Víctor Fernández elige Las señoritas de Aviñón
Víctor Fernández elige Las señoritas de Aviñón
"Es el cuadro que define el siglo XX, que lo cambia todo a nivel artístico", asegura el periodista respecto a la famosa obra de Picasso, inspirada en un burdel de Barcelona
Contenido relacionado: Carlos Pazos celebra a Richard Hamilton y a Dieter Roth
¿Te pasa a ti, querido lector, como a mí, que recuerdo, muchos años después de haber sido publicados, algunos titulares de la prensa especialmente chocantes?
Me pasa, por ejemplo con “La monja violada murió cantando”: la noticia contaba la historia de una pobre monja, misionera en no sé qué país africano, que cayó en manos de unos bárbaros que la violaron y asesinaron. Parece que en su agonía, la monja aún tenía fuerzas para cantar plegarias al Señor. Los de mi gremio, quiero decir, los periodistas, hacían bromas crueles y sicalípticas sobre este titular que en efecto es grotesco pero que alude a algo atroz que hubiera merecido un poco más de respeto, aunque a la desdichada monja ni el respeto ni la chufla de unos periodistas a miles de kilómetros de distancia de los hechos le hubieran afectado en absoluto. A veces, en momentos de divagación y sin que sepa por qué, aquel titular me vuelve a la memoria…
Otro titular para mí inolvidable, y más gracioso, es el de “Tres burdeles, tres, en la barcelonesa calle de Aviñón”. Creo que era de un artículo del reputado crítico Santos Torroella (¿o era del picassiano poeta Palau i Fabre. No estoy seguro, no recuerdo la autoría, recuerdo sólo el titular).
Este titular era su respuesta a otro investigador que sostenía que el famoso cuadro proto-cubista de Picasso Las señoritas de Aviñón aludía a la ciudad francesa de Aviñón, y no a una casa de prostitución en la calle de Avinyó, en el casco antiguo de Barcelona, porque en esa calle no había, a principios del siglo XX, ningún burdel. El autor del artículo referido había investigado y encontrado rastros indiscutibles de que no es que no hubiera en esa calle un prostíbulo, sino que hubo tres, en tiempos de Picasso. Y respondió con ese titular, para mí divertido: Tres burdeles, tres, en la barcelonesa calle de Avinyó.
El otro día estaba yo leyendo Picasso y yo (libro del que hablo hoy en Letra Global), compilado por el excelente periodista y ensayista Víctor Fernández, al que siempre vale la pena leer en La Razón. Un artículo suyo de hace doce años se titulaba El burdel que inspiró a Picasso estaba en el 44 de la calle Avinyó.
Dejé en la mesa Picasso y yo y telefoneé a Víctor para hacerle la pregunta cuya respuesta en realidad ya en mi fuero interno imaginaba: ¿Qué obra de arte del siglo XX te llevarías a casa, o te gustaría tener en algún museo cercano para contemplarla a placer cuando te apeteciera? Respondió Víctor:
“Las señoritas de Aviñón de Pablo Picasso. Es el cuadro que define el siglo XX, que lo cambia todo a nivel artístico. Me fascina que ese jovencito en tierra extraña, encerrado en un taller en el que, como él decía, ‘era más pobre que las ratas’, se enfrentara a esa gran tela para demostrar que la pintura podía ser tridimensional gracias al románico, los íberos y los burdeles de Barcelona”.
El jovencito en tierra extraña era Picasso en su taller del Bateau Lavoir de París. Entonces tenía 26 años.
Docenas de miles de barceloneses pudimos contemplar este óleo monumental (243 x 233 cm.) en 1988, en una exposición temporal en el museo Picasso de la calle Montcada, adonde llegó desde el museo Picasso de París, para luego volver al MoMA, de donde nunca ha vuelto, que yo sepa, a Europa.
Yo lo estuve contemplando con mi primo Santi Fabré, que sabe mucho de pintura y me estuvo explicando la trascendencia de esta imagen prostibularia que anuncia el cubismo y que con sus cinco “pupilas” exhibiéndose desnudas y brutales habla del poder avasallador y los terrores del sexo. Hay exégetas que dicen que las máscaras africanas en las dos “señoritas” de la derecha aluden a la sífilis. Ahí se juntan en efecto, como dice Víctor, el arte íbero y el arte negro, que por aquella época interesaban tanto a Picasso, y una sospecha del cubismo que Braque y él inventarían en seguida.
No seré tan atrevido como para improvisar ahora una glosa personal sobre una obra “voluntariamente inacabada” y tan comentada ya, de manera que es imposible añadir nada nuevo.
André Breton, el papa del surrealismo, dijo que era “el acontecimiento capital del siglo XX” (lo cual es mucho decir, teniendo en cuenta que Picasso la pintó en 1907 y estaban por venir las guerras mundiales). Matisse y Braque definieron Las señoritas de Avignon como “un acto terrorista”. Algo de eso hay. Vale.