de peso para conservar el congreso a partir de 2025. El MWC de este año será más simbólico que rentable, pero pondrá a prueba la capacidad de la Ciudad Condal para recuperar la normalidad y proyectar una imagen de fortaleza necesaria para seguir custodiando la cumbre mundial de telefonía.